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La última canción de Lucha Reyes: Murió hace 50 años y su canto se volvió eterno

Murió el 31 de octubre de 1973 en pleno Día de la Canción Criolla

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10:45 | Lima, oct. 31.

Por José Vadillo Vila

Hace 50 años, “La morena de oro de la canción criolla”, Lucha Reyes (1936-1973), dejaba este mundo para envolver en vuelo eterno su canto.

Cantar entre guitarras, como un pájaro que eleva su alma entre trinos. Era la consigna. El jueves 1 de noviembre de hace 50 años, fue el día que se escuchó a miles corear “Regresa”, un valse de Augusto Polo Campos hecho himno en ese pájaro cantor llamado Lucha Reyes.

¿Acaso existe mayor gloria para una canción que morar en la garganta de un coloso? 

El Perú entero avanzaba lento por el jirón Áncash, incrédulo aún por lo que radios y televisión daban cuenta: la muerte de la artista de solo 37 años. 

Coreaban, arrojaban flores, prestaban sus hombros al cadáver exquisito, que enrumbaba hacia el cementerio El Ángel (se demoraría más de cuatro horas en hacer el trayecto final). Paradójicamente, era un día soleado aquel feriado de Todos los Santos. 


El día anterior, 31 de octubre de 1973, los ánimos del Día de la Canción Criolla se desdibujaron antes del mediodía: Lucha Reyes, nombre artístico de la rimense Lucila Justina Sarcínes Reyes, había muerto en una fecha hecha para celebrar la música peruana.

El camino difícil 


Desde la niñez, había conocido del dolor y las carencias económicas, antes de lograr el efímero éxito tras debutar en el programa de aficiona dos, “El Sentir de los Barrios” (1950), que dirigía Julio César Alvarado, en Radio Victoria.

Luego, su primer matrimonio, un policía, la atormentaría con la violencia doméstica. Pudo salir de ese infierno, pero no le fue tan bien después. Fue madre dos veces y adoptó a una niña. Trabajó de todo antes de apostar por el canto, sin esperar aplausos.
Entonces, cuando parecía que su voz -que interpretaba con profundidad cada verso- la reivindicaría de los malos augurios y conocía la gloria, esos últimos tres años, su cuerpo empezó a fallarle: soportó hasta tres hospitalizaciones (el hospital Bravo Chico, primero, y luego el hospital del Empleado). Y en su cuadro médico final se conjugaban anemia, descalcificación y diabetes, entre otros males.

Dicen que cuando Lucha partió ya estaba agotada de ese ir y venir por los pasillos de los hospitales.

Como colofón, fallecería en el Día de la Canción Criolla y se enterraría en el Día de Todos los Santos, coronada con las lágrimas y cantos de multitudes.

Horas finales 


Pero dicen que tuvo una muerte dulce y súbita, como colofón de tanto dolor: “¡Ay, Jesús!”, alcanzó a pronunciar a las 8:45 a.m. cuando iba junto a Beto Gonzales en el taxi, que avanzaba por la avenida Guzmán Blanco, rumbo a la misa con la que la Asociación Peruana de Autores y Compositores (Apdayc), ese 1973, iniciaría temprano los festejos por el Día de la Canción Criolla.

Ese día se levantó gris, pero la diva se había despertado “risueña y juguetona”. Encendió la radio buscando emisoras que propalaban la música criolla, tarareó algo del repertorio y hasta se animó a bailar. “Lo que pasa es que hoy quiero cantar como nunca por este día [Día de la Canción Criolla]”, le dijo a Gonzales.


De lo de Apdayc, tenía previsto hacerse presente en el homenaje de Radio Victoria al Señor de los Milagros. Fue cuando el ataque al corazón le vino en el taxi y enrumbaron a emergencia de la Clínica Internacional, en el Centro de Lima, donde a las 9:30 horas anunciarían su defunción. 

El doctor Luis F. Fernández C. remitiría el certificado a las 11 de la mañana de ese día afásico.

Cumplir los deseos


Con su salud de pájaro herido, la estrella del cancionero peruano sabía que se iba a morir pronto y planificó los detalles de su adiós.

Pidió al compositor Pedro Pacheco Cuadros, de quien ya había grabado “Así lo quieres tú”, que le componga una canción para esa despedida presagiada. El creador chalaco la visitaba a diario como un biógrafo, y el resultado fue una melodía hecha a la talla de su voz: “Mi última canción”.

“Sé que pronto les tengo que dejar. Por eso quiero cantarles mi última canción”, dijo La Morena de Oro cuando semanas antes de fenecer, presentó su ulterior canción.

Dama coqueta, escogió también la peluca con la que quería ser enterrada. Y su amiga Berenigna Lazo se encargó de vestir sus restos con el hábito del Señor de los Milagros. 

A sus familiares había solicitado con anterioridad que sus restos fueran velados en el Centro Musical “Sentir de los Barrios Peruanos”, institución musical a la que estaba ligada desde el año 1950.

