Hoy y cada 18 de diciembre se conmemora en el mundo el Día Internacional del Migrante, una efeméride que invita a reflexionar sobre el impacto de la migración y la importancia de construir sociedades inclusivas. En el caso de Perú, cabe preguntarse: ¿Cómo aportaron las migraciones de otros países y continentes a la construcción de su cultura y fortalecimiento de su identidad?
Perú: crisol de culturas
El Perú se forjó a lo largo de su historia como un crisol de culturas, gracias a las diversas corrientes migratorias de otros países y continentes que contribuyeron, a través del mestizaje, a su riqueza cultural. Sus aportes, en diversos ámbitos como el conocimiento y la ciencia, el idioma, la escritura, la gastronomía, costumbres y tradiciones, entre otros, complementaron el avanzado desarrollo alcanzado por las antiguas culturas peruanas desde hace miles de años, teniendo como su mayor expresión de progreso y bienestar a la expansión alcanzada por el imperio inca en gran parte de Sudamérica.

El primer gran aporte cultural provino de Europa tras la conquista española en el siglo XVI, a través del idioma castellano, la religión cristiano católica, la organización política, el sistema económico y comercial, la arquitectura y el nuevo modelo urbanístico de las ciudades en forma de damero, la vestimenta, las costumbres, la culinaria con técnicas e ingredientes, la música, la danza, entre otros. La mayor parte de estos primeros migrantes provino de las provincias de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía.

Este primer contacto cultural con España trajo consigo poco tiempo después el aporte africano, a través de los esclavos procedentes de diversas colonias españolas y portuguesas de ese continente que fueron traídos al Perú durante el Virreinato para estar al servicio de corregidores, encomenderos, autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Descendientes de nativos de las actuales naciones de Angola, Mozambique, Guinea Ecuatorial, entre otras, los afroperuanos brindaron un aporte importante a la construcción de la identidad cultural en aspectos del arte como la música, la danza, la pintura, la literatura, la poesía, así como en la gastronomía y el deporte, y tuvieron una participación gravitante en las luchas por la independencia.

Durante el primer siglo de colonización española hubo un flujo migratorio de moriscos (ex musulmanes españoles, incluido hispano-bereberes convertidos al cristianismo), siendo registrados en partidas bautismales de 1538 a 1548 o en actos notariales de 1550 a 1560. La primera ola morisca estuvo conformada en su gran mayoría por esclavas surgidas tras la reconquista española del último reino musulmán en Granada: unas 300 mujeres para 1549, quienes ayudaron a suplir la escasez de mujeres españolas en los primeros tiempos de la conquista del Perú.

El aporte morisco en Perú se refleja en la arquitectura mudéjar (balcones, patios, zaguanes, rejas, pisos, entre otros); la moda en el vestir de las mujeres limeñas con la denominada “tapada” que dejaba entrever solamente un ojo, al más típico estilo musulmán y que perduró hasta mediados del siglo XIX. También se aprecia el aporte morisco en la gastronomía a través de los dulces y la pastelería que incluyeron ingredientes como los cítricos (limón, lima, naranja, mandarina y otros), así como dátiles, frutos secos (almendras y nueces), higos, albaricoques, entre otros.

Durante el Virreinato llegaron, aunque en pequeña proporción respecto de los españoles, los primeros migrantes de otras naciones europeas procedentes de Portugal, Génova, Sicilia y Nápoles (Italia), Alemania y Austria, Grecia y Flandes (Bélgica).

Con la independencia y el inicio de la república peruana empezó una progresiva llegada de migrantes de países europeos no españoles, aunque en mucha menor proporción respecto de otras nacientes repúblicas sudamericanas como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Según Giovanni Bonfiglio, sociólogo e investigador, especialista en inmigración europea e italiana en Perú, la historia de la inmigración en el Perú republicano puede dividirse según la política de inmigración del Estado.

Una de las inmigraciones europeas más numerosas en esta época estuvo constituida por italianos, quienes llegaron al Perú debido a la expansión de actividades marino-mercantiles del puerto de Génova hacia América a partir de 1833. Por esta razón su asentamiento e inserción se hizo por medio del sector comercial de la economía nacional en un momento determinante en la historia del País: la explotación del guano. Lejos de ser una inmigración de fuerza de trabajo, la presencia italiana en Perú fue ante todo una inmigración libre de individuos asociados a actividades comerciales que vieron en nuestro país buenas oportunidades para invertir capitales y energías.

También llegaron personajes notables como el naturalista y sabio milanés Antonio Raimondi, quien arribó a Lima en 1850, empezando su enciclopédico estudio del Perú como geógrafo y científico. En 1876 la colonia italiana en Perú sumó alrededor de 10,000 integrantes, asentados principalmente en Lima, el Callao y Tacna. El aporte italiano a la cultura peruana se evidencia en su idioma, arquitectura, conocimiento científico, educación, pintura, música, danza, gastronomía, cine, deportes, la conformación de compañías de bomberos voluntarios, entre otras manifestaciones.

