El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, saberes y técnicas de tejido del tapiz ayacuchano, por su original valor estético y por ser una expresión de la memoria histórica y la identidad cultural del pueblo de Ayacucho.
Al respecto, existen evidencias del uso del telar en las culturas preincas, identificándose tres tipos de telares: de cintura, vertical y horizontal, siendo este último el más usado. El papel que desempeñó el textil, en estas culturas fue esencial para la ornamentación y los rituales ceremoniales, al igual que fue un símbolo de la jerarquía social.
En la actualidad, los portadores de estos conocimientos textiles se autoidentifican como tejedores. A su vez, por su ubicación y arraigo territorial en distintos barrios tradicionales de Ayacucho se identifican como tejedores de los barrios tradicionales de Santa Ana, de Carmen Alto, de Magdalena, de Belén y de Puca Cruz.
También de otros barrios de origen más reciente como Yuraq Yuraq, la Picota, Pilacucho y Huascahura, residiendo en estos últimos, en su mayoría, tejedores jóvenes que se independizaron y abrieron sus propios talleres textiles. Los talleres de los tejedores se caracterizan por funcionar en la propia vivienda, conformándose una casa-taller. En esta, se transmiten los conocimientos textiles a nivel intrafamilia.
Los tejedores que se dedican a la producción de tapices provienen de la tradición de la confección de la frazada ayacuchana, la cual rescata iconografías propias de las culturas preincas. Este tipo de frazada era producida y vendida, tanto en Ayacucho, al igual que en regiones como Junín y Puno.
Los talleres familiares de mayor renombre, en los que se elabora el tapiz ayacuchano, son los de los Gómez, los Laura, los Oncebay y los Sulca (habiendo sido reconocidos como Personalidad Meritoria de la Cultura los tejedores Honorato Oncebay Coras y Alfonso Sulca Chávez).
Igualmente, destacan los tejedores Hernan Bajalqui, Victor Moisés Bravo, José de la Cruz Arango, Ciprián Fernández, Gerardo Fernández, Alejandro Gallardo, Jesús Manuel Gómez Salma, Edmundo Huaranqa, Jesus Huarcaya, Alfredo Jayo, Nicolas Llamocca, Macedonio Palomino, Marcelino Pomataylla, Ciriaco Sosa, Benigno Quispe y su hijo Leoncio; Alejo Fernández y su hijo Inocencio, y Fortunato Gallardo y sus hijos Emiliano, Oscar y Luis.
De esta manera se evidencia la importancia del uso del telar de pedal hasta hoy en día, siendo esta una tecnología que fue incorporada durante la Colonia y que ha ido evolucionando con el correr del tiempo.
Muchos de los tejedores ayacuchanos, construyen sus propios telares según el tipo de piezas que crean, por lo que han innovado en el tamaño, peinetas y uso de pedales. De igual forma, es destacable el hecho de que diversos tejedores trabajen para el rescate del uso de tintes de origen vegetal. Es decir, de técnicas de teñido textil tradicional, que datan de tiempos ancestrales.
Asimismo, los procesos de transformación y preparación de la materia prima, al igual que las técnicas de tejido de las distintas piezas, son transmitidos dentro de las familias, de generación en generación, a través de la participación de los hijos y nietos.
Toda esta labor implica una división de tareas, según roles de género, siendo los varones los tejedores a pedal y las mujeres las encargadas del hilado, el bordado y el uso del telar de cintura, dependiendo del tipo de pieza que se quiere producir.
Los tejedores ayacuchanos han desarrollado diversas piezas textiles, entre ellas el tapiz decorativo, que tienen un valor simbólico y emblemático, e integran el imaginario social regional. Estas piezas presentan diversidad de iconografías, entre ellas las asociadas a culturas preincas como Wari, que habitó en el actual territorio de Ayacucho y destacaba por su producción textil.
Esta declaratoria, dada mediante la Resolución Viceministerial N.º 000231-2023-VMPCIC/MC, firmada por la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Haydee Rosas.
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