Andina

Tinkuy 2017 rescata lenguas casi extintas a través de las vivencias

Más de 150 estudiantes indígenas y afroperuanos intercambian y revaloran saberes

ANDINA/Difusión

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15:32 | Lima, set. 28.

Tras el fuerte sonido de un pututo (instrumento de viento andino), la loretana Mehury Kassandra Ramírez Pinedo y otros niños indígenas y afroperuanos se agrupan en círculos para compartir las tradiciones que heredaron de sus ancestros.

Mehury habla en castellano para que sus compañeros la entiendan, pero en su cabeza atesora el murui muinani, idioma originario de la comunidad indígena de Pucaurquillo que está considerado en peligro de desaparecer.


En el Perú hay 47 lenguas originarias, de las cuales 21 son consideradas no vitales, y el murui muinani es una de ellas con 1.864 hablantes, según el censo del 2007. En la lista también aparece el jaqaru, lengua ancestral que corre el riesgo de extinguirse y que todavía es hablada en Tupe, en la provincia limeña de Yauyos, con menos de 700 habitantes.

Lucy Lázaro (12) es una de las representantes jaqaru que, junto con Mehury y otros 150 niños de escuelas interculturales bilingües, participan en el Tinkuy 2017, encuentro desarrollado por el Ministerio de Educación (Minedu) con el objetivo de intercambiar y revalorar saberes y rescatar nuestro patrimonio idiomático.

Este año, el Tinkuy ha reunido en Huampaní a estudiantes quechua, asháninka, aimara, awajún, achuar, ticuna, yanesha, kakataibo, shawi, jaqaru, harakbut, bora, shipibo-konibo, así como afroperuanos provenientes de Chulucanas, Nasca y Chiclayo.


Ellos fueron seleccionados para mostrar la cultura de sus pueblos mediante prácticas cotidianas como el tejido del ‘puytu’, la elaboración de trampas para pescar, la herranza de vacas o la recolección de chicharras.

Intercambio de la memoria de los pueblos


Desde los cinco años, Fredy Aysa Huamaní maneja con habilidad el piñi. Ese instrumento de palitos de carrizo ha sido utilizado por su padre y abuelo, al igual que muchos integrantes del centro poblado de Escohorno, en Apurímac, para el tejido en lana de oveja de la ‘ulandilla’, el ‘puytu’ y el ‘chumpi’, que sirven para adornar sombreros, correas, mantas y polleras.

Esos conocimientos hoy perviven en la memoria de Fredy. El niño hablante del quechua collao los ha plasmado en coloridos ‘chumpis’ y presenta esa actividad cotidiana de su pueblo en los talleres interculturales.


Julia Rodríguez Quique aprendió de su abuela a tallar cuidadosamente el árbol de topa para darle forma al kusipe (como llaman en lengua harakbut a una ‘cuna moisés’). Esta tradición de la comunidad indígena San José de Karena, en Madre de Dios, ha sido practicada por las mujeres de su familia al convertirse en madres.

“Hay que frotar la parte de abajo, es un secreto para hacer dormir a los bebés”, dice la pequeña mientras envuelve con hojas de bijao al muñeco que simula un recién nacido y coloca una canastilla en el rostro para protegerlo de los ‘shete-shete’ o mosquitos.

Entre sus compañeros se encuentra Libko Pereira Manquepi, un estudiante chileno de 14 años de la comunidad mapuche de Butalelbun, en Alto Bío Bío, que visita por primera vez el Perú. Libko es el primer extranjero que participa en el Tinkuy y confiesa que los grupos originarios de la Amazonía lo sorprendieron por el idioma y la vestimenta.

"Vengo de un lugar montañoso donde la gente se dedica a la agricultura y ganadería. Es muy emocionante explorar otras culturas”, dice mientras juega a la pelota con los niños de la comunidad yanesha.


“Estos niños son los mejores embajadores de sus pueblos, son los que nos hablan de su cultura, de sus escuelas, de su vida en su comunidad y de su lengua”, refiere Elena Burga, directora general de Educación Básica Alternativa, Intercultural Bilingüe y de Servicios Educativos en el Ámbito Rural (Digeibira), al destacar que la diversidad cultural y lingüística de un país se sostiene por sus prácticas cotidianas y la comunicación de sus tradiciones. Esa es la finalidad del Tinkuy.

(FIN) NDP/MAO

Publicado: 28/9/2017