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Puerto Inca: la joya del Pachitea ubicada en la selva de Huánuco

ANDINA

15:05 | Lima, ene. 20.

Existen destinos cuya belleza deja una huella imperecedera en el recuerdo del viajero. Uno de ellos es Puerto Inca, provincia de Huánuco, en pleno llano amazónico. Allí es posible comprender la exacta dimensión del concepto ‘aventura’.

Indagar antes de viajar a un lugar es una práctica que todos deberíamos hacer. Más aún si es un destino poco conocido. Cuando un lugar se muestra incógnito, secreto, lo mejor es ir descubriéndolo de a pocos. Así, uno se siente como si fuera un explorador de películas hollywoodenses y si bien podría sonar infantil, es reconfortante dejar salir el niño que llevamos dentro. Este periplo por Puerto Inca, la menos conocida provincia de la siempre bella región Huánuco, resultó una experiencia lúdica.

A menos que les encante estar más de diez horas sentados en un bus, lo recomendable es llegar a Huánuco por vía aérea, o también a Tingo María, e iniciar la ruta desde cualquiera de estas ciudades. Hay que llegar hasta el km 86 de la vía Huánuco-Tingo María-Pucallpa; tomar el desvío que lleva, en más de una hora, hasta Puerto Súngaro, que es el punto de partida para acceder a los encantos de Puerto Inca. Toda una aventura que bien vale el recorrido.

Este rincón huanuqueño, al igual que el vecino Pasco, ha visto también la colonización de quienes, a fines del siglo XIX, vinieron desde el Viejo Continente y se establecieron en tierras tropicales. Y se sienten a gusto en este lugar y los vemos, no en gran número, como en Oxapampa o en Pozuzo, pero sí felices de pertenecer a esta calurosa región.

El desayuno amazónico es cosa seria: jugo y ricas lonjas de cecina, acompañadas del popular tacacho, llegan a nuestra mesa como para asegurar nuestras reservas energéticas para el resto del día. Buenísimo.

Sorpresas en la Selva

“Sabes, amigo, toda esta zona tiene una producción ganadera muy importante. Tanto así que la ganadería de Puerto Inca es la más fuerte de todo Huánuco...”, afirma contundente Nilda, amiga huanuqueña de años y nuestra anfitriona, mientras nos dirigimos a recorrer un gran campo donde las señoras vacas son atendidas de la mejor forma. Más allá, bajamos hacia una quebradita que se oculta de las miradas indiscretas y donde surge una caída de agua de ensueño, donde las horas pasan sin darnos cuenta.

Son casi las dos de la tarde y la caminata ha despertado mi apetito. Estamos al borde del río Súngaro, listos para enrumbar a la capital provincial, al mismo poblado de Puerto Inca, donde han prometido esperarnos con un suculento almuerzo selvático. Así, encaramados en un peque peque –larga canoa con motor fuera de borda–, donde los pasajeros vistos de lejos parecen ir sentados sobre el mismo río, navegamos hasta entrar en los dominios del gran Pachitea, cuyas aguas, al juntarse con las del Marañón, alimentan al poderoso Amazonas.

Fiesta de bienvenida

Media hora después llegamos a la misma puerta de Puerto Inca. Se armó la fiesta. El comité de recepción, con música acorde para la ocasión, nos dio la bienvenida y nos entregó a cada uno un recordatorio en el que se leía “huéspedes ilustres”. Más allá, la promesa del almuerzo se materializaba. Un baño previo, con agua bien fría, nos dejaría a punto para disfrutar este festín.

El almuerzo también es cosa seria acá. Un delicioso cebiche de chonta, acompañado por un pretencioso plato de asado de picuro con yucas y arroz graneado, nos sale al paso, sacia el hambre, mientras todos se esmeran en mostrarnos lo mejor de su hospitalidad.

Después de esta aventura de sabores, nos proponen otro, pero en medio de la Selva y “para bajar la comilona”. En la plaza, un ronco sonido rompe el rumor del bosque. ¡¿Y eso?! Es don Juan Heindinger, que nos invita a subir a su creación, un híbrido que tiene de ómnibus y tractor. Reímos todos ante este inusual medio de transporte, pero no hubo más que subir a este “Frankenstein motorizado” para seguir disfrutando de las geografías del bosque.

Pozas de vida

Dejamos el singular armatoste e iniciamos una divertida caminata que nos llevó primero a una cueva engastada en la pared rocosa, con una serie de indescifrables geoglifos y luego al balneario de La Viuda y sus refrescantes pozas que se forman al paso del río Churuyacu.

Puerto Inca es un perfecto paraíso, bulle de biodiversidad y su territorio se presta para ser un destino que subyuga a los amantes del ecoturismo; es un territorio ecológico y étnico en cuyos dominios está parte de la Reserva Comunal El Sira, que protege la naturaleza de la zona y la continuidad de las etnias asháninka, yanesha y shipibo.

El retorno nos regala muchas imágenes de postal. En una de las playas ribereñas, un grupo de jóvenes danza y el sol, que poco a poco se oculta en el horizonte, los baña con esa luz naranja que ha colmado todo alrededor. Y así, entre rítmicos movimientos y atolondrados chapuzones, llega la noche.

Periplo diverso

Estar en peque peque sobre las caudalosas aguas del Pachitea es la primera emoción que uno recibe cuando se dirige hacia la comunidad de Puerto Sira, en Nueva Jerusalén. Acá, sus habitantes parecen haber salido de una película de Semana Santa, ya que la mayoría pertenece al movimiento religioso Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, una especie de mixtura religiosa judeocristiana, cuyo acto cotidiano, la honra del día a Dios, conocimos por una invitación de su pastor.

En la Selva la hora avanza rápido, así que aceleramos el paso y la pachamanca, antes de cruzar a la otra ribera del río, nos esperaba en la comunidad asháninka y yanesha de Santa Teresa. Aquí, lejos de lo que uno pudiera pensar por la distancia del lugar, las costumbres y tradiciones fuertemente marcadas por la naturaleza, el visitante encaja perfecto, pues se trata de gente amable y alegre que comparte su forma cotidiana de vida y sus historias fantásticas.

Secretos amazónicos

Si viene desde Huánuco o Tingo María, no desaproveche la oportunidad para pasear por el majestuoso Boquerón del Padre Abad, un espectacular cañón, una hora antes de arribar al desvío del kilómetro 86.

Este lugar presenta una serie de cascadas, como el Velo de la Novia, en un marco de paredes rocosas cubiertas de bosque tropical. Imperdible.

Puerto Inca es la provincia de mayor extensión de la región Huánuco. Su territorio está cubierto por la selva amazónica y en sus dominios viven comunidades indígenas, como asháninkas, yaneshas, kakataibos y shipibo-konibos.

La provincia, además de ser ganadera, posee tierras aptas para el cultivo de plátano baby banano y kión, con una importante producción (Juan Puelles).

(FIN) DOP
JRA

Publicado: 20/1/2016