Por José VadilloAyer se conmemoró el bicentenario del mártir José Olaya Balandra. En Chorrillos, sus hermanos pescadores han remozado su imagen con un mural en su honor.
Durante 25 días, el pintor Bruno Portuguez Nolasco luchó contra el tiempo y la humedad para inmortalizar al hijo predilecto de San Pedro de los Chorrillos, don José Silverio Olaya Balandra (1782-1823), en el muelle de los pescadores artesanales de Chorrillos.
Su trazo tenía que ser veloz porque la laca piroxilina, ideal para estos menesteres artísticos, que ya usaban los grandes muralistas mexicanos, tiene buen aguante frente a la madera, al cemento, a las inclemencias del clima. Sin embargo, es un material que seca muy rápido y se debe echar constantemente el tíner y tener un artista diestro para combinar colores en la paleta con el pincel. “Es tan rápido que no te da opción para pensar”, dice Portuguez.
El artista le dio forma al mural sobre el patrono de los pescadores en largas jornadas de casi un mes, de 10 de la mañana a 6 de la tarde. A veces, absorbido por la inspiración, solo se echaba agua a la cara y avanzaba de largo: quería plasmar todo el boceteado.
Testigos de los avances diarios del mural ‘Bicentenario del héroe mártir José Silverio Olaya Balandra’ fueron los propios pescadores del muelle chorrillano, los pelícanos y los comensales de las cebicherías.
Como tenaces críticos de arte, los pescadores aprovechaban las tardes para exigir su presencia en el mural o encontrar rostros parecidos en el fresco y bromearse entre ellos.
Están conformes con los resultados: se hacen selfies. Se identifican con el personaje, que tiene los aparejos correctos como los de ellos. Son hombres del mismo oficio. Inclusive alguno usa el gorro que llevan para esas faenas frías en mar afuera.
“Para mí, es una gran satisfacción que ellos se identifiquen con mi trabajo”, dice el artista de los rostros de viento y fuego. Reflexiona: “El realismo es dificilísimo porque el personaje tiene que encarnar a la realidad. Por eso, pocos se atreven a hacer realismo”, dice el artista, orgulloso de la tarea encargada y seguidor de la máxima mariateguista de que la imaginación por imaginación no vale, sino aquella que plasme la realidad.
Orgullo
Hay empatía y orgullo por la misión encomendada. Porque Portuguez, de 67 años, es hijo y hermano de pescadores chorrillanos. Su padre llegó de Chincha y fue hombre de mar en esta caleta hasta que falleció, a los 80 años.
Él le enseñó a sus 13 hijos (Olaya, por su parte, tuvo 11 hermanos) los secretos del mar. A cordelear, a cazar con trampilla a los calamares, etcétera. Pero cuando vio vomitar a su hijo Bruno en altamar, lo devolvió a tierra porque constató que no servía para esos menesteres, sino para artista. Entre los pescadores todos se conocer de sobrenombre. Portuguez presenta a Daga, su hermano Esteban, que sigue con el oficio aprendido del padre.
En los interludios, Bruno Portuguez repasaba sus lecturas. Sobre todo un par, para que el pincel sea más certero con los colores de la historia: El mártir pescador. José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe (1945), de Luis Antonio Eguiguren; e Historia de Chorrillos (2001), de Edwin Martínez.
El mural es un trabajo en conjunto que Portuguez ha realizado a cuatro manos con su esposa, la artista Fanny Palacios Izquierdo, nieta del escritor Francisco Izquierdo Ríos.
La iniciativa ha partido de la propia Asociación José Silverio Olaya Balandra de Pescadores Artesanales de la Caleta de Chorrillos, del cual el mártir es socio honorario. Ellos han financiado el trabajo y han ofrecido las paredes y la puerta del frontis de su local institucional para este trabajo.
Hace una década, aquí mismo, Portuguez hizo otro mural, pero “más pequeño”, que no cubría toda la dimensión del actual, que fue borrado.
El mártir ha sido una imagen permanente para el artista. Lo trabajó desde los años setenta (cuando ingresó a Bellas Artes) hasta los noventa. Luego, en el 2000, hizo el famoso retrato que preparó al óleo.
Viaje histórico
El fresco es un viaje histórico, desde los años de las luchas emancipatorias y termina en el presente.
He aquí el paisaje chorrillano: el Morro Solar, las rancherías, los pescadores. Se da un salto a la gesta libertadora con Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Aparecen José de San Martín, Simón Bolívar, José Antonio de Sucre y Manuelita Sáenz. Portuguez recuerda que fue la patriota quiteña quien salvó dos veces de intentos de asesinato a Bolívar.
De las referencias familiares, está presente la madre del mártir, doña Melchora Balandra, quien le enseñó a José Silverio los valores morales y la necesidad de sumarse a la lucha de los peruanos contra el ejército realista.
En esta mirada, la Madre Patria posee rasgos andinos y en un chal rojo sostiene las últimas palabras aludidas a Olaya frente al pelotón de fusilamiento: “Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria”.
La tercera parte del mural alude a cuatro escenas del martirologio de Olaya.
Está la señora Juana de Dios Manrique, de la aristocracia limeña, que apoyaba la emancipación y entregó las cartas escritas a mano que Olaya trasladó en su pequeña embarcación, del Callao a Chorrillos (Lima), cuando las tropas realistas habían retomado el control de la capital y no había forma de que las tropas patriotas se comunicaran más que con esas cartas. La leyenda dice que para no ser descubierto por los realistas, Olaya cruzaba el mar con la fuerza de sus brazos.
La otra escena alude a la detención de Olaya y su silencio fiel a la patria: jamás delató a remitentes ni destinatarios de las cartas en apariencia inocuas.
La tercera escena es de dolor. Se ve a Olaya Balandra martirizado: le arrancarán las uñas de manos y pies, le ofrecerán que se pase al bando del ejército realista, pero él no dirá nada. La última escena es su ejecución en la calle Petateros, en el pasaje a media cuadra de la Plaza de Armas, en el Centro de Lima.
La parte final del fresco es el tributo de todos los peruanos a Olaya. Aquí Portuguez se permite la licencia de poner rostros contentos. Orgullosos. De todas las sangres. Incluso un niño mira al espectador. Hay referencias al azul y el celeste, que son colores con persistencia en la cosmogonía diaria de los pescadores. Son los colores de Olaya, como también el rojo y blanco.
Cabe indicar que de 15 m de largo por 4 m de alto mide el mural chorrillano.
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(FIN) DOP/RES
Publicado: 30/6/2023