Cuando fallecieron sus padres, Celestino Aquino Villar, de 76 años, quedó con un vacío en el corazón y el alma, pero fue gracias a la crianza de cuyes que logró sobrellevar la difícil etapa del duelo dado que se convirtió en una especie de terapia emocional.
Empezó en su natal Otuto, en la provincia cajamarquina de Cajabamba, con 20 pequeños animalitos, dedicándoles mucho tiempo y cariño.
Un día, mientras compraba alfalfa y panca para sus roedores, conoció a Sofía Méndez, quien se convirtió en el amor de su vida y fue el impulso que necesitaba para expandir su conocimiento ancestral a Chao, provincia de Virú, en la región La Libertad. Es así que en 1990 la pareja y el menor de sus nueve hijos viajaron con la ilusión de empezar de cero y fortalecer el pequeño negocio.
Los años transcurrieron y don Celestino se posicionó como un experto criador de cuyes. Pasó a tener más de 200 cuyes, lo que tomó como una señal de Dios y una segunda oportunidad que le dio la vida tras perder a sus progenitores.
Lamentablemente, todo emprendimiento tiene altas y bajas. La pandemia de covid-19 golpeó este hogar y provocó que varios animalitos se perdieran y, por tanto, la disminución considerable de la producción.
Fue en ese panorama que el personal del programa Pensión 65 y de la Municipalidad de Chao ubicaron a Aquino Villar, dándole el aliento y las facilidades para que retome su actividad y participe en los encuentros de Saberes Productivos, una intervención que revalora los conocimientos y costumbres de los adultos mayores como es en su caso, la crianza de cuyes.
A la fecha, tiene más de 20 especies. “Estoy seguro que nuestro país guarda la mayor población de cuyes, lo que se debería explotar porque su carne es muy saludable y deliciosa. Cuando perdí a mis padres, estos animalitos se convirtieron en mi refugio, sentí su inocencia y fiel compañía. Más aún por ellos conocí a mi esposa con quien nos dedicamos a la crianza. Hemos pasado por años muy duros, pero juntos los hemos sobrellevado y seguimos adelante”, declara con mucho entusiasmo.
Conexión con la naturaleza
Uno de los recuerdos más valiosos que guarda don Celestino es la conexión con la naturaleza que le enseñó su padre. Mientras que su madre le dejó como herencia secretos tradicionales que puede aprovechar con los insumos que tiene alrededor, como hierbas medicinales y la crianza de animales.
“Viendo a mis padres y conociendo en base a mi experiencia, aprendí a criar cuyes, separarlos por especie, genero, tamaños y venderlos. Me sirvió de apoyo económico, porque cuando llegué a vivir a Chao, con esa labor pude sacar alimentar a mi familia. Claro que hay momentos complicados, pero el soporte que me dieron mi esposa y mi hijo, fueron los que me impulsaron a continuar. Ahora, no solo seguimos con el emprendimiento, sino que nos sentimos útiles en nuestra comunidad. Traje un pedacito de mi natal Otuto a mi hoy amado Chao, una muestra de lo rico que es la diversidad cultural”, reflexiona.
Dispuesto a aprender
Celestino Aquino no solo se dedica a la crianza de cuyes. Su esposa, Sofía Méndez, se ha convertido en pieza fundamental en este emprendimiento, por lo que el usuario de Pensión 65 también busca aprender nuevos talentos con su esposa para aprovechar el tiempo.
Es así que un amigo cercano les ha empezado a enseñar a remodelar el calzado. “Un amigo que viene de Chimbote y trabaja en la Plaza de Armas de Chao, nos está explicando su trabajo. Hay que estar dispuesto a aprender nuevas cosas, porque es la mejor forma de crecer”, resalta finalmente.
(FIN) NDP/LZD