Aquel niño que dormía abrazado a un balón y que recibía un chocolate de Gerd Müller por cada gol que anotaba ha despertado bruscamente. Paolo Guerrero no estará ante Nueva Zelanda en los partidos de repechaje (ida y vuelta), pero sigue soñando junto con los 30 millones de peruanos con llegar al Mundial.
Paolo Guerrero tiene 33 goles con Perú. Uno por cada año de vida. Es el ídolo de niños que en las laderas de Lima tocan la pelota en canchas de fútbol polvorientas y sueñan ser como él. La FIFA lo ha suspendido por 30 días tras un resultado analítico adverso en un control antidopaje luego del duelo con Argentina. El país espera que solo sea un susto. Un mal sueño del que despertarán victoriosos.
El Depredador en situaciones difíciles se vistió de su apellido para impulsar a sus compañeros y lograr buenos resultados. El último fue contra Colombia: sobre la agonía del partido lo empató de un pícaro tiro libre y puso a Perú en el repechaje. Justamente él, hoy, está en medio de la crisis.
Nacido en el distrito de Chorrillos, un barrio costero del sur de Lima, a Paolo siempre le gustó el fútbol. "Él siempre fue responsable desde pequeño, cuando tenía que jugar, un día antes no salía, se acostaba temprano", cuenta su madre, Petronila Gonzales, aquella que confía en que su hijo saldrá bien librado.
"Todos saben qué clase de jugador y qué clase de persona es Paolo. Es una calumnia. Lo he dicho bien claro: yo por mi hijo, mato", advierte.
El ídolo de la selección
En los últimos diez años, Guerrero se ha convertido en un referente de un nuevo estado de ánimo del seleccionado. Con base en su contagioso empuje dejó atrás la imagen claudicante que caracterizaba a Perú en eliminatorias. Hoy es un equipo batallador y fuerte.
Es el goleador histórico de Perú con 33 dianas en más de 80 presentaciones internacionales y considerado por la crítica uno de los mejores atacantes de la eliminatoria sudamericana. A base de garra, fortaleza física y técnica Guerrero se ha ganado a pulso un sitial en la historia del fútbol de su país.
En esta eliminatoria, la cuarta que disputa Guerrero, el jugador del Flamengo se puso el equipo al hombro, renunció a individualismos y devino en un obrero más a las órdenes del DT, el argentino Ricardo Gareca, solidario y luchando hasta el último segundo del partido, brindando a Perú un aire del que carecía.
Nacido para el fútbol
"Mi familia es muy futbolera. No sé si me lo inculcaron, yo ya nací con la pelota. Por eso, al año (que nací) cogí una pelota por primera vez. Para cuando tenía 6 años entré a un equipo y desde allí, ya pensaba en ser futbolista de grande y nunca tuve duda", contó en una entrevista el 2015.
Irónicamente, no debutó en Perú, donde se formó en las divisiones menores de Alianza Lima, sino en Alemania, el 2004, en el Bayern Múnich. Fue formado por el goleador alemán Gerd Müller, quien le ofrecía un chocolate por cada gol que convertía, según contó la madre de Guerrero.
En el Bayern estuvo cuatro temporadas alternando en el equipo titular. Anotó 10 goles en la Bundesliga y dos en la UEFA Champions League.
Pasó al Hamburgo el 2006-2011 y convirtió 37 goles. Emigró a Brasil el 2012 para jugar por el Corinthians, al cual llevó a conseguir una Copa Mundial de Clubes gracias a una anotación suya. Fue goleador del Timao con 54 tantos.
Al Flamengo llegó el 2015, y con sus goles y coraje para burlar a defensas rudos se transformó en ídolo de la torcida. Ya lleva 41 tantos. Pese a las circunstancias, el Mengao destaca su conducta ejemplar.
La suerte de Guerrero se conocerá en un mes. Por ahora se perderá el repechaje contra Nueva Zelanda, aquel que él mismo consiguió. "Mi sueño es llegar al Mundial", ha admitido aquel atacante que ha dejado a Perú a un paso de volver a una Copa del Mundo, después de 36 años de ausencia. Todos lo quieren de vuelta.
(FIN) AFP/JSO
GRM
Publicado: 9/11/2017