Por Valery Díaz VásquezEstas han sido las historias de peruanos que en este año 2022 nos han demostrado que los sueños se pueden llegar a hacer realidad si es que estás dispuesto a luchar por ellos. Sus caídas y éxitos nos dieron una gran lección y han llegado a inspirar y a devolvernos el orgullo de lo que significa ser peruano. A continuación, les compartimos cuatro historias de compatriotas que no se amilanaron ante la adversidad y que decidieron enfrentar con mucho coraje los retos del destino.
1. BRUNO ADRIANO: De San Juan de Lurigancho a destacar en Tokio
Bruno Adriano vivió en San Juan de Lurigancho y hoy resalta en el estudio de la inteligencia artificial
El ingeniero civil y científico limeño de 40 años Bruno Adriano Ortega radica y labora en Japón. Es egresado de la UNI, un apasionado de la investigación de los tsunamis y está convencido de que el estudio interdisciplinario es clave para lograr oportunidades laborales en el mundo.
Pasó su infancia y la mayor parte de la juventud en San Juan de Lurigancho. Estudió en el colegio estatal Abraham Valdelomar del mencionado distrito capitalino. Allí descubrió una habilidad innata para las matemáticas y pasión por las ciencias naturales.
Ni bien terminó la etapa escolar empezó a trabajar con su padre, Bruno Adriano Cabia, un esforzado maestro de construcción. Quería juntar dinero para pagar la academia de preparación e ingresar a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) a fin de estudiar ingeniería civil.
Fue un año y medio en el que apoyó las labores de su padre en las obras de construcción con un objetivo: estudiar y progresar. Un recuerdo que lo enorgullece más que cualquier otro logro o distinción.
Como anécdota cuenta que su padre pensaba que él iba a trabajar como ingeniero civil en el rubro de la construcción, pero finalmente se inclinó por la investigación científica.
Para obtener su licenciatura, centró su atención en el terremoto del 2007 en el Perú, fundamentalmente en el tsunami que se generó en la ciudad de Pisco por el movimiento telúrico.
Hizo una investigación para ayudar en la detección más rápida de zonas dañadas por un desastre natural. Lo acompañó con un trabajo de campo conformado por imágenes satelitales que operan como lo hace Google Earth o Google Maps.
Su estudio busca mejorar la respuesta del Perú frente a un desastre natural, aseveró al detallar las diferentes investigaciones desarrolladas en esa materia.
Con la idea de extender sus conocimientos en este campo, puso su mirada en Japón, un país referente y de avanzada en este tipo de investigaciones.
Fue así que en el 2009 obtuvo una beca para cursar una maestría en gestión de desastres en el Instituto Nacional de Graduados en Estudios de Políticas e Instituto de Investigación de Construcción, ubicado en Tokio-Tsukuba.
Tres años después, otra vez becado, cursó un doctorado en ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Tohoku en Sendai.
Para Bruno significó un reto muy grande aprender idiomas como el inglés y el japonés, puesto que a diferencia de las matemáticas, no contaba con una base sólida.
Y superó ese escollo gracias a la ayuda de sus colegas japoneses y de su esposa, Masoko, también ciudadana del país del sol naciente, que lo apoyaron mucho en su adaptación cultural.
Ya afianzado laboralmente en Japón, una de sus mayores satisfacciones es laborar como investigador científico en la Unidad Geoinformática del centro Riken, considerada la institución de investigación integral más grande del país asiático y reconocida por su investigación de alta calidad en una amplia gama de disciplinas científicas.
La investigación de Bruno se centra en la fusión de tecnologías de inteligencia artificial (IA), teledetección y simulación numérica de alto rendimiento para la gestión de desastres naturales como terremotos, tsunamis e inundaciones.
Fundada en 1917, Riken ha crecido rápidamente en tamaño y alcance, y hoy abarca una red de centros e institutos de investigación de clase mundial en todo Japón.
Bruno es uno de los primeros doctores que trabaja en el tema de desastres en Riken y el único peruano en el área de inteligencia artificial.
