Luego de más de tres años de incesante estudio, investigadores del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) están cerca de producir la primera variedad de maracuyá criolla con alta calidad genética, elevado dulzor y concentración de nutrientes en su pulpa, cáscara delgada, así como mayor rendimiento para mejorar su valor de exportación.
Esto ha sido posible gracias al proyecto denominado “Fortalecimiento de capacidades técnico productivas de los productores de maracuyá”, que financia el INIA a través de Programa Nacional de Innovación Agraria (PNIA), con el apoyo de la Asociación de Exportadores (ADEX) y de empresas productoras de la deliciosa “fruta de la pasión”.
El maracuyá, una fruta del género
“pasiflora” destaca por su alto contenido de
vitamina C, así como del complejo B. También aporta minerales esenciales como potasio, fósforo y magnesio. Estos nutrientes robustecen el sistema inmune y lo hacen más resistente a infecciones respiratorias y otras enfermedades.
Proyecto de importancia socioeconómica
El proyecto se inició en 2018, a solicitud de los productores de maracuyá de las zonas de Chimbote (Áncash), Olmos (Lambayeque) y Barranca (Lima), que resultaron afectados por la introducción al país de semillas extranjeras de baja calidad que desplazaron al maracuyá criollo, oriundo del Perú, que destaca por el gran dulzor y alta concentración de nutrientes en su pulpa.
Al llegar al país estas semillas extranjeras se mezclaron y cruzaron con las del maracuyá criollo, produciendo frutos de tamaño más grande pero con más cáscara que pulpa y bajo nivel de dulzor. Estas cosechas de maracuyá de baja calidad fueron rechazadas por la industria exportadora de esta fruta, lo que produjo pérdidas económicas en los productores nacionales.
“Ante esta situación, el INIA formuló un proyecto para fortalecer las capacidades técnicas y productivas de los productores de maracuyá de estas tres regiones”, sostuvo María Elena Rojas Meza, investigadora principal del proyecto, quien también se desempeña como coordinadora nacional del Programa de Frutales del INIA y directora del Centro Experimental La Molina.
El proyecto contempló la suscripción de un convenio interinstitucional con ADEX, lo que garantizó la continuidad de la investigación más allá del término del mismo en 2020. “Gracias al convenio podemos continuar con el trabajo porque queremos obtener una variedad mejorada del maracuyá criollo que destaca, sobre todo, por su elevado dulzor", expresó.
Otros atributos del maracuyá criollo son que no requiere polinización para reproducirse, su alta resistencia a sequías, plagas y enfermedades, así como su disponibilidad durante todo el año.
Como parte del proyecto se desarrollaron cursos de capacitación en tecnologías de manejo de cultivo para mejorar su competitividad y rentabilidad, a fin de responder a la demanda del mercado exportador. “Logramos capacitar a los productores durante un año”, dijo.
Antes de recibir la capacitación del proyecto del INIA, los productores seguían recomendaciones de vendedores de agroquímicos y de otros agricultores de manera empírica, lo cual no generaba los resultados esperados y, más bien, los productos químicos utilizados terminaban dañando el terreno de cultivo, el ambiente y la propia cosecha.
Otro aspecto importante del proyecto fue la implementación de parcelas demostrativas instaladas en las mismas zonas de producción de Barranca, Chimbote y Olmos, para que los agricultores conozcan directamente cómo se debe instalar una plantación de maracuyá y tener éxito en el campo.
“También elaboramos materiales de difusión, guías sobre técnicas y buenas prácticas agrícolas, así como sobre la producción orgánica de maracuyá. Esa información no existía en el plano nacional y solo se contaba con manuales procedentes de otros países como Brasil, Colombia y Costa Rica”, refirió.
En el ámbito académico, el proyecto permitió incentivar el interés de los estudiantes para que desarrollen tesis sobre frutales, en especial las del género “pasiflora”, a la que pertenece el maracuyá.
También se capacitó a los profesionales del INIA. “Si bien contamos con muy buenos profesionales en frutales, no habían especializados en maracuyá porque había dejado de ser un cultivo priorizado y se convirtió en un cultivo secundario”, mencionó.
Gracias al proyecto se contrató a consultores de Brasil y Colombia para capacitar a los profesionales del INIA, a fin de que actualicen su información para difundir mejor el conocimiento a los productores agrarios. “Incluso se desarrolló un curso internacional en la ciudad de Chiclayo y participamos en el Segundo Congreso Internacional de Maracuyá realizado también en Chiclayo”, anotó.
