Cada vez que Leoncio Quispe, de 75 años, se sienta frente a su gran telar y elige los hilos de colores que usará en su nueva jornada de trabajo, recuerda la sonrisa de su primer amor, doña Emilia Mallcco, a quien conoció en 1967 en una tradicional trilla de cebada de Huancavelica y con quien formó una hermosa familia con 8 hijos, pero lamentablemente falleció a causa de un derrame cerebral en el 2008.
Tras evocar aquellos pasajes de su vida, sus ojos se enrojecen y brillan de una forma peculiar, que lo llevan a hacer una pausa, respirar hondo y, luego de un conmovedor suspiro, sonreír.

“Por mi esposa me dediqué al arte del tejido. Le gustaba lo que hacía y por eso en cada manta que hago pienso en ella”, agrega el adulto mayor, quien ahora es parte del programa Pensión 65 del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis).
Mientras que los hilos se unen al ritmo del pedal del telar, Quispe Areche cuenta cómo se enamoró de Emilia Mallcco, a quien describe como una mujer luchadora y aguerrida, pero a la vez dueña de un tierno y sincero corazón, como si fuera un cofre que protege un gran tesoro.

“Nos conocimos porque éramos vecinos. Un tiempo practicamos el ayni en nuestro pueblo, que es la cosecha de cebada, y su papá le pidió apoyo al mío. Antiguamente se hacia la trilla, el desgrano a puro zapateo y pisoteada. Los jóvenes hacían eso, mientras las mujeres preparaban la chicha de jora. Ahí le comencé a decir cosas bonitas, ella solo se reía. Paseamos por el pueblito hasta que un día me declaré. Ella aceptó y al final tuvimos 8 hijos”, relata.
Soporte e impulso
Cuando tenía 22 años, don Leoncio hizo realidad su sueño de seguir el legado de su tío Gabino Quispe, de quien heredó todos sus conocimientos sobre el tejido artesanal.

“Un día, mi tío salió a jugar con sus amigos e ingresé a su telar. Avancé una parte de su trabajo y aún con fallas, me felicitó por mi esfuerzo y atrevimiento. Me tomó como aprendiz para dedicarme a esto, pero no quería dejar de lado a mi familia solo por el trabajo”, precisa.
Fue en ese momento que su esposa le dio el soporte y el respaldo que necesitaba para internarse unos meses en otro anexo de su localidad.

“Gracias a ella, no dejé de tejer, así perfeccione mi técnica y con el tiempo compré mi propio telar y empecé con ponchos y alforjas. Mis vecinos quedaban encantados con mi trabajo y me compraban. Ahora, gracias al programa Pensión 65 puedo mostrar mis productos en las ferias que se hacen con la municipalidad”, comenta don Leoncio, sobre las ferias de la iniciativa Saberes Productivos; mientras coge una manta y la alza para continuar: “Tejeré hasta mis últimos días, porque así recuerdo a Emilia, el amor de mi vida”, afirma.
Taller en Lircayccasa
A sus 75 años, Leoncio sigue trabajando, a tal punto que su taller se ha convertido en un punto clave para los turistas que visitan el centro poblado Lircayccasa, distrito de Congalla, provincia de Angaraes (Huancavelica). El usuario de Pensión 65 del Midis, también da clases a escolares en la municipalidad provincial. “La mejor forma de dejar mi legado es con los niños”, concluye.
(FIN) NDP/LZD