El zapateo –profano, altivo, alegre, solemne– se escucha desde la avenida Alfonso Ugarte y va calentando la húmeda mañana capitalina. Ha venido desde Pasco envuelto en un pañuelo y chalequito; y ya se dice que es un canto de leyenda.
Cuando le pido a Eusebio ‘Chato’ Grados que nos regale un canto, deja ese hilillo de tono displicente y eleva la voz. Transmuta; y de su garganta algo portentoso y vigoroso surge. Una muliza, un huaylarsh. Así de fuerte es el canto huanca, señores. Chato Grados goza de su segunda vida. Es el ave fénix de la música andina. Por ahora, solo piensa en soplar a lo grande las velas de sus 50 años de bodas artísticas.
Grados sabe distinguir con el oído a sus seguidores más antiguos, son los que, cuando va a cerrar las presentaciones, le gritan ‘Una patria sin pobres’, la muliza de Bernardo Melgar que le valió en 1987 el prestigioso premio Urpicha de Oro. El Chato no puede darse el lujo de despedirse del escenario sin interpretarla.
¿Cuál es su filosofía para escoger canciones? “Todas las canciones que tengan un contenido bueno las acepto”, dice.
Y la política también lo tentó. En el 2000, tuvo una aventura política en las filas del partido UPP. Fue un momento agrio porque le pidieron que se retire cuando estaba en el cuarto puesto, aunque era favorito.
Ahora ha venido a cantar a capella su nueva canción, ‘Gracias, Señor’, que dice “Tan solo quiero cuando yo me muera, junto a mi tumba esté mi guitarra, que mis canciones sean la plegaria de esta mi vida, errante y bohemia”. “Yo soy cristiano, soy católico y le he dedicado esta canción al Padre Todopoderoso que me devolvió la vida”. Porque en el 2016 enfermó gravemente y pasó año y medio internado en hospitales por el cáncer de la médula ósea y la insuficiencia renal crónica que lo tiene dializándose permanentemente. Chato Grados es el renacido del folclor.
Profesor-cantor
Todo lo que ha aprendido en la “universidad de la vida”, lo que ha escuchado a sus antecesores, lo plasma Chato Grados en su escuela de canto popular. De todo tomó nota y lo ha pasado a su propio syllabus. “Los alumnos vienen y quiere cantar ya, yo les tengo que enseñar teoría”, dice. Coge su guitarra y sus alumnos lo escuchan, “mis enseñanzas han surgido efecto para que salgan buenos intérpretes que representan a nuestra patria”.
–¿Y le ha dicho a alguien no sirves para el canto?
–Muchas veces. No soy un mago de hacer cantantes. Debe tener condiciones. Hago un casting, si no veo condiciones en el postulante, no lo recibo.
He tenido mucha suerte o un ojo clínico. Han salido buenos cantantes de sus canteras: Sonia Morales, Susan del Perú, Karen Enriques, Príncipe Acollino, Angélica Gómez, etcétera.
Nace un artista
Eusebio Grados fue descubierto en 1969 por ese “Augusto Ferrando de la música andina”, el patriarca de la música andina, el promotor Luis Pizarro Cerrón, cuya caravana, al pasar por el asentamiento minero de Atacocha, en la región Pasco, lo descubrió, trastocó su historia y empezó a cantar en los coliseos de Lima, espacios que amparaban cada sétimo día la añoranza de los andinos recién llegados.
Pero su prehistoria es distinta: a los 7 años ya cantaba en las veladas musicales en Atacocha. Le gustaba subirse a los escenarios. “Mi hijo va a ser cantante”, decía su papá en las cantinas que frecuentaba. “¿Cómo el hijo de un borracho va a ser cantante?”, le refutaban sus amigos de trago y eso incomodaba al pequeño.
Pizarro Cerrón producía el único programa de música andina que se pasaba por entonces y tenía olfato para los talentos. Si bien Chato Grados ya cantaba desde el colegio, fue el encuentro con Pizarro Cerrón lo que le cambió la vida.
“Mi destino era ser minero como mi padre, mi abuelo y mis compañeros de estudio”, recuerda. O se hubiera dedicado al fútbol, que es su otra gran pasión (fue campeón tres veces gracias a su toque, como mediocampista y puntero izquierdo), hasta que se lesionó.
Cuando tuvo esa oportunidad de salir, el Chato juró a sus padres que solo volvería a Atacocha si era algo en la vida. Y lo cumplió: volvió en 1991, cuando su versión del huaylarsh ‘Pío-Pío’ sonaba a escala nacional.
Anécdota fundamental
Los escenarios donde cantaba en los setenta eran el Coliseo Nacional de la avenida Bolívar, en La Victoria, y el coliseo cerrado del Puente del Ejército, que hoy administra el IPD. Ahí pasaría una anécdota fundamental para dedicarse el arte:
Cantaba sus dos canciones mientras Flor Pucarina, la gigante del canto huanca, esperaba su turno tras bambalinas. Cuando bajó del escenario, el público no quería que cante Flor Pucarina, sino que vuelva el jovencito cerreño. “Canté hasta 10 canciones esa vez. Encima, la gente me tiraba plata, sombreros, muchas prendas. Fue un día muy importante para mí y me sentí mal porque seguramente ofendí la carrera artística de la señora Flor Pucarina”.
–¿Y qué género le gustaría grabar?
–He hecho muchas cosas en la vida. Se puede decir que he cumplido con mi cometido. Pero mientras Dios me dé vida, tengo que hacer muchas cosas más. (JVV/JVV)
Dato:
77 promociones han egresado en los 25 años de su escuela de canto popular.
El domingo 16, desde las 12:00 horas, celebrará sus bodas de oro en el coliseo Puno (Av. Las Torres 349, Ate).
Ha conducido programas en la TV desde 1998. Este año volvió a conducir el espacio La hora del folclorista, los martes y jueves, a las 13:00 horas, en Radio Santa Rosa.
Fue declarado Personalidad Meritoria de la Cultura por el Mincul y publicó la autobiografía El rey del Pío Pío y los personajes que marcaron su vida (2008).
(FIN) JVV
Publicado: 10/6/2019