Por Maira Flores“Trabajar la piedra es mirarnos a nosotros mismos”. Bajo un cielo despejado, Benjamín Pizarro Lozano me recibe en su taller ubicado en el jirón Los Nogales, a tres cuadras del terrapuerto municipal Libertadores de América, en la ciudad de Ayacucho.
Lo primero que atrae la mirada de propios y extraños, son los imponentes bloques de piedra blanca que aguardan con paciencia el momento en que se transformarán en una de las artesanías más reconocidas del país.
Legado familiar
Nacido en el pueblo de Belén y proveniente de una familia de artesanos, fue su tío abuelo el que lo introdujo en el tallado de la piedra de Huamanga desde que tenía 8 años. Aunque también aprendió a trabajar los retablos, siempre se interesó por la escultura.
“Mi maestro me hacía jugar con la piedra para que aprendiera a entenderme con la herramienta. Cuando me cortaba la mano, me decía: “Eso es para que aprendas, no para que te rindas” y cuando entraban las partículas en mis ojos, me decía: “Es para que aprendas y veas mejor”, narra Benjamín, de 65 años.
Conforme fue aprendiendo, pasó de realizar sus pininos a trabajos un poco más elaborados. Esto lo alentó a participar en concursos que lo impulsaban a mejorar sus habilidades. “Mi maestro me decía que tenía que superarme y ser el mejor”. Fue así como en 1970 participó en el concurso organizado por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga y ganó el primer premio en la categoría Escultura.
Tres años después, participó en el Primer Encuentro Nacional Inkarri durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado. “Llegué a la etapa nacional y por primera vez visité Palacio de Gobierno. Era una gran emoción que te recibiera un presidente y salir en televisión. Era una novedad”. Incluso el maestro recuerda, entre risas, que sus colegas le comentaban “¿por qué estabas tan serio?”.
Esta victoria no solo era un reconocimiento, sino también uno de los primeros pasos en su trayectoria como artesano, que lo llevarían a recorrer ciudades del país, entre ellas Cusco, Trujillo y Lima, y naciones extranjeras como Venezuela, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile e Italia.
“Esta salida con el arte te da una escuela mucho más grande y tienes que aprender; percibes lo que piensan tus colegas; te preguntan por qué haces esto, cuál es tu arte, cuál es tu expresión. Ahí entendí que nuestra cultura es milenaria y todos la valoran”, resalta.
Piedra por lo alto
En el 2012, el maestro Pizarro fue nombrado Personalidad Meritoria de la Cultura por el Ministerio de Cultura en reconocimiento a su valioso aporte a la puesta en valor del arte de tallar en piedra de Huamanga. Un hecho que él describe como una mezcla de alegría e irrealidad.
“Fue una sorpresa y no sabía qué significaba ‘personalidad meritoria’. Me causó una gran emoción y al mismo muchas dudas porque no creí llegar a este punto. Hasta que me entregaron la medalla y la resolución ministerial: ¿tanto valgo yo?”, cuenta risueño.
Asimismo, considera que esto es una muestra de hasta donde ha llegado y eso le da una responsabilidad porque es una herramienta de valor.
Llegada de la pandemia
Benjamín y su familia tenían el sueño de renovar su taller. Habían ahorrado lo suficiente para este propósito, pero la llegada de la pandemia del covid-19, el año pasado, detuvo todos sus planes.
“Es algo muy triste y tenemos que admitirlo. Este mal llega como una advertencia de la naturaleza porque no sabemos valorarla. Tuvimos que gastar nuestros recursos para subsistir”, sostiene.
En su taller trabajaba con cuatro personas, pero debido a la emergencia sanitaria tuvieron que salir a buscar otros empleos. Sin embargo, cuando hay pedidos sus antiguos colaboradores retornan con gusto a continuar trabajando. También agradece a las personas que llegan a su taller y compran sus trabajos.
“Agradezco a las personas que entienden del arte y compran, nos están ayudando; pero todavía falta darle un empujón al turismo porque es fundamental para nosotros”, dice.
También le preocupa la desaparición de varias buenas escuelas de artesanos. “La pandemia ha separado a muchas personas que quieren desempeñarse o estaban aprendiendo. Todo cerró y no tienes qué cosa dar para que sigan trabajando”. A pesar de la situación, busca animarse y tiene confianza en que este mal pasará.
El arte de esculpir
La piedra de Huamanga tiene sus características y se debe saber identificar. “Cuando vienen los visitantes, les digo que trabajar la piedra es mirarnos a nosotros mismos. Solo conoceremos el interior de la persona con la convivencia, con el trabajo. Después de cierto tiempo brotarán los defectos”.
Trabajar con la piedra implica paciencia y dedicación. Mientras el maestro Benjamín me responde, toma con firmeza la herramienta y empieza a hacer las líneas y dar texturas. Sus cinceles y formones son parte del ecosistema, y sus manos reflejan la destreza. “Esto es lo que aprendí de la naturaleza”, recalca.
Desde su experiencia y perspectiva, considera que sería importante ir introduciendo la tecnología al sistema de producción ya que facilita un poco más el trabajo.
“No creo que se pierda la esencia de lo que hacemos, es absurdo. La tecnología no puede reemplazar al artista. Con ella solo salen cosas específicas, pero la persona es la que hace los cambios, innova y perfecciona el arte”, afirma.
Remarca que la piedra de Huamanga es un símbolo de identidad con el que han aprendido a trabajar desde los Wari, una herencia que poseen los ayacuchanos y que les permite expresar la cultura de su región.
Pueden revisar más trabajos del artista en su cuenta de
Facebook y datos de contacto en la página de
Ruraq maki.
Más en Andina:
(FIN) DOP/MFR/RES
Publicado: 11/11/2021