Como el personaje Indiana Jones de Hollywood, Ruth Shady no se jubila. Después de revelarle al mundo la civilización más antigua de América, la arqueóloga peruana de 76 años va tras los vestigios de una catástrofe: la del cambio climático en la antigüedad.
Sin el suficiente apoyo estatal que quisiera y con amenazas de muerte de por medio, Shady una de la arqueólogas más reputadas del mundo volvió a Vichama, Perú, después de sobrevivir a la pandemia.
Shady encabeza una expedición que rastrea los estragos que se ciernen sobre la humanidad frente a la crisis climática contemporánea.
A 156 km al norte de Lima, en el distrito costero de Végueta, es
sitio arqueológico Vichama "es de relevancia en el presente (...) Sus elementos arquitectónicos explican justamente todo el
proceso que significó el cambio climático para la humanidad", sostiene Shady.
Vichama es uno de los 12 centros urbanos que conforman el complejo arqueológico de 5.000 años que Shady descubrió a finales del siglo pasado.
La científica rebautizó como Caral a lo que se conocía como Chupacigarro, una meseta con montículos áridos, escoltada por cerros y con un río cerca que la separa de valles fértiles.
Llevada por la curiosidad que le transmitió su padre, un catedrático checo que logró huir de la Gestapo en la Segunda Guerra Mundial, llegó a este sitio con sus estudiantes en un escarabajo Volkswagen.
Con la ayuda de la National Geographic, se lanzó a su mayor aventura. Bajo toneladas de tierra arenosa, halló pirámides con cabeza achatada y una sorprendente arquitectura antisísmica.
Caral terminó siendo reconocida como la civilización más remota de América y una de las más antiguas del mundo junto a las de Mesopotamia, Egipto, China, India y Creta.
Un colapso natural
Shady, una de las 100 mujeres más inspiradoras del mundo según la cadena británica BBC, se mueve a paso lento por las ruinas de Vichama flanqueada por dos arqueólogos.
Lleva un bolso de lana terciado, sombrero de paja, pantalones blancos, camisa clara a cuadros y botas de caña corta.
Este punto de 25 hectáreas, que los indígenas quechuas llamaban Uichma (pescador), atestigua el colapso de Caral por la sequía y la hambruna.
Desde los muros, con sus grabados de figuras humanas cadavéricas o con el estómago vacío, hasta los frisos y sus sapos antropomorfos, aquí todo habla, susurran los arqueólogos.
Hace 3.800 años los habitantes de lo que hoy se conoce como Perú enfrentaron un evento natural de magnitud, que a diferencia de la crisis climática actual no estuvo asociado con la actividad humana.
"Los valles fueron convertidos en oasis; en desiertos arenosos, los ríos desaparecieron y progresivamente ocurrió ese gran fenómeno natural", explica Shady con las manos cuarteadas y el rostro curtido por el sol.
Entre los grabados de los muros puede observarse el de un sapo con los brazos extendidos y una cabeza humana con los ojos cerrados.
Según Shady, la imagen representaría el anuncio de la llegada del agua luego de una devastadora sequía. En la cosmovisión andina, se relaciona al sapo con lluvias y los ríos.
Un evento climático de "repercusión mundial" y características cíclicas golpeó a la humanidad hace miles de años. Caral colapsa y da paso a Vichama, explica por su parte el arqueólogo Aldemar Crispín.
"Ellos pasaron por un cambio climático muy fuerte que quedó representado en los muros", añade.
Guardiana, baja amenaza
Shady ha pasado más de un cuarto de siglo excavando en las 66 hectáreas que conforman las ruinas de Caral, una civilización que se levantó sin muros ni armas y que desarrolló una arquitectura resistente en una zona de alta actividad sísmica.
En 2009 la Unesco declaró a Caral patrimonio de la humanidad. Las tierras fértiles que rodean la ciudad sagrada se valorizaron y comenzaron las invasiones estimuladas por traficantes de tierra.
Y aunque en teoría son terrenos del Estado, los invasores no han sido desalojados. La situación se agravó durante la pandemia. Shady fue intimidada por su cruzada legal contra las ocupaciones que amenazan el sitio arqueológico.
Al abogado de la guardiana de Caral lo intimidaron: "Si sigue protegiendo a esa mujer te vamos a enterrar junto con ella cinco metros debajo del suelo", recuerda la arqueóloga.
"No tenemos el apoyo de la fiscalía y policía" ni del Estado en general, lamenta Shady.
"El presupuesto que tenemos es muy bajo en investigación. El Estado peruano solo gasta el 0,12% del producto bruto interno. Es como si no existiera", agrega.
"Todo lo que se conoce sobre las sociedades ancestrales es por interés de algunos arqueólogos", manifestó Shady, inspirada por su persistencia.
Más en Andina:
(FIN) AFP/MAO
JRA
Publicado: 26/5/2023