Además, es miembro de la Sociedad Japonesa de Ingenieros Civiles (JSCE), el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE) y el Colegio de Ingenieros del Perú.
Con base en su experiencia y la de sus colegas, sugiere a los jóvenes utilizar las herramientas de Google para fines académicos: conocimiento sobre becas internacionales y lograr oportunidades laborales en el ámbito mundial.
Por ello, es necesario que el tema de la tesis para el doctorado sea interdisciplinario. Explicó, por ejemplo, que su tesis doctoral nació por la necesidad de la recolección rápida de datos sobre viviendas y edificios ante un desastre natural.
“Esto se logra resolver por medio de la inteligencia artificial y, a su vez, se complementa con la ingeniería civil”, añadió.
Por último, recomendó a los jóvenes estudiantes hacer especialidades en otros países para adquirir nuevos conocimientos y regresar al Perú para impartirlos en las aulas.
2. ELVIS CAPIA: El aimara que triunfa en Google
Elvis Rusnel Capia Quispe es un ingeniero civil y de software que ha representado con éxito al Perú y a Latinoamérica en diversas competencias universitarias a nivel mundial. Su talento y tenacidad han llevado a este joven orgullo de Puno a especializarse en Brasil y trabajar en el gigante del internet.
Elvis tiene apenas 28 años y un futuro brillante. Al igual que su hermano y sus padres, Pastor Capia y Alicia Quispe, nació en la comunidad de Calangachi, distrito de Vilquechico, provincia de Huancané, región Puno.
En su lugar de origen, la lengua predominante es el aimara y la fría temperatura oscila entre los 5 a 10 grados centígrados.
Sus padres dejaron la comunidad para brindarle educación. De este modo, Elvis estudió la primaria y secundaria en El colegio Adventista de Huancané, donde tuvo que aprender a comunicarse en español, pues el aimara era su lengua materna.
En dicha etapa, sobresalió en todos los concursos de matemáticas. Y su ingreso a la Universidad Nacional del Altiplano para estudiar ingeniería civil, solo sería un escalón de su escalera al éxito.
Nos cuenta que el 2010 tuvo una experiencia que marcó su vida. Decidió participar en la Competencia Internacional Universitaria de Programación (ICPC), el concurso anual de programación y algorítmica de las universidades de todo el mundo. Fue uno de los tres alumnos escogidos por su universidad, pero lamentablemente, no lograron clasificar.
“Nos dijeron que porque éramos de Puno no íbamos a poder lograrlo y eso fue lo que más me motivó a seguir”, señaló con esa energía que lo caracteriza.
A partir de ese momento todo cambió. Elvis junto a sus compañeros, se enfocaron seis años en perfeccionarse. Buscaron mentores extranjeros, entre ellos un ucraniano y un japonés, que los apoyaron. A punta de esfuerzo y perseverancia, consiguieron clasificar representando a toda Latinoamérica en el ICPC en la India, y ocuparon el puesto 10 a nivel mundial. Ese mismo año, consiguió graduarse en el primer puesto de su promoción.
Además, ocupó el cuarto lugar en el concurso mundial de la empresa de tecnología Tata Consultancy Services (TCS).
Ni bien culminó la universidad, fue aceptado por la Universidad Estatal de Campinas de Brasil, para cursar una maestría en Informática.
La Universidad Estatal de Campinas fue fundada en 1966 y su gran objetivo ha sido la mejora de la ciencia y tecnología en el estado de São Paulo. Es considerada una de las mejores universidades de Latinoamérica.
Durante el primer semestre no estaba becado, por lo que tuvo que trabajar en algunas investigaciones y agenciarse de préstamos para sus gastos. Se sincera y confiesa que fue una de las etapas más difíciles por las que ha pasado.
“Estaba fuera de mi país, no tenía a nadie, pensé en regresar a Perú, pero me había prometido sacar cara por los míos y no podía fallar”, enfatizó Capia.
Como buen puneño, sacó fortaleza de sus entrañas para mejorar sus notas y conseguir la ansiada beca.
