Cuando Mercedes Calderón supo que estaba embarazada a los 32 años, sintió que la vida le regalaba una gran oportunidad, pues pensaba que nunca se iba a convertir en madre y, justo cuando cursaba el quinto ciclo de laboratorio clínico en un instituto tecnológico, el sueño se volvió realidad. Abandonó las aulas y se preparó para recibir al hijo que tanto deseaba. No imaginaba que aquel parto, en el 2009, marcaría un antes y un después en su existencia.
Valentín nació con un diagnóstico incorrecto: acondroplasia y síndrome de Dandy-Walker. Pasó sus primeros 45 días hospitalizado, llorando sin cesar, sin que nadie pudiera explicarle a Mercedes qué le pasaba realmente. Al darle el alta, ella notó algo extraño: su pequeño tenía el húmero derecho fracturado y angulado.
Lo llevó al Hospital del Niño en busca de respuestas. Fue allí, a los dos meses, donde le confirmaron el verdadero diagnóstico: osteogénesis imperfecta tipo 3, una enfermedad congénita que hace que los huesos se fracturen con extrema facilidad. Es lo que comúnmente se conoce como la condición de los “niños de cristal”.
“Desde entonces empezó nuestra travesía”, recuerda Mercedes en declaraciones a la agencia Andina. Y vaya que lo fue. En 16 años, Valentín ha sufrido 84 fracturas múltiples: en brazos, piernas, costillas, hombros. Ha sido sometido a 13 cirugías, ha enfrentado 10 neumonías, y vive con vejiga neurógena (disfunción de la vejiga causada por un daño neurológico), hipoacusia, miopía, astigmatismo, megacolon y dermatitis atópica, entre otras afecciones.
Cuando nació, el cuerpo de Valentín fue tan pequeño y frágil que, en palabras de su madre, “parecía desarmado”. Hoy, gracias a años de intervenciones y rehabilitación, está “como un Robocop: derechito”.
Pero la verdadera transformación ocurrió en casa, no en los quirófanos. Mercedes dejó de ser solo madre: se convirtió en enfermera, terapeuta, maestra, psicóloga, abogada. Durante los largos internamientos, cuando Valentín se perdía hasta dos meses de clases, ella lo nivelaba con cuadernos, cariño y disciplina. “Me convertí en todo para él. Soy 24/7. Es mi único hijo”, afirma con una mezcla de orgullo y ternura.

Mercedes y Valentín en una de sus citas en el hospital Rebagliati
El Hospital Rebagliati, de EsSalud, se volvió su segunda casa. También lo fue la silla de ruedas, el ascensor malogrado del edificio donde viven -en un sexto piso-, los trámites, las terapias, las madrugadas sin dormir. Mercedes no se rindió. Redactó un documento legal para pedir apoyo comunitario y logró que la municipalidad y los bomberos la ayuden a bajar y subir a Valentín para que pueda seguir yendo al colegio. “No me quedo de brazos cruzados. Hay que buscar soluciones”.
Lo más impresionante es cómo llevan todo eso. Con serenidad. Con humor incluso. “Le he enseñado a tener una mente positiva. A que el pesimismo y la negatividad no suman. A ser feliz, porque ser feliz es gratis”, dice Mercedes. Y no son solo palabras. Lo que transmite esta madre es una convicción profunda: que el amor y la actitud pueden mover montañas, o al menos hacerlas más llevaderas.
El fútbol, su pasión
Valentín, que cumplió 16 años el pasado 31 de marzo, ama el fútbol con todo el alma. Le dicen “el cristalito” en el hospital. No puede jugar, pero sueña con narrar partidos y contar historias. Su meta es estudiar Ciencias de la Comunicación y convertirse en periodista deportivo. Su mamá, que antes no sabía ni las reglas del juego, se ha vuelto una experta para acompañarlo.
“Uno de los momentos más duros fue cuando tuvo una neumonía tan fuerte que la doctora decidió suspender todos los antibióticos para ver si su cuerpo resistía solo. Yo me quedé tres días hablándole al oído, dándole amor. Y se salvó”, cuenta.
Otro de sus recuerdos favoritos es el Mundial de Rusia 2018. Lo vieron juntos y comentaron cada partido. Fue una fiesta en medio de las fracturas. Cada vez que lo ve entrar al colegio, sonriente, saludando con el puñito a sus compañeros que lo respetan y admiran, Mercedes sonríe feliz y piensa que esos simples momentos son poderosos.
Este Día de la Madre, que se celebrará el domingo 11 de mayo, lo más probable es que lo pasen en casa. El ascensor sigue sin funcionar. Pero a Mercedes no le preocupa. “Estaremos juntos, y eso es suficiente”.
A otras madres, que recién reciben un diagnóstico difícil, les deja un mensaje claro: “El amor mueve montañas. Hay que informarse, comprometerse, tener fe. Si Valentín y yo hemos podido, cualquiera puede. Solo se necesita amor, paciencia, disciplina y la certeza de que vale la pena luchar”.

Cuando se le pregunta qué significa Valentín para ella, responde sin dudar: “Es mi vida, mi oxígeno. Siempre soñé con tener un hijo. Y aunque la vida me puso muchas pruebas, no me arrepiento de nada. Solo me falta cumplir una promesa: que un día caminará. Ese será nuestro mayor logro. Mientras tanto, seguimos luchando”.