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Pero el local quedó pequeño rápidamente por la gran cantidad de gente que llegaba para despedirse de su ídolo y se tuvo que contratar una carroza para trasladar su ataúd a la Casa de la Cultura, en Lince, donde en las colas los anónimos se confundían con artistas vestidos de luto y personalidades y políticos: el general Juan Velasco envió al edecán de la Presidencia, comandante FAP Juan Carrera, quien oró frente al féretro y dio los sentidos pésames a los familiares de la artista a nombre del presidente. El militar era hijo de Juan Manuel Carrera, gestor a más señas del Día de la Canción Criolla, en 1944.

Recorrido y adiós


“¡Cómo ha fallecido Luchita Reyes!”, exclamaría acongojada Libertad Lamarque, de paso en el aeropuerto Jorge Chávez, rumbo a México, al enterarse de la muerte de su colega. “Sus discos circulan con mucho éxito en México, donde su popularidad tiene límites insospechables”

“Lucha Reyes sufrió mucho, pero nunca, en ningún instante de su vida, dio cabida al rencor en su amoroso corazón”, dijo el sacerdote José Garmendia en el responso de cuerpo presente que ofició a las 10 de la mañana, del 1 de noviembre, en la iglesia San Francisco de Asís, en el corazón de Lima: el gentío se enjuagaba las lágrimas y no había espacio vacío en todas las naves de la basílica; ahí también escuchaban contritos todos los jugadores del club Alianza Lima, del cual la Morena de Oro era hincha.

Desde ahí, alrededor de las 11:20 de la mañana, el ataúd y su cortejo fúnebre reclamaron: no permitirían que parta en la carroza fúnebre sino sería llevada en hombros. “A pie, a pie”, exigía el pueblo. “No queremos carroza”.

Adiós del pueblo


El sencillo ataúd gris, cubierto de flores y una bandera del Perú, iniciaría el último periplo, por el jirón Áncash, rumbo al cementerio El Ángel, al cruzar la avenida Abancay, la multitud se agrandó. Compositores, guitarristas, cantantes, parientes, amigos, gente anónima ponía las manos para cargar el féretro de Lucha, axioma de la música popular. 

Algo que quizá no ha vuelto a suceder con un ídolo de marca popular es que las mujeres también se encargaron de cargar la caja mortuoria. Seguramente, el sino de Lucha Reyes: mujer que había sabido también de la violencia dentro del hogar, de la postergación, todas esas vivencias que sus cuerdas vocales traducían en canto dolido pero sincero.

Cuentan los cronistas que el cortejo multitudinario se detuvo en tres oportunidades en Barrios Altos. La primera frente en la iglesia Trinitarias, la segunda ante el templo de la Buena Muerte y, la última, en el frontis de la iglesia de Santa Clara. En el camino, junto a flores que arrojaban, a los llantos se sumaban el bordonear de guitarras, todos honrando a la figura que en los últimos tres años había alcanzado el estrellato.

Llega a El Ángel 


El cementerio El Ángel, de por sí, estaba lleno de visitantes aquel Día de Todos los Santos y quienes iban a llorar a sus seres queridos se sumaron a la marea humana para despedirse de Lucha Reyes. 

También desde provincias habían llegado seguidores de la intérprete que se sumaron al enorme cortejo de miles. Nadie dejaba de corear sus canciones, sobre todo “Regresa”, valse que solo dos años antes se había convertido un suceso, en el éxito sin precedentes en la garganta de Lucha Reyes. 

Ya en el jardín “U”-sector San Benito, cantantes y guitarristas callaron un momento porque la multitud rezaba los responsos. El único que tomó la palabra ante el féretro fue el secretario general del Sindicato de Intérpretes, quien hizo escuchar la voz del compositor y experto en glosas, don Aurelio Collantes. 

Como acto final, una corneta dio el toque de silencio, anunciando que la artista llegaba a habitar en su última morada. 

Poder de comunicación 


Tres días después, Nicomedes Santa Cruz escribiría en su columna, en La Nueva Crónica: “Lucha Reyes ha sido para el Perú lo que Carlos Gardel a la Argentina, Benny Moré a Cuba o Pedro Infante a México”. ¿Cuál es la causa de este fenómeno?, se preguntaba: “Es un don que sólo poseen ciertos artistas y que la ciencia, incapacitada para su análisis, se limita a calificar de genial. Eso -que Lucha Reyes poseía a raudales-, se llama. a mi entender, ¡poder de comunicación!”. (Con información del Centro de Documentación de El Peruano

Datos 


- Entre sus éxitos figuran: “Regresa”, “Mi última canción”, “Una carta al cielo”, “Que viva Chiclayo”, “Jamás impedirás”, “Como una rosa roja”, “Propiedad privada”.

- En junio, el Ministerio de Cultura otorgó la distinción póstuma como “Personalidad Meritoria de la Cultura”.

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Publicado: 31/10/2023