Andina

"Me preparé para emergencias y desastres, pero el covid fue como una guerra”

A dos años de la primera cuarentena, médico que perdió a su padre brinda testimonio de lo vivido

Carlos Felipe Roca, médico del Hospital Emergencia Ate Vitarte, toma esta foto durante la boda de su hermano, en febrero del 2020. Un mes después todo cambió en su servicio y en el país.  ANDINA/Difusión

Carlos Felipe Roca, médico del Hospital Emergencia Ate Vitarte, toma esta foto durante la boda de su hermano, en febrero del 2020. Un mes después todo cambió en su servicio y en el país. ANDINA/Difusión

05:52 | Lima, mar. 16.

Por Karina Garay

Si alguien estuvo tempranamente preparado para un desastre fue sin duda Carlos Felipe Roca, médico emergenciólogo del Hospital de Emergencias Ate Vitarte. Sin embargo, afrontar una catástrofe como el covid-19, una guerra que aún no termina y que se llevó a su padre, superó cualquier especialización.

“Haciendo un paralelismo con lo que estamos viviendo ahora en el mundo, esto ha sido una guerra y nosotros somos unos sobrevivientes”, comenta Roca a la Agencia Andina, al cumplirse hoy, 15 de marzo, dos años de la primera declaratoria del estado de emergencia en el Perú. 

Recuerda con nitidez los primeros meses de adaptación a esta nueva realidad y la sensación de estar atados de pies y manos para algo tan desconocido como descomunal.   

El sistema de salud peruano estaba roto y la pandemia nos lo enrostró de la forma más dolorosa. Si se pudo resistir, sostiene, es porque se trabajó en red, gracias a un tejido humano que se alimentó de la palabra resiliencia.   

A pesar de que todos enfrentábamos situaciones negativas en recursos, conocimientos, en pérdidas familiares, tratamos de salir adelante. Fue por la resiliencia. Nadie estaba preparado para vivir lo que vivimos”. 

A sus cortos 35 años, parece haberlo visto todo en materia de desastres y si bien intenta rememorar sin dolor, impotencia o culpa, por momentos se le hace muy difícil.


Carlos Felipe Roca pide a la población no olvidar que la pandemia aún no termina y que debemos seguir con los cuidados que ya todos conocemos. 

“Terminé la carrera a los 23 años, la especialidad la arranqué en 2016 y como especialista llevo unos cuantos, pero sí, esto nos cambió todo; la perspectiva de las cosas, la forma en cómo afrontarlo todo. Siempre recordaré los primeros meses, la tensión del día a día se volvía más lúgubre. Tuvimos que tomar decisiones muy duras”.

Jefe de guardia 

Entrenado para tomar “decisiones frías, rápidas, calculadas en beneficio del paciente, además de buscar optimizar los recursos para salvar a la mayor cantidad de población”, esto lo superó. 

“En muchas noches me tocaba ser jefe de guardia, comandar el equipo de ventilación y teníamos que decidir entre 100 pacientes quién ingresaba a esos dos únicos ventiladores que teníamos. Filtrar esa lista, ver quién tenía mayor probabilidad de sobrevivir, era duro. Creo que nadie tiene la certeza de la carga emocional que hemos tenido que pasar”. 

Ayudaron a todos quienes pudieron, incluso a los que ya no tenían más opciones que despedirse. 

“Algo de culpa tenemos o sentimos porque no podíamos dar más y vimos morir a mucha gente frente a nuestros ojos, por más intentos que hacíamos o recursos que buscábamos. En algunos casos, lo único que podíamos hacer es darles un proceso final de la vida sin dolor, tratarles de calmar la angustia, la desesperación y acompañarlos porque estaban solos”.


Un despertar que no llegó 

Y en medio de este ejercicio de catarsis, siempre contenido, recuerda las conversaciones con sus padres. 

“Les decía, no se imaginan lo que vivimos, vemos, sentimos y sufrimos aquí. No deseaba que nadie que yo amo viera esto. (Da un suspiro prolongado). Hay escenas que vienen a mi cabeza y lo único que pido es que no volvamos nunca a vivir, como sociedad, una cosa así. Fue una catástrofe”.

Considera que no existe persona que haya permanecido incólume al embate de lo que ha significado esta pandemia. Ni él mismo y de forma tan cercana.

“Junto al equipo con el que trabajo pude atender a mi papá y tuve que tomar la decisión de entubarlo, ingresarlo a ventilación mecánica. Quizá haya sido la decisión más dura que he tenido que tomar en mi vida. Se infectó durante la segunda ola”. 

