El lente del reportero gráfico Carlos Lezama Villantoy registró a cuatro madres anónimas, humildes y desconocidas. Para ellas, el centro de su universo son sus hijos.
Textos y fotos: Carlos Lezama
En medio de la adversidad extrema que les golpea la vida, nos reservan un momento de intimidad con sus hijos, para detener el tiempo para siempre con una fotografía, y compartirnos en estas imágenes ese amor tan especial y hermoso.
Es un amor perdurable e inimaginable, es el amor de madre.
Fuimos a buscarlas, debajo de un puente, a la ladera de un cerro, a un centro especializado donde conviven y a sus hogares con paredes pintadas de superhéroes, allí ellas jamás son ausentes.
1. “Tenemos que aprender a volar con ellos”
La mamá de Oliver se siente bendecida por Dios al cuidar a “un ángel”. Su hijo sufre desde pequeño una enfermedad degenerativa:el síndrome de Charcot, que afecta sus manos y sus pies, y lo mantiene postrado en una cama con un ventilador artificial.
“Mi amor es grande puro e inmenso, nos amamos. Es mi mundo. He perseverado y luchado”, dice Alicia Rea Abad.
“Vamos a pasear, lo saco a la puerta de la casa, mira, me pregunta, me pide que lo abrace. Hago sola todos los esfuerzos por lo que le hace falta. Siento alegría cuando se comunica conmigo, siempre exige, su peluche de Barnie. Es mi vida, no encuentro palabras”.
El Día de la Madre, Alicia siempre lo pasa con su hijo. “Vemos películas. A otras madres les aconsejo que le den todo el amor a sus hijos, sin miedo: estar encerrados en un cuarto de hospital no es vida para ellos ni para nosotras. Como madres, necesitamos que sean libres, como pájaros o mariposas. Tenemos que aprender a volar con ellos”.
2.“Es un amor que no se puede explicar”
El día que nació Giovanni, Marina García se sintió la mujer más feliz del mundo, “como un pavo real”. Sentía que ambos se merecían todo lo mejor. “Yo les diría a otras madres que no se sientan mal, son madres, es su hijo independientemente de lo que tenga; allí tienen la oportunidad de potenciar sus habilidades”.
Su hijo tiene nivel 2 en autismo moderado, pero recién aprendió a leer a los 16 años. Hoy, Giovanni tiene 35 años y le gustan las lecturas sobre cocina.
“Es un amor que no se puede explicar. A veces lloras cuando debes estar alegre; otras, te amargas cuando quieres que tu hijo esté bien. Es el motor de mi vida. Por él trabajo con los chicos de la asociación, niños con autismo. Giovanni me mira y yo sé lo que quiere, él esta cerca de mi´”.
Recuerda cuando un día, en un momento de dolor, él se le acercó y la tomó de la cara como si le dijera: “Aquí estoy, mamá”. A Marina le da fuerzas. “Soy feliz y agradezco a Dios por todo lo que tengo: un esposo maravilloso que nos apoya y una familia muy unida”.
3.“Trabajaré por ella hasta que las fuerzas me acompañen”
Entre el embotellamiento de micros, autos y motos que circulan por esta carretera, Dominga Crispín Serrano vende golosinas y galletas. Ella llegó a Lima desde Pantachi, provincia de Angaraes, Huancavelica, a respirar contaminación y polvo debajo de un puente, al final de la vía Ramiro Prialé, y así sobrevivir.
Es la madre de Francisca, la última de sus seis hijos. La joven tiene 20 años y nunca pudo hablar. Su padre las abandonó a su suerte. Dominga la lleva del brazo a todo lugar, con el cesto de los productos que ofrece y cuyas ganancias les dan de comer a las dos.
“Francisca es mi wawachay. Las personas me colaboran con 50 céntimos, uno, dos soles. Pienso trabajar por ella hasta que las fuerzas me acompañen. Sí, celebro el Día de la Madre aquí, en el mismo lugar que siempre me ves, como cualquier día, trabajando”.
4.“Siempre voy a ser su bastón, sus ojos”
La pequeña Nathy tiene 2 años y 4 meses de edad. Cuando tenía una semana de nacida, le diagnosticaron el déficit de la proteína C. Entonces empezó a necrosar y la trasladaron al Hospital del Niño. A los seis meses sus retinas no maduraron: hoy Nathy no puede ver.
Su tratamiento no es seguro, comenta Susana Gutiérrez, la madre. Antes le colocaban plasma cada 8 horas, luego cada 12, pero casi siempre sufría de recaídas: su cuerpo empieza a ponerse moradito; sus ojos, rojos; le falta el aire y tienen que llevarla rápido al hospital.
Susana se da un tiempo para dar un consejo a las madres que tienen hijos con un diagnostico similar: “¡Fuerza! ¡valentía!”.
“Nathy es todo para mí. Es mi mundo. Mi día, mi tarde, mi noche. Mi alegría, mis tristezas. Es mi amiga. Es con quien paso las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Sueño que mi hija tenga sueños, metas, porque para mi familia y yo, ella es normal, a pesar de su condición. Siempre voy a ser su bastón, sus ojos. Solo le pido a Dios que mi hija tenga fuerzas. A Naty la desahuciaron. Me dijeron que me despida de ella, les dije: ‘No, mi hija va a poder’. Y mi hija pudo”.
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(FIN) CLV/RES
Publicado: 13/5/2023