Tiene 33 años y ahora tiene un nuevo corazón. Su vida ha cambiado mucho. "Gracias a Dios", agrega conmovido.
Antes del trasplante Gustavo padecía de displasia primogénita de ventrículo derecho, una enfermedad que le diagnosticaron cuando tenía 15 años. Recuerda que cuando corría en el colegio de secundaria, de pronto se desmayaba. La primera vez no le hizo caso, en otra ocasión cuando almorzaba volvió a perder el conocimiento y empezó a convulsionar.
En el 2021 su salud empeoró, su corazón estaba muy deteriorado y la única solución era un trasplante. Solo le pedía a Dios que le permitiera seguir viviendo.
Después de un año en la lista de espera, el primer día de noviembre del 2021 recibió el anhelado trasplante. Tuvo una nueva oportunidad de vida.
El día que llegó su nuevo corazón, ya no lo esperaba. Su cuerpo estaba muy débil, cualquier noticia que le daban le podía producir una taquicardia severa o un desmayo.
Llegado el momento de la operación, no sabía qué iba a pasar, si es que llegaría o no al día siguiente, a la hora siguiente. Era un mar de pensamientos. "Confió mucho en Dios, su voluntad es la mía, porque yo quería seguir viviendo, pero, por otro lado, sabes que alguien tiene que morir", reflexiona sobre el ciclo de la vida.
Expresó su eterno agradecimiento a los médicos del Incor EsSalud. "Son unas personas maravillosas, excelentes profesionales, en el momento de descanso para cenar o desayunar, a su lado tienen un libro y se están actualizando para dar lo mejor al paciente", resaltó.
"Este corazón es el regalo más hermoso que he recibido en la vida junto con mis hijas. Yo le pedía a Dios, un corazón nuevo para poder seguir al ritmo de ellas, ahora que tengo un corazón sano puedo ir al parque, podemos jugar, bailar, ir de viaje. Es algo hermoso, fantástico, me siento muy feliz", añadió al expresar la dicha de compartir con sus hijas Valentina de tres años, y Emilia, de seis.
Su esposa, Grace Torreblanca, nos dice: “ese corazón viejo, yo no lo quería, sobre todo el último año, ya no lo quería ver ni sentirlo, no quería saber nada. Luis ya no tiene el mismo corazón, pero sigue siendo él, muy enamoradizo y alegre. Los médicos hicieron un trabajo espectacular, le han colocado un corazón perfecto, muchas gracias de corazón”, indicó.
Nunca perdieron la fe.
Hoy puede abrazar con fuerza a sus hijas. Total, tiene un corazón fuerte y alegre.
Wilder Alarcón Padilla
Tiene 62 años, es padre de dos adolescentes varones de 11 y 12 años. Está casado con una técnica en enfermería. Se enteró que su corazón estaba muy delicado tras sufrir un infarto.
"Al mediodía cuando salía de mi trabajo me sentía fatigado, temblaba y el sudor me goteaba por las manos, trate de salir tambaleando y cuando llegue a la puerta del trabajo arrojaba saliva blanca. Me hicieron tomar un taxi al hospital, avisé a mi esposa, cuando llegué a la puerta del Hospital Cayetano me desmayé en emergencia, al día siguiente me derivaron al Hospital Sabogal, de allí vieron la necesidad de trasladarme a INCOR. Llegué entubado, mi respiración era asistida, mis pulsos funcionaban cada vez menos".
Para Wilder recién empezaba todo ese camino que tuvo un final feliz.
"Me indujeron a una máquina que reemplaza al corazón llamado ECMO, a las dos horas llegó un nuevo corazón, habían pasado 40 días desde el infarto, hasta que tuvieron que trasplantarme el corazón del donante", nos narra emocionado.
Al despertar -prosigue- no reconocía a su esposa, felizmente dos días después regresaron los recuerdos a su memoria.
La inmensa fe de Wilder en Dios lo sostuvo, fue su apoyo. "Gracias a Dios tuve una segunda oportunidad de vida", reitera para que no quede dudas.
Medita sobre todo lo que vivió y nos dice que a la familia de su donante les agradece todos los días de su vida por su nuevo corazón.
"Ese ángel ha ayudado a muchas personas, cuando despierto tocó mi corazón nuevo que late dentro de mí. Somos compañeros, somos tú y yo, vamos a caminar hasta cuando Dios quiera", manifestó.
Agradeció a todo el personal de INCOR EsSalud, por la dedicación en su labor y pide con absoluto respeto a los familiares no aferrarse a los órganos de sus seres queridos.
"Hay que hacer todo lo necesario para la subsistencia de otras personas. Sería bonito ser una cultura más abierta y desprendida", acotó.
Hoy su familia sonríe junto a él, tocan su corazón. Siempre fue un hombre de gran corazón.
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(FIN) CLV/RES