Están muy orgullosas de vestir el uniforme color turquesa, pero su entrega y dedicación a sus pacientes las motivó a dar un paso más adelante fin de brindarles no solo los cuidados en enfermería sino también los médicos. Conoce en esta nota la historia de Sara y Sandy, dos enfermeras que, con gran sacrificio, están en camino de convertirse en doctoras.
La licenciada Sara De la Cruz García tiene 14 años de enfermera, 9 de los cuales ha ejercido en el Instituto Nacional de Salud del Niño – San Borja (INSN-SB), lugar que le trae grandes satisfacciones y retos porque es allí donde cuida la salud de sus pequeños pacientes.
Licenciada Sara De la Cruz.
Ella se siente muy orgullosa de su vocación como enfermera, pero sus ansias de seguir aprendiendo la llevaron a asumir un nuevo reto, por lo que decidió embarcase en los estudios de medicina humana.
“Siempre voy a tener el corazón y la vocación de enfermera, pero este nuevo camino me permitirá entender mejor al paciente porque, a veces, los médicos solo se concentran en dar un tratamiento y se olvidan de la parte emocional. En cambio, nosotras estamos casi todo el día con el paciente, ofreciéndole ese acompañamiento que necesita”.
Cuenta que ha tenido que sacrificar noches de sueño, reuniones familiares y posponer otras actividades personales; sin embargo, afirma, durante todos los años de estudio de su segunda carrera nunca faltó a su puesto de trabajo en el hospital porque sabía que sus pequeños pacientes la esperaban con mucha ilusión.
Actualmente, De la Cruz, de 38 años, está a punto de realizar su Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (Serums) y afirma estar preparada para este nuevo desafío, ya que "una enfermera se encuentra lista para suplir, en algunos casos, al médico, obstetra o alguna otra especialidad, sobre todo en las zonas más remotas".
“Nosotras damos atención a los recién nacidos, lactantes, preescolares, adultos y adultos mayores. Las enfermeras atendemos en todas las etapas de la vida y lo hacemos con mucho cariño”, subrayó.
Enfermera y madre
Desde pequeña, Sandy Mendoza Mendoza siempre se destacaba por ser la primera en atender a los familiares enfermos en su hogar. Hoy, con 35 años, madre de un bebé de 10 meses y 13 años de experiencia laboral, Sandy ha consolidado su carrera como enfermera especializada en pediatría en el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN-SB), donde continúa dedicando su vida al bienestar de los más pequeños.
Licenciada Sandy Mendoza.
Escogió esta rama, dijo, porque considera que su vocación es la atención a los niños, la población más vulnerable pues muchas veces no saben cómo describir su malestar y es necesario ser atendidos por personal con mucha empatía.
“A diferencia de una enfermera general, la enfermera pediátrica debe tener, además de vocación, mucha empatía con los niños porque, al ser pequeños, no nos dicen si les duele algo, solo lloran y nosotras tenemos que identificar qué es lo que tiene el menor”, manifestó.
La licenciada Mendoza comparte que los momentos más desafiantes de su profesión son aquellos en los que pierde a un paciente. Los llama cariñosamente "hijos", pues, según explica, siente que asume el papel de una segunda madre durante el tiempo que cuida de ellos.
Esta realidad, dijo, motivó que iniciara sus estudios de medicina con la finalidad de ayudar a sus pequeños niños hospitalizados por varias semanas o meses, y, de alguna manera, entender mejor el proceso de su enfermedad.
“Considero que las enfermeras que han estudiado medicina tienen algo adicional. No solo pueden atender y escuchar sino también curar. Por eso, aunque uno sea médico, siempre tendremos nuestro corazón turquesa porque somos enfermeras de corazón”, puntualizó.
De la misma forma que su colega, la licenciada Mendoza esta punto de realizar su Serums en una localidad fuera de Lima Metropolitana, y a pesar de tener que dejar a su hijo al cuidado de su esposo, ella está decidida a seguir estudiando y capacitándose en beneficio de sus futuros pacientes.