Por su parte, la inmigración alemana y austriaca al Perú se desarrolló de forma organizada a mediados del siglo XIX, gracias al auspicio del gobierno peruano presidido entonces por Ramón Castilla, quien tenía interés en colonizar la Amazonía. En agosto de 1857 arribaron 296 inmigrantes colonizadores al puerto del Callao y, luego de una penosa travesía por Huacho y Cerro de Pasco, llegaron a Pozuzo, en junio de 1859, tan solo 172 colonos quienes se establecieron allí conformando con el paso del tiempo una de las comunidades más organizadas, prósperas e integradas. La inmigración alemana trajo consigo aportes claves a la cultura peruana como el conocimiento científico y la educación, el idioma, el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, entre otros.

Otra corriente migratoria significativa fue la inglesa. Desde los inicios de la República hubo militares británicos que apoyaron la causa independentista peruana. Entre ellos, se encuentran el vicealmirante Martin Guise, el general William Miller, el comandante Jorge Young Holmes, el capitán Frederick Elmore y el general John Thomond O'Brien, quien fue secretario y ayudante de campo del libertador José de San Martín. Algunos de ellos se asentaron en el Perú, como William Miller o Martin George Guise. La comunidad peruana de origen británico se concentra en ciudades importantes como Lima, Arequipa y Trujillo. Durante el siglo XIX y XX compañías de capitales británicos hicieron posible la explotación del guano y el salitre, el caucho, la construcción de ferrocarriles que unieron diversas regiones del país, la explotación minera y agroindustrial, entre otros. También se conformaron compañías de bomberos voluntarios, se fundaron colegios, clubes deportivos, entre otros. Su aporte destacó también en el idioma, el conocimiento científico, la medicina, las artes, entre otros aspectos importantes.

Desde mediados del siglo XIX y tras la eliminación de la esclavitud de la población afroperuana se produjo dos de las más notables corrientes migratorias procedentes del continente asiático. Los primeros inmigrantes chinos llegaron al Perú en 1849 para cumplir labores en las islas guaneras y las haciendas costeras, permitiendo un incremento notable de la producción de guano, caña de azúcar y algodón gracias a su conocimiento ancestral del trabajo agrícola. Luego de la Guerra del Pacífico (1879-1883) la población de origen chino fue diversificándose en las áreas urbanas y rurales de la costa peruana, incursionando en actividades comerciales e integrándose progresivamente a la vida social peruana. El aporte cultural chino al Perú se aprecia principalmente en su gastronomía que adquirió una personalidad propia del mestizaje expresada en los restaurantes llamados “Chifa” presentes en todo el territorio nacional, así como en su filosofía, educación, tecnología, artes marciales, tradiciones, costumbres y celebraciones, idioma, escritura, artes plásticas, entre otros.

En tanto, la inmigración japonesa al Perú se inició en 1899, con la llegada de los primeros migrantes provenientes de la isla de Okinawa, con el fin de trabajar en las haciendas costeñas. Sin embargo, con el tiempo se trasladaron a otras localidades de la costa, la sierra y la selva, dedicándose principalmente al comercio. En la actualidad, los descendientes de japoneses llamados Nikkei constituyen una de las comunidades mejor organizadas y prósperas del Perú y su aporte destaca sobremanera en la gastronomía con cocineros y restaurantes que han sido galardonados como los mejores del mundo; las artes plásticas, la literatura, la música, la danza, el cine, el comercio, las artes marciales, el idioma, entre otras manifestaciones.

En este siglo XXI se han producido migraciones al Perú procedentes de países sudamericanos, siendo la más numerosa la venezolana, cuyos ciudadanos suman más de un millón y medio en nuestro país y se encuentran distribuidos en Lima y en muchas otras localidades del interior. Su gastronomía, costumbres y tradiciones, entre otras expresiones son sus principales aportes a la cultura peruana.
Todas las corrientes migratorias mencionadas forman parte integral de la actual identidad multicultural peruana.
Migración ordenada y segura en la actualidad
La Organización Mundial para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas destaca que el compromiso de Perú con el establecimiento de una migración ordenada y segura se evidencia en su rol como uno de los primeros países en adherirse al Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, adoptado en 2018, que establece 23 objetivos basados en principios como la dignidad humana, el respeto a los derechos humanos y la responsabilidad compartida entre países de origen, tránsito y destino.

“El liderazgo de Perú en la implementación de este pacto subraya la necesidad de políticas públicas que garanticen los derechos de las personas migrantes y potencien sus aportes al desarrollo económico, social y cultural del país”, remarca.
La OIM enfatiza que el Día Internacional del Migrante nos recuerda que la migración es más que un fenómeno demográfico, dado que representa una oportunidad para construir sociedades más diversas, prósperas y solidarias.
(FIN) LZD/MAO