Todo comenzó a marchar bien, y desarrolló un proyecto de investigación de inteligencia artificial orientada a la detección temprana de cáncer pulmonar en el Laboratorio de Ciencia de Datos de Imágenes (LIDS) de la Universidad de Campinas.
A finales del 2018, Elvis realizó sus prácticas de en Google Canadá como ingeniero de software, y luego empalmó con una pasantía en Facebook (WhatsApp) en Londres.
Google quedó impresionado con la destreza que Elvis tenía para trabajar en diferentes áreas, así que no dudo en contratar a este joven talento.
En la actualidad, trabaja en el equipo de Google Stadia, un servicio para videojuegos en la nube operado por Google, que permite jugar por streaming una serie de juegos sin necesidad de tener un PC o consola.
Aquí se desarrolla como ingeniero de software en donde se encarga de la optimización de procesos, la dirección de proyectos de mantenimiento de software, el análisis de nuevas técnicas, la creación de sistemas informáticos y las soluciones compatibles con diversos sistemas operativos.
Le ha ido tan bien que está muy cerca de ser promovido y de tener la oportunidad de liderar su propio equipo de trabajo en el gigante de internet, nos dice feliz y orgulloso. Muy pronto viajará a Toronto para desarrollar su labor de manera presencial.
Si Elvis Capia nos ha enseñado algo, es que para enfrentar esta vida se necesita tener coraje, determinación y un plan de objetivos, para superar los retos y estar identificado plenamente con sus raíces.
Es por ello, que ha fundado en Juliaca, una organización juvenil social– político “Sumaq Kawsay OCPES”, el cual busca impulsar el cambio y el desarrollo de la ciencia, la política, la economía y la sociedad en la comunidad local y regional.
El año pasado y con motivo de su 194 años de creación política, la Municipalidad de Huancané le entregó un reconocimiento a Elvis, en mérito a su excepcional carrera.
“No tengan miedo a fallar, aprende del error, mejóralo y vuélvelo a intentar con más fuerza”, señala a modo de reflexión a jóvenes que empiezan a dibujar sus sueños.
3. IVÁN LOBATO: Rompió la barrera de la adversidad
Iván Lobato Hoyos vivió en Comas, trabajó en una tienda de celulares y luchó para ingresar y graduarse como físico en la Universidad Nacional de Ingeniería. Salió del país para cursar una maestría y doctorado en la Universidad de Amberes, Bélgica, y hoy trabaja como investigador sénior en esa prestigiosa casa de estudios.
Iván es el penúltimo de ocho hermanos. Su infancia fue tranquila, se dedicó a jugar al fútbol en el barrio y a los estudios. Si bien, siempre sintió inclinación por las matemáticas, aún recuerda aquellas épocas en las que su hermano mayor lo “castigaba” haciéndole leer diccionarios o libros sobre ciencias naturales.
“Recuerdo que en uno de esos castigos llegó a mis manos un libro sobre la relatividad y, con ello, mi interés por la física”, nos cuenta entusiasmado al contarnos sobre ese primer acercamiento con la materia de sus amores y que literalmente le cambiaría totalmente la vida.
De la misma manera, evoca con nostalgia las buenas notas que obtenía en cursos como física, química y matemáticas. Y se emociona más aún cuando nos dice que, en los tres últimos años de su etapa escolar, su hermana Fabiana, trabajaba en el quiosco de la academia César Vallejo.
Gracias a ese esfuerzo, su hermana le pagó durante dos años la preparación preuniversitaria en dicha academia. Esa solidaridad fraternal lo conmueve. Su sentimiento de gratitud se percibe y siente, a pesar de la distancia de su residencia en Bélgica y el zoom.
Sin embargo, y como les sucede a muchos jóvenes, por falta de dinero tuvo que retirarse a meses de terminar el último año y de postular a la UNI.
