A los 15 años, Sofía Vásquez asimiló la idea de que la vida es un vaivén de emociones, que generan momentos buenos, malos y angustiantes, y que la única salida para sacar adelante a los que más amas es la resiliencia. Ahora, con más de siete décadas, recuerda con nostalgia algunas vivencias que la hicieron madurar muy rápido e imaginó qué hubiera pasado si no cambiaba sus muñecas por grandes responsabilidades para su edad.
“El sueño de la fiesta de mis 15 años no pude celebrarlo como otras amigas pues para ese año, quedé huérfana. Me he quebrado en más de un momento, pero además de secar mis lágrimas, me armé de valor para avanzar porque me hice cargo de mis hermanos menores. He trabajado muy duro para que nos les falte nada, no me quedó más que sacrificar mis estudios, porque no llegué a terminar la secundaria”, relata.
Desde ese momento, tuvo que transformar el dolor en motivación. Recordó las enseñanzas de su madre a su corta edad: amasar pan, cocinar, tejer, bordar flores en bolsos, elaborar carteritas, y sobre todo hacer muñecas de cerámica.
“Primero hago los moldes de los cuerpos. Después, cuando comienzo con la carita, me concentro para hacer todo lo pequeñito, que deben quedar muy bonitos. Les pongo los sombreritos de panca, trajes de flores en miniatura, que a veces pueden ser de plástico. Con los años fui mejorando la técnica. Mi mamita hacía algunos para vender y otros para jugar en casa. Quién diría que ahora hago lo mismo. Siento que en cada pieza recuerdo la infancia que aún guardo en mi corazón”, confiesa sumergida en sus sentimientos.
Fuerza de voluntad
Los años pasaron y Vásquez Martínez encontró una pareja con quien compartir la vida. Sus hermanos crecieron y tomaron diferentes rumbos, mientras que ella encontró el amor y formó un hogar, en el que tuvo 9 hijos. Por azares de la vida, los problemas volvieron y tuvo que sobrellevarlos de nuevo.
“Mis hijos más pequeños me ayudaban a hacer las muñequitas. Debía mirar hacia adelante, con el sueño de que todos ellos crezcan sanos y con ganas de trabajar”, expresa con la voz entrecortada.
La voluntad de Sofía Vásquez se tornó inquebrantable. Se inscribió en un programa de educación complementaria y terminó la secundaria que dejó de lado cuando fue adolescente. Después, por su gran habilidad con sus manos, decidió formar una asociación respaldada por sus hijos.
“Fue difícil, pero nunca perdí mi fe en Dios. Un día, en la municipalidad de Chota me dieron la noticia que ya estaba en el programa Pensión 65 y que podía llevar mis trabajitos en los Encuentros de Saberes Productivos. De verdad eso es una gran motivación ya que puedo llevar alguito de dinero a casa”, asevera y de inmediato dibujó una sonrisa en su rostro.
Costumbres hechas arte
La usuaria de Pensión 65 nació en el centro poblado San José, distrito de Chimbán, provincia de Chota, departamento de Cajamarca, y su talento la llevó a ser una de las referentes de su localidad.
“Mi asociación se llama Llacta Maki, costumbres de mi tierra hechas arte. Y con el respaldo que hemos recibido, hemos participado en diferentes encuentros de saberes y ferias a nivel regional. Hasta, en un momento pude mostrar mis hermosas muñecas y otros trabajos que hago con mucho amor en la embajada de Estados Unidos”, resalta finalmente doña Sofía Vásquez.
(FIN) NDP/LZD