El autor de la imagen es el fotoperiodista turco Burhan Ozbilici, quien lleva 28 años trabajando para la agencia Associated Press y cuya obra ganó el World Press Photo 2017, como la mejor foto periodística del año, por encima de las ganadoras de otras categorías.
De inmediato saltó la polémica: ¿era posible premiar a esta foto como la mejor?, ¿no es, acaso, glorificar al asesino y hacer apología de la violencia?
Uno de los miembros del jurado declaró que votó en contra de esta imagen porque cree si ahora se premia al asesino y a su víctima de un tiroteo, mañana no habrá problemas en premiar una decapitación.
Los reporteros gráficos Ricardo Choy-Kifox y Óscar Chambi, ambos con amplia experiencia en el medio periodístico y además docentes universitarios, defienden la imagen ganadora.
Creen que se ha premiado el coraje del fotógrafo, pero además su profesionalismo y buena técnica para captar una imagen completa y nítida, cuando estaba en juego su propia vida.
Ser o no ser
Para ellos, el cuestionamiento moral, si bien siempre estará presente, no afectan la validez de esta imagen porque, por encima de todo, la fotografía periodística es denuncia y mensaje de la realidad. Y la realidad, lamentablemente, es esa; no la inventa la fotografía.
Chambi, jefe del Taller de Fotografía de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad San Martín de Porres, (USMP), señala que es deber del fotorreportero retratar la realidad, como denuncia y para la posteridad.
“Eso no tiene por qué provocar cuestionamientos morales; además porque no es la primera foto de este tipo en el World Press Photo, pues en años anteriores se ha retratado a un niño despedazado por una bomba en Irak y a un padre con el cadáver de su hijo, en el conflicto palestino”.
Nieto de Martín Chambi, el padre de la fotografía peruana, recuerda que cuando viajó a Nagasaki, Japón, asistió a un museo que describe exclusivamente el drama que desató la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial, con imágenes terribles de esa catástrofe que todos los escolares están obligados a ver porque forman parte de su memoria.
Sin ir muy lejos, refiere, en el Perú el Lugar de la Memoria se basa en una muestra fotográfica sobre la violencia terrorista.
Por su parte, Choy-Kifox –catedrático de la especialidad en la UPC– si bien defiende el derecho de la fotografía a retratar la realidad cruda y dura, no descarta del todo la responsabilidad política y social del reportero gráfico.
Recuerda que el Perú no fue ajeno a este debate, cuando en la década de 1990 se planteó no informar acerca de los atentados para no caer en propaganda terrorista, no obstante que ello hubiera afectado la libertad de información.
No hay morbo
Sobre la imagen en sí, ambos coinciden en que el premio ha sido bien otorgado, por la crudeza de la imagen, por el momento captado y los recursos técnicos desplegados en medio de la crisis.
“No obstante lo terrible del momento, si miras bien, te darás cuenta de que es una foto limpia. No hay sangre, así que no se puede hablar de morbo. Pero, además, los recursos técnicos han sido bien utilizados (encuadre, foto vertical, cámara sellada), lo que es un gran mérito para un fotógrafo que podría haber perdido la vida en ello”, opina Choy-Kifox.
Pero, ¿por qué siempre se tiene que premiar escenas de violencia? “Eso tiene que ver con la acción del momento, lo que Henri Cartier-Bresson, gran fotógrafo de prensa, describía como la captura del momento decisivo. Una imagen esperanzadora por lo general es una foto más pasiva, con menos acción.
Chambi acota: “Lo que importa es el mensaje, más que la técnica. Lo que motiva esta foto es una reflexión en torno a las consecuencias de la guerra, en la miseria humana que encierra. Siempre han sido polémicos estos premios, pero no se puede acusar de sensacionalismo. Es el viejo debate sobre el rol del reportero gráfico, dejar de tomar fotos y ayudar, quedarse quieto, abstenerse, o cumplir con su labor y retratar la realidad”.
(fin) EGZ / ECG
Publicado: 21/3/2017