En enero del 2000, se presentó a la dura prueba en la UNI y no consiguió ingresar. Lejos de derrumbarse y culpar a la falta de recursos por no conseguir sus metas, se fijó como objetivo ser admitido en el siguiente examen de admisión y lo logró en la carrera de Física.
“Tuve que prepararme solo para afrontar el examen y no importaba qué tan difícil era, tenía que lograrlo… debía luchar por mis sueños”, manifestó.
Y con esas ansias de seguir los pasos de sus hermanos mayores, quienes trabajaban y estudiaban a la vez para mantenerse, Iván comenzó a trabajar en el verano en una tienda de arreglo de celulares, en donde estuvo hasta acabar la carrera. Gracias a esto pudo solventar los gastos de los pasajes y comprar los libros que se le solicitaban.
En el 2005 concluyó sus estudios y se dedicó a trabajar durante año y medio en el emprendimiento de desarrollo de software que creó junto con un amigo de la carrera. Y no fue hasta el 2009 que se enteró del concurso nacional de becas, al que no dudó en inscribirse. De esa manera, su brillantez y habilidad salieron a relucir cuando ocupó el primer puesto.
Comenta que esta nueva etapa se le hizo difícil, ya que mientras cursaba su maestría en Nanofísica en la Universidad de Amberes llevaba clases de inglés. El idioma, al igual que el cambio de clima, fueron factores que le jugaron en contra en su proceso de adaptación, a los que supo hacerle frente, como en todas las circunstancias de su vida.
El profesional peruano quedó tan fascinado con la cultura y el país que postuló, al acabar su maestría, y consiguió otra beca en la misma casa de estudios para cursar su doctorado en Física.
Iván Lobato tiene 39 años y desde octubre del 2009 reside en Bélgica. Ha culminado el doctorado con éxito. Y ejerce como investigador sénior desde el 2014 en la Universidad de Amberes.
Su labor consiste en abordar temas ligados a la microscopía electrónica de transmisión y el aprendizaje automático.
Del mismo modo, Iván ha tenido la oportunidad de visitar Noruega, Canadá, Estados Unidos, India, entre otros países, para asistir a congresos y conferencias como invitado especial.
En el 2018, Iván se hizo merecedor al premio Cosslett al mejor artículo invitado en el Congreso Internacional de Microscopía & 39ª Reunión Anual de Electrónica, que se efectuó en Bhubaneswar, India.
“Son tantas las dificultades que se nos van a cruzar en el camino que necesitaremos el coraje suficiente para afrontarlas”, recalca nuestro compatriota.
Antes de despedirse reflexiona y brinda un mensaje a jóvenes que como él, en su oportunidad, vieron lejana la posibilidad de conseguir el éxito. “En algún momento podemos sentir que el tiempo se nos agota, pero no hay que hacerlo, si no estaremos condenados a la eterna duda del tal vez”.
Perseverancia y aprendizaje constante es la fórmula de este talentoso físico peruano.
4. JULIO URBINA: Un reto al destino
La vida de Julio Urbina fue un constante reto al destino, venció todas las dificultades que se le pusieron al frente. El ahora destacado ingeniero electrónico vivió en un humilde hogar en el distrito de Barranco donde aprendió el valor de conquistar sus sueños. ¡Y vaya que lo logró!
“Provengo de un hogar pobre, mis familiares no contaban con una formación profesional. Fui el primer miembro de mi familia en ingresar a la universidad”, nos cuenta Julio en un flashback de su lucha diaria y tenaz por salir adelante.
Reside desde hace 29 años en Estados Unidos y si recuerda algo con absoluta claridad es el camino tortuoso que tuvo que atravesar para lograr ser ingeniero electrónico de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) e investigador y docente en la Universidad de Pensilvania.
Evoca con mucha emoción los días en los que vivió en un callejón de Barranco, un lugar en el que no abundaba lo material pero sí el afecto, la fraternidad y el amor que se prodigaba con sus cinco hermanos.
Desde muy pequeño sintió la necesidad de obtener conocimientos. Esto lo llevó a ocupar los primeros puestos en su etapa escolar. Y si bien, admite que “era un desastre para los deportes”, sus altas notas en matemática, física y química lograban compensarlo.
