El Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes alberga la mayor extensión de mangles del país y una diversidad única de fauna silvestre representada por reptiles, aves, moluscos, crustáceos y peces.
En esta área natural protegida, ubicada en el departamento costero más septentrional del Perú, la concha negra es una de las especies que sostiene la economía de las comunidades pesqueras. Este molusco bivalvo, que es la estrella de la gastronomía tumbesina y en especial del emblemático y suculento “ceviche de conchas negras”, es altamente vulnerable y corre peligro de desaparecer debido a su sobreexplotación y afectación de su hábitat.
Para proteger a esta y otras especies del Santuario Nacional, la Iniciativa Pesquerías Costeras (CFI en inglés), liderada en Perú por el Ministerio de Ambiente, con soporte técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lleva a cabo un modelo piloto donde las mismas comunidades pesqueras gestionan esta área y participan en una investigación para crear, con ayuda de la ciencia y la tecnología, semillas de concha negra para repoblar los manglares.
“Vivimos del manglar y tenemos que cuidarlo. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?”, asevera Wilfredo Infante, presidente de Los Tumpis, una de las seis asociaciones que conforman el Consorcio Manglares del Noroeste, que ha firmado un acuerdo de gestión con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).
Para eso, se realiza la investigación para la producción de semillas en el laboratorio Incabiotec, con apoyo de CFI junto al Gobierno Regional de Tumbes, el Sernanp y la Universidad Nacional de Tumbes.
“Nosotros fecundamos de forma externa los óvulos y espermas de conchas que dan paso a un huevo”, explica Krizia Pretell, especialista de Incabiotec. Explica que para crear las semillas de concha negra, primero se realizan pruebas de laboratorio y una vez que están aptas son entregadas a los extractores y extractoras para que sean plantadas en los manglares.
Por su parte, Jhon Puse, vicepresidente del consorcio, indica que una vez recibidos los lotes de semillas, se llevan al área del piloto comunitario para darle mantenimiento, limpieza y que crezcan. Para esto, el laboratorio ha capacitado a las comunidades a fin de que conozcan el proceso que debe tener la concha negra hasta ser aceptada por el manglar.
“Estas semillas al cabo de un año podrían dejar su propia descendencia en el ecosistema del manglar. Una sola concha negra puede producir de 200 a 300,000 larvas”, asegura Rosa García, jefa del Santuario Nacional. A la fecha, el piloto ha logrado sembrar 64,000 semillas en la isla Chalaquera del área.
Esta experiencia forma parte de la lucha global por un futuro sostenible que este año se fortalece con el inicio del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas. Hasta el 2030 la ambiciosa meta es poner fin a la degradación y sumar esfuerzos para que los ecosistemas sigan brindando los beneficios que todos y todas necesitamos.
(FIN) NDP/LZD/MAO