A veces un concierto no es solo música, sino un acto de permanencia. El último fin de semana en un Anfiteatro del Parque de la Exposición abarrotado y vibrante, Eva Ayllón volvió a pararse frente a su público para recordarle —y recordarse— que permanece aquí: firme, generosa, luminosa. Su espectáculo “Y sigo aquí” no solo clausuró su año de presentaciones masivas; también fue una declaración de vida, de oficio y de amor por el Perú.
Desde la obertura, Eva marcó el pulso de la celebración. El mix “Jolgorio – Saca las manos – Ritmo, color y sabor” abrió la noche con una energía contagiosa que ella administra como pocas. Luego llegó el mix “Rebeca – Bandida – Pasión de hinojos”, un tránsito hacia zonas más dramáticas, seguido por la intimidad honda de “Sombras” y “La danza clara”, momentos en los que la respiración del público parecía parte de la puesta.
El recital avanzó entre contrastes: la ternura de “Tus pupilas”, la nostalgia de “Claro de luna”, el mix “Huellas – De qué estoy hecha – Qué de mí” reforzado por un brillante acompañamiento de metales, y clásicos que viven en la memoria afectiva del país, como “José Antonio”. Cada transición tenía sentido; cada pausa parecía pensada para dejar que las emociones decanten.
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La primera parte cerró con una cadena vibrante: el mix
“Tu culpa – Víbora”, el mix “Mi gran amor – Razón de vivir –
Soy pan, soy paz, soy más”, el mix “Tus manos son de viento –
Azúcar de caña”, el mix “Clamor – Tus ojitos – Me duele el corazón” y piezas infalibles como “El que no tiene de inga”, “Se va la paloma – Noche criolla – Dale a la mocita” y
“Muñeco de la ciudad”. Para entonces, el público ya estaba entregado por completo.
El bloque internacional llevó la noche a otro registro. “Chico chévere” encendió el baile; el mix “Marionetas de cartón – La Bambola – Voy a pintar las paredes” reavivó clásicos transgeneracionales; mientras que “Honda”, el mix “La copa rota – Cruel condena”, “El cigarrillo” y “Abrázame muy fuerte” confirmaron que Eva puede habitar cualquier género sin dejar de sonar a sí misma.
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El tercer bloque llegó con sabor a casa:
“Que viva Chiclayo”, “Ingá” y un mix que hiló homenajes a
Los Kipus, “Mal paso” y Lucha Reyes. Pero la noche aún guardaba un momento inesperado. Desde el público, una figura conocida se acercó al escenario:
Daniela Darcourt. Ella subió solo para saludar, pero Eva —con esa soltura que solo tienen las artistas que dominan su oficio— le ofreció el micrófono.
Entonces ocurrió uno de esos instantes que definen una velada. Juntas interpretaron “Hoy”, entre aplausos y gritos del público. Daniela, lejos de retirarse, se quedó en escena, cantando junto al coro con la naturalidad de quien siempre hubiera estado allí. El público celebró esa complicidad genuina, ese puente entre generaciones que no necesita presentación.
La despedida llegó con “Enamorada de estar aquí”, en clave de gratitud. Allí estaba la Eva reconocible: la que canta con la fuerza de quien ha vivido, pero también con la ternura de quien sabe agradecer. Bajo el cielo limeño y ante un recinto rendido a sus pies, Eva Ayllón nos recordó que su voz sigue siendo casa para miles. Y que, mientras ella lo decida, seguirá aquí: firme, inmensa, imprescindible para la música peruana.
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(FIN) CFS/CFS
Publicado: 1/12/2025