Cuando Fernando García Pardo abrió los ojos por primera vez, el 17 de setiembre de 1945, la mujer de nacionalidad española que lo trajo al mundo con tanto amor cerró los suyos para siempre. Después de 79 años, el adulto mayor natural de Palpa (Ica), decidió compartir los momentos más impactantes de su vida y que le permitieron formar su personalidad, a base de resiliencia y la fiel creencia de que “después de la tormenta viene la calma”.
Con la voz entrecortada, confesó que nunca conoció a su madre y que su padre, quien trabajaba como agente de seguridad en un burdel de la calle San Martín en la zona de El Papayo, asumió su cuidado. “Podría decirse que las señoritas y señoras que trabajan ahí lo ayudaron a criarme”, recordó el septuagenario.
A su memoria viene que sería a los 6 años, que surgió su interés por el dibujo y las esculturas de las iglesias y capillas. Empezó con algunos trazos en tierra y cartones; también visitaba los templos católicos y observaba con mucho detenimiento las imágenes de las vírgenes.
“Como era huérfano, creía que mi madre podía ser como una virgen y siempre les hablaba. Luego me di cuenta que jamás me responderían. Un día, después de cumplir 7 años, me perdí y al no encontrar a mi papá, entré a una iglesia, me quedé dormido; luego un cura me despertó, me dio desayuno y como me vio desamparado, terminó por internarme en un Centro Infantil del Rímac (Lima). Así, de pronto empecé a convivir con otros 160 niños; casi todos recibían visitas, menos yo”, agregó.
En esos años de soledad y tristeza, Fernando García se aferró a lo que más amaba: el arte. “Una tarde en el albergue, tras el almuerzo, algunos compañeros me vieron dibujando y seguro que les habrá gustado lo que hacía porque me pedían retratos y me pagaban con frutas u otros alimentos que les llevaban quienes los visitaban. Viví ahí 8 años”, relató el pintor que en el 2025 cumplirá ocho décadas.
El camino del arte
“Antes de salir del internado, me dijeron que estaba listo para ser sacerdote. Era un buen muchacho y tenía el don del desprendimiento, de entregar todo por ayudar a los demás. Sin embargo, recordé que mi madre cierta vez tomó una decisión siguiendo lo que le dictaba su corazón; ella, una gitana, era de Andalucía (España) y su familia le pidió regresar a su país, pero decidió quedarse acá por mí, ya que estaba embarazada”, profundizó don Fernando, quien también es usuario del programa Pensión 65.
Fue así que siguió ese ejemplo y Fernando se escapó. Dejó la religión de lado y volvió a Palpa para perfeccionar su técnica como artista. Ahora, que ya tiene la cabellera y las cejas plateadas, ve cómo sus hijos lo visitan y lo quieren a pesar de las adversidades, además del cariño de los vecinos, que lo conocen popularmente como “El retratista gitano de Palpa”.
Soporte emocional
Una de las frases que García Pardo utiliza con frecuencia es: “Hay que hacer el bien sin mirar a quien”. Ese legado lo asimiló su hija Evelyn, quien es parte del cuerpo de bomberos de Palpa y lo ayuda a vender sus cuadros. Don Fernando ofrece sus pinturas a los turistas que llegan a Ica, hace retratos a pedido y enseña a los niños que se interesan por el arte. Lo pueden contactar al celular de su hija, 974 635 161. “Soy el soporte emocional de mi papito, que a pesar de las dificultades siempre nos mostró su amor y nos inculcó valores”, concluyó Evelyn.
(FIN) NDP/LZD
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Publicado: 9/11/2024