Quiso aprender inglés por su cuenta y no paraba de intentarlo. El dinero para pagar una academia era el gran obstáculo. Y nos narra, como si fuera ayer, una anécdota que lo marcó por siempre.
“Aún recuerdo cuando trabajaba limpiando casas y una de las dueñas me vio leer uno de sus libros en inglés. La señora se impresionó tanto que me ayudó a conseguir una beca en el Icpna. La señora ya falleció, pero me gustaría que algún día sepa lo agradecido que estoy con ella…”.
Julio hace un breve silencio, se emociona en esta parte de su relato. Esa parte de su vida en la que jovencito trabajaba para ganarse la vida y sabía que la educación era la llave maestra para crecer y superarse.
“He tenido la suerte de trabajar en casas, en las que vivían personas que me tendieron la mano y me guiaron con sus consejos para que tomara el camino de estudiar Ingeniería Electrónica en la UNI”, agregó con un gesto de agradecimiento que se torna interminable.
Como muchos jóvenes de escasos recursos, Julio también cachueleó limpiando carros y otros quehaceres que le permitían tener algunos soles en el bolsillo.
Hasta que logró ingresar a la UNI. Si bien “jaló” dos cursos al inicio de su carrera universitaria, posteriormente le agarró el ritmo y acabo de manera brillante la carrera. Trabajó luego en Radio Observatorio de Jicamarca, una experiencia que le terminó de abrir la mente.
Posteriormente, obtuvo una beca para una maestría en la Universidad de Illinois, Estados Unidos.
Para su primer mes de estadía, Julio contaba con solo 50 dólares, pero siempre, por alguna razón, tuvo “ángeles de la guarda” que lo ayudaron.
“Felizmente, tuve la suerte de conocer personas que me brindaron oportunidades para sobrevivir en ese tiempo”, indicó. Terminó la maestría y luego un doctorado en la misma universidad que le abrió sus puertas al país de las oportunidades.
Comenzó a trabajar como docente en la Universidad de Arkansas. Y tiempo más tarde postuló a Pennsylvania State University, en la que ejerce como profesor en el departamento de Ingeniería Eléctrica.
En el 2015 ganó un concurso en el programa Fulbright con profesores de Estados Unidos y decidieron viajar al Perú con el único propósito de desarrollar vínculos y una serie de proyectos.
Agregó que a partir de esa visita se inició el financiamiento del proyecto de la Nacional Science Foundation. Esto ha permitido trasladar estudiantes de Estados Unidos al Perú, para que tomen como objeto de estudio el cambio climático en comunidades indígenas.
“En Estados Unidos tengo un proyecto muy bonito que me ha financiado el año pasado por seis años la National Science Foundation, para darle oportunidades a jóvenes de bajos recursos en Estados Unidos. Les damos becas para que cursen sus maestrías con una serie de procesos, mentorías y procesos profesionales”, detalló.
Me gustaría poder repetir este modelo en el Perú, enfatizó convencido de la necesidad de devolverle al país todo lo aprendido, ser generoso y brindar oportunidades, como las que almas buenas le brindaron en algunos momentos de su vida.
5. EDGAR RODOLFO QUISPE: El cusqueño que cautivó a Microsoft
Con 27 años, Edgar Rodolfo Quispe Condori es un destacado ingeniero de sistemas cusqueño que empezó a estudiar la carrera sin contar con una computadora. Hoy, gracias a su talento y tenacidad, ocupa el puesto de ingeniero de desarrollo de software en la prestigiosa multinacional Microsoft, en Estados Unidos.
Este joven profesional es originario de la ciudad de Cusco. Creció junto con su hermano menor, Hanan Quispe, y Corina Condori, su esforzada madre, quien le inculcó desde muy pequeño la importancia de los estudios para el futuro.
