Una réplica del puente colgante Q’eswachaka, que pese a haber sido tejido íntegramente con fibras vegetales, según la tradición inca, y desafía las aguas del río Apurímac en el Cusco, fue construida en Washington (Estados Unidos), donde se desarrolla el Festival de Tradiciones Populares del Instituto Smithsonian.
Declarado por Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, el puente Q’eswachaka está ubicado en la provincia de Canas, en las alturas de Cusco, y forma parte además del Qhapaq Ñan, el portentoso sistema vial que unió el antiguo Tahuantinsuyo a lo largo de más de 30,000 kilómetros en lo que ahora es Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.
Tras la construcción de la réplica ante los visitantes del Festival, la ministra de Comercio Exterior y Turismo y presidenta del Consejo Directivo de Promperú, Magali Silva, declaró que el público ha conocido en toda su magnitud un prodigio de la sabiduría de nuestros antepasados.
Recordó que cada segunda semana de junio, más de 1,000 comuneros de los poblados de Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana, en el distrito cusqueño de Quehue, unen el pasado y el presente cuando se juntan para renovar las fibras del puente luego de brindar ofrendas a la tierra, una tarea que se ha transmitido de generación en generación.
Se trata de una tradición milenaria, un símbolo que aún perdura. El Q'eswachaca tiene una extensión de 28 metros de largo y 1,20 metros de ancho. Representa la espiritualidad y la relación del hombre con la naturaleza. “Son vínculos que se renuevan al ser fabricado a mano en una faena colectiva”, remarcó la ministra.
Los constructores
El líder espiritual de esta tradición es el sacerdote andino Cayetano Ccañahuire, quien relató que pide permiso a la santa tierra Pachamama y a los Apus. "En la mesa ritual les ofrezco productos como hojas de coca, incienso, garbanzos, pallares, grasa animal y vino. La ofrenda es con todo nuestro corazón. A un costado del puente se queman los productos durante todo el día y también los tres días que siguen. Si no lo hacemos, algo malo puede ocurrir".
Los comuneros atan las grandes sogas que son ancladas en bases de piedras; bien estiradas y templadas; los Chakaruwaq, portadores del saber ancestral, tejen el puente, cada uno de un extremo, y al final de la tarde ambos se encuentran al centro del puente. El nuevo puente es recibido con aplausos y felicitaciones. Al día siguiente se celebra con bailes tradicionales.
Uno de los Chakaruwaq, Victoriano Arizapana, quien ha participado en la construcción del puente durante 32 años ininterrumpidos, dice que lo aprendió de su padre y ahora le enseña a su hijo y nietos. "El puente siempre fue así,desde nuestros ancestros. Para armar las sogas se necesita mucha fuerza, y también para tensarlas. El trabajo es fuerte, hay que jalar, pisar, es muy duro. Al final, cuando ya está construido el nuevo puente, pasan el padrino, las autoridades de la comunidad, para dar gracias al trabajo comunal’’.
Eleuterio Ccallo, otro de los Chakaruwaq, destacó que solo usan las manos para la construcción. "Nada de máquinas eléctricas. Todos juntos, con una técnica de los abuelos. El último día hay un baile, danzantes de todas las comunidades, jóvenes comuneros, todos celebramos".
Sobre su participación en el Smithsonian Folklife Festiva,l los Chakaruwaq construyeron para los visitantes un puente de 20 metros, una réplica que posee las mismas características del original.
La ministra Magali Silva aseguró que se trata de una excelente oportunidad de mostrar al mundo una manifestación cultural ancestral que se renueva cada año y se incorpora a la realidad cotidiana contemporánea sin perder la conexión con el pasado y su historia.
(FIN) NDP/RRC