El presidente de Boca Juniors tenía tanta confianza en Benítez, entonces de 24 años, que no dudó en pagar un millón 250 mil pesos por su pase al tiempo de advertir que el peruano pasaba a ser uno de los futbolistas mejores pagados de la Argentina con una magnífica escala de premios.
“He sido el primer sorprendido con que Boca se interese por mi pase. Sé que aquí existen zagueros extraordinarios. Haré todo lo posible para alcanzar su línea de eficacia”, declaró Benítez. Y vaya que así fue.
El debut del peruano se dio 3 días después ante Independiente en cancha de Huracán con sesenta mil espectadores en las tribunas. Compartió equipo con Roma, Heredia, Isella y el gran Antonio Ubaldo Rattín, entre otros. Ese día Boca ganó 2-0 y el “Conejo” se metió al bolsillo a dirigentes, a compañeros de equipo y se ganó el aplauso de la hinchada. “¡Qué rapidez!”, “es valiente el pibe” y “el peruano será sensación”, comentaron los entendidos.
En Argentina “tenía que luchar para no ser suplente. Mire que nunca me achiqué. Desde el primer día me sentí normal, sin temor. En Boca cada partido era una historia diferente. Los clásicos frente a River Plate eran toda una fiesta. El estadio parece un bombo, resuena, tiembla. Y la cancha es una “guerra”. Perder significaba la vergüenza. Ahí el hincha exige. En cambio, en el Perú todo es y sigue siendo muy diferente. Estadios con tribunas vacías y jugadores que no viven la profesión”, le dijo Benítez al periodista Luis Trujillano en una entrevista en 1977.
Lo cierto es que el “Conejo” no defraudó. Jugador versátil, de ida y vuelta, como defensa o volante, de 2 o de 6, fue figura en el xeneize. Salió en portadas de El Gráfico y con el popular club del barrio de La Boca se coronaría campeón en 1962. Ese año, directivos italianos fueron a ver a Rattín y terminaron llevándose al peruano que enrumbaría en noviembre a Europa para enrolarse en el poderoso AC Milan.
En el país de “la bota”
Con el cuadro rossonero alternaría junto a Cesare Maldini, Gianni Rivera, José Altafini “Mazzola”, Dino Sani y Giovanni Trapattoni. En Italia, donde los niños tienen escuela y sueñan con ser defensas, Víctor Benítez se atrevió durante casi una década a resolver como un titán y salir airoso frente a fenómenos del gol como Gigi Riva y Enrique Omar Sivori.
La página digital Magliarossonera recoge una cita de la publicación “La gran historia de Milán” que destaca el paso de Benítez en el club lombardo como un "mediocampista de gran vitalidad, fuerte, ecléctico, incansable y trabajador. Protege al mediocampista de buenos pies, Rivera y Sani, y se beneficia de los oponentes más peligrosos". Tal vez por eso los rossoneros lo llamaron “Il peruviano di fuoco” es decir, el peruano de fuego.
En 1963 Benítez obtuvo el logro más importante de su carrera al ganar la Copa de Campeones de Europa, antecesora de la Liga de Campeones (UEFA Champions League). El 22 de mayo en el estadio de Wembley el peruano cumplió con la tarea de anticipar a Eusebio, “La pantera de Mozambique”. Fue figura del AC Milan que derrotó 2-1 al favorito Benfica y puso fin a la hegemonía ibérica en el fútbol europeo.
Víctor Benítez, el niño que le dio a la pelota con alma y corazón, aquel jovencito que luchó siempre por no ser suplente; 50 años después puede pasear por Milan convertido en leyenda y al rato pasar inadvertido en Lima. Ya en sus cuartales de invierno, recordaría alguna vez que “el dinero no es todo” y que “el mayor premio es la gloria”, aquella que alcanzó una tarde en la mítica “La Catedral del Fútbol”.
Datos
- Víctor Benítez nació en Lima el 30 de octubre de 1936
- Se despidió de Alianza Lima jugando contra el Santos el 24 de febrero de 1960. Con Pelé en la cancha, los íntimos cayeron 2-1
- Benítez jugo también por el Inter de Milan, Messina, Venezia y la Roma
- Ganó la Copa de Italia con el AS Roma en 1969
- Se retiró en el Sporting Cristal en 1971
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(FIN) RB/RES