Andina

Gigantes del Cenepa: soldados caídos son ejemplo de coraje y valor

Se cumplen 25 años de las operaciones en el Alto Cenepa

Mayor Luis Alberto García Rojas, Patrono de la Aviación del Ejército, héroe el Alto Cenepa, quien demostró sacrificio y amor por defender el territorio patrio. ANDINA/Difusión

17:00 | Lima, feb. 22.

A 25 años de las operaciones en el Alto Cenepa, recordamos a dos de nuestros héroes, Marco Schenone Oliva y Luis García Rojas, quienes demostraron el sacrificio y amor por defender el territorio patrio. Son ejemplo del coraje y valor de nuestros soldados.

1. Un colegio, una calle, un parque. En el departamento familiar quedan algunas fotos, unas condecoraciones y la memoria del militar que cinceló su misión días antes de morir:

“¡Somos o no pilotos de combate! Que nos den otra misión y salimos 3 o 4 fierros, rasanteamos hasta donde podamos y si nos van tumbando, nos tumbaron. Pero por lo menos uno llega y rompe, así no regresemos los demás, total para eso nos hemos formado, para eso estamos preparados, y si vamos a morir: nos inmolamos por la Patria, es la oportunidad de demostrar lo que somos y valemos”.

Alto Cenepa

La mayoría de los uniformes y objetos fueron donados a la Base Aérea FAP de Vítor (Arequipa), que lleva su nombre, y donde el coronel Marco Schenone fue jefe del escuadrón de helicópteros. Otros objetos personales del héroe limeño se resguardan en el palacio Rospigliosi, de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), en el Cercado de Lima.

Ese 7 de febrero de 1995, el entonces comandante FAP Marco Schenone o el “Negro Schenone”, como le decían sus compañeros de armas, ingresó en acción en el teatro de la guerra que libraban el Perú y Ecuador. Piloteaba un MI-25 junto con otros cinco helicópteros. La misión era disparar sobre Coangos para recuperar el territorio nacional. Su nave era la segunda de la formación y disparaba la segunda ráfaga de 64 cohetes cuando su nave fue impactada, a las 14:30 horas, por la artillería antiaérea ecuatoriana.

Hijos siguen sus pasos

Un cuarto de siglo después, sus dos hijos, Marco y Giancarlo, le siguen los pasos: son pilotos de helicóptero, uno mayor y el otro capitán FAP. Marco Schenone Estremadoyro agradece el reconocimiento al interior de las Fuerzas Armadas, pero un cuarto de siglo después la familia considera que los héroes del Cenepa aún no han sido interiorizados por la sociedad.

Giuliana Estremadoyro, viuda de Schenone, atesora la carta que le envió su esposo desde el frente. La recibió dos o tres días antes de su inmolación. El héroe de la FAP no era de escribir misivas. Bastaba con un “ya vengo” o una llamada cuando las circunstancias lo permitían, desde algún lugar de la geografía del país.

Pero él escribía preocupado por la matrícula de sus hijos, la movilidad y las cosas que se necesitaban para el departamento: después de servir 12 años en Arequipa acababa de ser destacado a Lima en enero, cuando el 26 de ese mes lo llaman de comisión para llevar un helicóptero hasta la base de Ciro Alegría, en el norte, donde se habían iniciado las operaciones.

La familia recién recibiría los restos del héroe el 19 de mayo de ese año.

Marco hijo ha piloteado aeronaves MI-25. Ha trabajado en el grupo aéreo número 2 en Arequipa; cumple misiones en el Vraem y ha volado hasta la base militar Ciro Alegría, en la región Amazonas, y más al norte, espacios donde su padre encontró la gloria. Su hermano, Giancarlo, sí pilotea permanentemente helicópteros MI-25 en su labor cotidiana en el Vraem.

Los restos del héroe, Marco Schenone, están enterrados en el camposanto Jardines de la Paz, en La Molina. Póstumamente recibió el grado de “Defensor Calificado de la Patria”, pero le falta el grado de héroe de la patria. Para la familia, todos los héroes del Cenepa deberían de estar enterrados en la Cripta de los Héroes. Es el paso justo por la memoria.

2. Cada día que pasa por el parque de su barrio, en la urbanización Bancarios de la ciudad de Chiclayo, don Víctor García se encuentra con un busto dedicado a su hijo, el mayor Luis Alberto García Rojas, Patrono de la Aviación del Ejército.


Desde chico a su hijo le gustó la vida militar. “Todos sus juguetes eran de soldados, de barcos, aviones; y cuando terminó la secundaria en el colegio San José, ya era jefe de batallón”, recuerda.

El hombre de 95 años tiene tatuado aquel 29 de enero de 1995. Un mes antes, su hijo con su esposa y sus dos hijas, habían llegado a Chiclayo para pasar juntos la Navidad. De ahí, partía a Lima y luego debía viajar a realizar patrullajes, por unas semanas, a la Sexta Brigada del Ejército, en la selva.

A inicios de enero, el entonces teniente de artillería pasó por Chiclayo, su padre le dio sus bendiciones, hablaron del movimiento en la frontera de las tropas enemigas y García Rojas, que patrullaba varias veces al año la frontera norte, fue llamado a servir en la zona de guerra.

El coronel EP Juan Cantoni, “Felino”, fue testigo cuando “MacGyver” –con ese indicativo bautizaron en el Aviación del Ejército a Luis García Rojas–, en plena misión, fue alcanzado por un misil enemigo. Nunca se le borrará aquella imagen: el helicóptero que iba adelante suyo se convertía en una bola de fuego.

Le pusieron MacGyver porque al igual que el personaje de la televisión García Rojas arreglaba las cosas y le gustaba trabajar, por sus cualidades, en el área de logística de la unidad. “Era muy dedicado a hacer cosas y arreglar; era un oficial muy responsable en su trabajo”.

Cantoni, entonces jefe de la unidad de los helicópteros MI-8T, recuerda que ya por la mañana del 29, habían tenido una primera intervención exitosa los cuatro helicópteros (dos del Ejército y dos de la FAP); “atacamos y todos salimos muy bien”, dice.

Pero al llegar a la base de Ciro Alegría, no pasaron ni dos horas cuando les ordenan volver al aire porque los enemigos estaban atacando en Tiwinza a las patrullas del Ejército. Se hizo un rápido planeamiento y volvieron al aire. “MacGyver” intervino más en esa reunión porque conocía mejor la zona.

Don Víctor se enteró esa misma tarde que un helicóptero peruano había caído. No se sabía quién era y toda comunicación era con su nuera, Julia Panta, quien estaba en Lima. Ella lucharía durante los siguientes 22 años para lograr el reconocimiento a su esposo. El padre viajó hasta Jaén y cuando llegó a la base de El Milagro se enteró que el oficial caído era su hijo.


“Yo hubiera preferido que mi hijo estuviera con vida. No tengo ningún beneficio del Estado”, dice el empleado jubilado del Ministerio de Agricultura, quien vive con un sueldo de mil soles con su esposa y un único hijo que le sobrevive. Los beneficios los han recibido solo la viuda y las hijas del héroe. 

Datos

-77 soldados perdieron la vida durante el conflicto con el Ecuador en 1995.

(FIN) DOP/RRC

Publicado: 22/2/2020