Y él que acompañó a muchos pacientes en su “nuevo despertar” tras salir de cuidados intensivos y participó en las celebraciones de despedida de quienes por fin se iban a su casa, no pudo hacer lo mismo con su padre, quien estuvo 21 en Unidad de Cuidados Intensivos.  

Cuando fue el día del emergenciólogo, su padre, quien aparece de espaldas, le hizo pegar un plástico en toda la puerta de su habitación y le puso unas bolsas como brazos para adentro y para afuera, para poder abrazarlo

“No sé si por suerte o no, pude estar con él hasta los últimos momentos de conciencia, de estar despierto. El hecho de recordarlo con esa insuficiencia respiratoria, con los sonidos que hacía cada vez que quería ventilar o hablarme, ha sido lo más más duro de toda mi vida y de mi profesión. Fue algo muy frustrante para mí. Algo muy decepcionante, triste, doloroso. Sentía que había fallado”. 

Sin deseos de ir al trabajo  

Reconoce que hubo días en los que ya no tenía ganas de ir a trabajar, como muchos profesionales con los que trabajaba en emergencia. Pero cuando se sentía secuestrado por el terror y la tristeza, se aferraba a un salmo bíblico enseñado por su mamá.  

“El señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo…”


Llegó a experimentar ansiedad y depresión, las que pudo manejar y resolver gracias al apoyo psicológico y del grupo humano que lo acogió en el Hospital Emergencia Ate Vitarte, a donde llegó en marzo del 2020, tras dejar el Hospital Alberto Sabogal Sologuren.

“Formaron una familia para mí. En medio de todo esto pudimos ver en nuestro compañero de trabajo, enfermero, técnico, médico, personal administrativo o asistencial a un hermano más que te cuidaba. Si teníamos que reír, reíamos, si teníamos que llorar, llorábamos. Todo eso nos ayudó a continuar”.

Durante el cumpleaños de uno de los compañeros de guardia. Como no podían soplar pusimos una vela en el celular para poder celebrarlo.

"Las vacunas me han salvado"

Sus “cuidados extremos” frente al covid-19 funcionaron a lo largo de este tiempo y permaneció libre de covid-19 hasta enero de este año, 2022.  

“En mi casa me aislaba todo el tiempo, no compartía con mi familia y, si lo hacía, siempre era con mascarilla. Lamentablemente, mi familia se contagió antes de la vacunación y mi papá llevó la peor parte. Tenía 64 años y ninguna comorbilidad. En mi caso, durante los primeros días mi saturación bajó hasta 91. Estoy consciente que hice una neumonía, con 5 a 6 días con fiebre, malestar y gripe, pero lo pude resolver con paracetamol y asintomáticos en casa”. 

“Si no me compliqué fue por la vacunación. Las vacunas me han permitido seguir trabajando; sin eso estoy casi seguro de que habría sido un número más en las estadísticas”. 


Prevenir, prevenir, prevenir

Cree que, a dos años de la pandemia, el país ha demostrado la enorme capacidad de resistir de los peruanos, de salir adelante pese a la adversidad.  

“Hemos demostrado una capacidad de resiliencia. Actualmente, la salud mental está mucho más en boga. La gente tiene mejores conocimientos, hay mayor apertura y ya está dejando de ser un estigma”.

Destaca que fue determinante aceptar que necesitaba ayuda y por eso no dudó en iniciar una terapia psicológica para procesar el duelo por su papá y todo lo afrontado este tiempo.


Afirma que lo vivido debe dejarnos lecciones claras, como la importancia de la salud preventiva, de hacernos controles y evitar problemas como la diabetes, la hipertensión o la obesidad, tres patologías que fueron determinas en la muerte prematura de muchos adultos mayores e incluso jóvenes. 

“Debemos trabajar primero en tener una buena salud, mejorar nuestros hábitos alimenticios, evitar el consumo de licor, cigarros, grandes cantidades de harinas, carbohidratos o azúcares que producen predisposiciones a enfermedades metabólicas y son el sustrato para enfermedades como la diabetes, presión arterial y otras patologías como el cáncer”.

Pidió recordar que la pandemia no ha terminado y que aún hay muchas personas sin vacunar y son un peligro para lograr la ansiada inmunidad de rebaño. Mientras la alcanzamos, recomendó mantener el uso correcto de la mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social que aun pueden salvar muchas vidas.  

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(FIN) KGR/RRC

Publicado: 16/3/2022