El vínculo entre Rodolfo y las matemáticas se remonta a cuando tenía 4 años y ayudaba en la tienda de abarrotes de su mamá. A diario empezó a enfrentarse a cálculos matemáticos. Esto terminaría por desarrollar en él una agilidad y talento en la materia.
Estudió la secundaria en el Colegio Santa María Madre de Dios, la cual estuvo caracterizada por su participación en concursos de matemáticas y por permanecer siempre en los tres primeros lugares del cuadro de honor general. Toda esa fascinación por los números hizo que decidiera estudiar ingeniería. Y no se equivocó.
En el 2012, Rodolfo ingresó a Ingeniería de Sistemas en la Universidad Nacional de San Antonio Abad. En el primer semestre enfrentó algunas complicaciones, debido a que tenía que ir a las cabinas de internet para completar algunas tareas.
Su madre, su gran soporte, lo ayudaría una vez más al comprarle con mucho esfuerzo su primera computadora.
Ese recuerdo me enorgullece mucho y lo valoró cada vez más, especialmente ahora que vivo rodeado de computadoras, nos dice conmovido.
En los últimos años de estudio, sus ganas de aprender y conocer lo que tenía por ofrecerle el mundo le plantearon la posibilidad de buscar una beca para una maestría en Brasil.
Y así fue. Un año después de terminar la universidad con honores se encontraría cursando una maestría en Ciencias de la Computación en la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil.
“Gracias al apoyo que me dieron mis compañeros y mis asesores de tesis, me animé a buscar formas de poder salir del Cusco para superarme y encontrar un mejor futuro”, manifestó agradecido al recordar esos momentos.
En Brasil pudo adaptarse con éxito. Del mismo modo, forjó amistades que mostraban particular curiosidad por saber de su lugar de origen.
“Lo que más me gustó fue recibir halagos sobre mi tierra; definitivamente, con esto aprendí a valorar más lo que tenía”, afirmó.
A poco de finalizar la maestría, decidió presentarse a una convocatoria efectuada por Microsoft en Sao Paulo, a la cual casi no asiste porque no le alcanzaba el dinero para el bus. Sin embargo, se las ingenió para llegar a la que sería la oportunidad de su vida.
Logró que le otorgaran la pasantía e ir a Estados Unidos, donde se encuentra la sede principal de Microsoft. Se desenvolvió con tal destreza que esa multinacional lo quiso de vuelta, pero esta vez para formar parte del equipo de manera oficial.
Así, al terminar la maestría tuvo que esperar un par de meses para que saliera su documentación y obtener la visa. Rodolfo decidió invertir ese tiempo y empezar a cursar el doctorado en Informática, en la misma universidad brasileña que le abrió las puertas para su estudio de posgrado.
El ingeniero cusqueño se mudó en marzo del 2020 a Washington, Estados Unidos. Admite que su etapa de adaptación ahí fue más fácil debido a que ya había tenido la experiencia de vivir en un país ajeno al suyo, como lo fue Brasil. Si bien se le dificultó un poco por la pandemia del covid-19, no se amilanó para nada.
En la actualidad, trabaja en el área de Microsoft Azure, una nube pública de pago por uso que te permite compilar, implementar y administrar rápidamente aplicaciones en una red global de centros de datos.
Se encarga de hacer un seguimiento en la programación neurolingüística (PNL) de los historiales clínicos, para que estos puedan generarse de manera automática en tiempo real, sin dejar de lado la privacidad de los datos del paciente.
Del mismo modo, se encarga de liderar proyectos de incubación que incluyen colaboración entre equipos, análisis de oportunidades de mercado y el desarrollo de aprendizaje automático de la PNL.
Rodolfo Quispe ha demostrado que la constancia es pieza clave para alcanzar los objetivos propuestos. Y si de algo estamos seguros es de que este talento cusqueño seguirá representándonos tan bien como lo ha hecho hasta ahora.
“El talento te puede ayudar, pero la constancia y las ganas son las que definirán tu suerte”, nos dice a modo de despedida. Y tiene toda la razón.
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(FIN)VDV/RES
Publicado: 28/12/2022