Cuando Manuela era aún una pequeña niña de dos años llegó a Huacaria cargada en un tsagompurontsi que estaba atado al hombro de su joven madre, una mujer matsigenka de largos y fuertes brazos como las ramas abrigadoras de los árboles del valle de Paucartambo.
Manuela, desde muy pequeña, convivió con los niños de Huacaria, la mayoría de ellos hijos y nietos de los harakbut wachiperi. No pasó mucho tiempo para que la niña se desenvolviera muy bien en ambas lenguas, la de su madre y la de los wachiperi. Ambas lenguas se convirtieron en su lengua materna.
Al cabo de unos años, Manuela también aprendió el quechua, la lengua de los migrantes andinos de las zonas aledañas del Cusco y, cuando llegó la época de la escuela, también aprendió la lengua de los amiko ‘gente blanca’, el castellano.
Su vida estuvo siempre entre estas dos grandes dimensiones, el mundo amazónico matsigenka-wachiperi y el mundo de los migrantes quechua-castellanos. Se casó muy joven con un mozo wachiperi y, al poco tiempo, de forma continua, le dio a este mundo diez hijos, dos de ellos murieron muy pequeños, pero ocho resistieron tenaces a esta vida.
Hoy, ellos conservan muchos de los rasgos culturales y lingüísticos de su madre. De pequeños aprendieron wachiperi y matsigenka y casi al mismo tiempo castellano. A pesar de ello, todos se consideran hijos del Wanämëi por la línea patrilineal harakbut. En suma, los hijos de Manuela tienen como lenguas maternas el harakbut, en su variedad wachiperi, el matsigenka y el castellano, aunque con el tiempo predominó el uso del castellano de los migrantes andinos asentados en Huacaria.
Por otro lado, algunos de los hijos de Manuela consideran el quechua como su segunda lengua, pero reconocen que no la dominan como el wachiperi o matsigenka, ya que explican, con cierto grado de justificación, que esta lengua es de los wanämba ‘gente de los Andes’ y no de los wachiperi.
Realidad nacional
La historia de Manuela no es única; en el Perú muchos niños amazónicos y andinos suelen tener más de una lengua materna, algunas veces son dos o más lenguas originarias, en otros casos, las lenguas maternas lo conforman una lengua originaria y el castellano.
A medida que surge una nueva generación, el castellano predomina como lengua materna y las lenguas originarias van quedando relegadas como segundas lenguas. Actualmente, en Huacaria, Manuela es la sabia con mayor autoridad frente a los wachiperi, sus hijos usan más el castellano, pero pueden pasar del castellano al wachiperi con enorme facilidad, pero sus nietos solo emplean castellano, aunque entienden un poco wachiperi y matsigenka.
La jefa de Huacaria, Isabel, una de las hijas menores de Manuela, ha pedido al Estado que los apoye en la revitalización del wachiperi, debido a que frente a las otras lenguas que se usan en su comunidad, esta variedad harakbut presenta un estado de vitalidad en serio peligro.
Manuela es consciente de esta situación, así como todas aquellas abuelas de las lenguas en situación crítica, Natalia de 92 años del pueblo Chamikuro o Donalia de 70 años del pueblo Munichi.
Cuando los jóvenes le preguntan la traducción en castellano de una palabra harakbut-wachiperi, Manuela suele darles las equivalencias para que se queden “contentos”, como ella dice, pero luego agrega enfática: “…pero cada palabra tiene su historia” y de pronto pierde su mirada nostálgica en el horizonte.
Cada palabra forma parte del sistema complejo, no sólo del sistema gramatical particular de su lengua materna, sino, además de todos aquellos elementos socioculturales de su pueblo, su historia, sus reglas de organización social y la forma de ver e interpretar el mundo que les rodea, su cosmovisión. Aspectos que no se pueden traducir de manera simple a una segunda lengua.
Esuwa es el término para canción, pero no es cualquier canción, es el nombre de las canciones para curar y, dependiendo qué cura, el nombre cambia, además no sólo para curar una enfermedad, también para ‘curar el viento’.
Wäwëri es el término para los espíritus del río, también para todas aquellas especies que viven en el agua, como las distintas especies de peces, pero no sólo los peces, también las aves que viven en las orillas de los ríos, por tanto, la taxonomía de las especies tiene que seguir esta forma particular de clasificación. He ahí la importancia y la preocupación de la hija de Manuela para que su lengua originaria no se pierda, para que su cultura indígena se
mantenga viva.
48 lenguas originarias
En el Perú se han registrado 48 lenguas originarias, 4 andinas y 44 amazónicas. El quechua, harakbut y matsigenka son parte de esa gran diversidad. La Educación Intercultural Bilingüe (EIB) que ofrece el Ministerio de Educación es una política de estado que toma en consideración esta riqueza lingüística, en sus distintos contextos y matices en el desarrollo educativo de los estudiantes.
Identificar la lengua materna de los estudiantes bilingües va a determinar si se debe aplicar una EIB de fortalecimiento o de revitalización. La aplicación de estas formas de atención va permitir asegurar que las raíces de mujeres, como Manuela, perduren en el tiempo y sigan formando parte de esta gran diversidad lingüística y cultural, además de no vulnerar el derecho lingüístico de más de un millón de niñas y niños peruanos en recibir una educación en su lengua materna y en su propia cultura.
Y de esta forma, las palabras que algún día fueron dichas, sentenciadas o susurradas por aquella madre matsigenka de brazos largos y fuertes como las ramas abrigadoras de los árboles del valle de Paucartambo se mantengan en el tiempo imperturbables.
(FIN) NDP/