El distrito jaujino de Molinos se caracteriza por sus hermosos paisajes y por sus sabrosos frutos silvestres como el tumbo, las guindas y el capulí, y por la famosa Colina Puyhuan, que en español significa “donde nace la vida”. Allí, en medio de esa exuberante naturaleza, vive Eugenio Huamán Miguel, quien lleva en sus manos recias, pero habilidosas, el saber del tallado de la madera.
Aunque don Eugenio confiesa que se siente con menos fuerzas debido a su edad, no deja de tallar, no deja de sacarle forma al aliso para elaborar objetos utilitarios para la cocina como cucharones y recipientes, y también juguetes para los niños como camiones, helicópteros, muñecos y réplicas de animales.
A sus 78 años, cuenta que su saber aún le permite tener algunos ingresos económicos los cuales comparte con su compañera de toda la vida Zoila Franco. Ambos son usuarios de Pensión 65 y dicen que, gracias a la subvención que le entrega el Programa, pueden enfrentar las necesidades más urgentes de su hogar.
Eugenio cuenta que nació en el distrito de Masma, también en Jauja, y que su madre se llamó Nicolasa y su padre Bernando. Tuvo seis hermanos, tres mujeres y tres varones, pero él único que aprendió el tallado de la madera fue él.
“De todo hacía mi papá. Trabaja tapiando (así se le decía antes a la construcción de casas de adobe), en la chacra y también tallando la madera. Yo miraba cómo hacia los objetivos y así aprendí”, cuenta.
Y aunque solo fue al colegio hasta el tercer año de primaria, don Eugenio dice que le hubiera gustado terminar de estudiar para “ser otra cosa”, pero no había dinero ni el tiempo necesario para que pudiera seguir estudiando.
Tuvo siete hijos, de los cuales tres fallecieron a causa de enfermedades. Esa es una etapa triste de su vida que prefiere no recordar. Lo que si le gusta rememorar son sus años de pelotero. “Era muy bueno jugando futbol. Me invitaban de varios pueblos para jugar. Hasta Huancayo fuimos a campeonar”, recuerda.
Lo que más lamenta don Eugenio es que ninguno de sus hijos ha manifestado interés por su saber y tampoco ninguno de sus 10 nietos. “Ojalá que los niños vecinos sí se animen a prender, de lo contrario este arte se irá conmigo”, dice con tristeza.
Y aunque hoy el dolor de las articulaciones no le permiten ir en busca de todo el aliso (madera) que necesita para hacer sus artesanías, él sigue produciendo. Su taller está lleno de artículos de madera y también juguetes que luego ofrece a sus vecinos y en ferias de distritos cercanos. Pese a sus años, don Eugenio siempre está ocupado, más aún ahora que su esposa empezó a manifestar dolencias. Por eso, dice, no tengo tiempo para nada. “Ni siquiera para soñar”.
(FIN) PTM/LZD