10 accesiones seleccionadas
Rojas Meza destacó que, como resultado de este intenso trabajo de investigación, se colectaron inicialmente 50 muestras o accesiones procedentes de diversas regiones a nivel nacional.
Luego de un año de evaluación, con pruebas organolépticas y la caracterización físico-química realizadas en el laboratorio del INIA, se seleccionaron las mejores 10 accesiones con características adecuadas para producir plantones de calidad.
Las accesiones son materiales en estudio que han sido colectados y de los cuales se obtiene y libera una nueva variedad de cultivo.
“La parcela demostrativa no solo sirve para evaluar los plantines que están instalados, sino también sirve como medio de transferencia de tecnología para capacitar a los productores”, manifestó.
Precisó que la importancia de contar con parcelas demostrativas en distintas regiones radica que se debe tener en cuenta el comportamiento del cultivo según el tipo de terreno y aspectos climáticos como humedad, temperatura, viento, así como las técnicas de cultivo.
“Una accesión o una variedad que funcione, por ejemplo, en Lambayeque, no se va a adaptar de la misma forma en Lima o Áncash. Nosotros hemos estudiado y seguimos estudiando todos los parámetros haciendo mejoramiento genético y manejo agronómico”, subrayó.
Las 10 accesiones seleccionadas destacan por su alto dulzor y poseen más pulpa que cáscara, que son condiciones ideales para poder comercializarse en los mercados externo e interno.
Ahora los investigadores del INIA analizan el crecimiento adecuado del cultivo, su adaptabilidad a ciertos tipos de temperatura, la resistencia a enfermedades, nivel de florecimiento y capacidad de rendimiento en campo.
“En el Centro Experimental La Molina tenemos las accesiones AC2 y AC4 que han salido sobresalientes en alta producción, con alto nivel de dulzor, lo que permitirá implementar cultivos de calidad para los productores de la región Lima”, adelantó.
Propagación clonal
Rojas Meza precisó que el objetivo del INIA ahora es la propagación clonal de las plantas y no a través de semillas. “Estamos propagando clonalmente las ‘plantas madres’ para distribuirlas a las tres localidades (Chimbote, Olmos y Barranca) para que los agricultores tengan plantas madres semilleras que garanticen que su material genético no se degenere y produzcan buenos cultivos cuya rentabilidad mejore sus condiciones de vida”, remarcó.
Para obtener una propagación clonal se extrae el material genético de una planta madre calificada como ‘planta élite’, que posea condiciones sobresalientes. “Ese material que se extrae de la planta madre se lleva al laboratorio y se hace enraizar para dar origen a una nueva planta, la cual va a mantener las características genéticas de la planta madre”, detalló.
Investigación continúa
Dijo que si bien la pandemia del covid-19 ralentizó la puesta en marcha de una segunda fase de la investigación, el trabajo del INIA no se detuvo gracias al convenio de cooperación institucional suscrito con ADEX.
“Dentro de los trabajos de investigación que tiene el INIA ha incluido este proyecto como un cultivo priorizado para continuar con el estudio. Para este año hemos implementado el mejoramiento genético para terminar la evaluación y selección de ecotipos promisorios de maracuyá de alta calidad genética”, afirmó.
Estimó que para el 2022 se tendrá resultados de la evaluación de fenología de las 10 accesiones de maracuyá instaladas en las parcelas demostrativas de Barranca, Chimbote y Olmos, bajo las condiciones de cada localidad.
Resultados óptimos en dos años
“Los resultados del trabajo de mejoramiento genético en cultivos frutícolas se obtienen generalmente en 5 a 10 años. Sin embargo, el maracuyá es una especie que produce al año, a diferencia de otros cultivos frutícolas que producen a partir de los 3 o 5 años, por lo que los trabajos de mejoramiento genético tardan mucho más”, explicó.
Refirió que, por ejemplo, la accesión AC4 evaluada en Centro Experimental La Molina fue sembrada el 23 de diciembre de 2019 y en marzo de 2020 ya estaba produciendo. “Año tras año tenemos buenos resultados y esperamos, en un par de años más, lograr nuestro objetivo de una variedad de maracuyá que tenga las características óptimas de dulzor, buen tamaño, cáscara delgada, buen rendimiento; es decir un maracuyá criollo potenciado”, finalizó.
Equipo técnico
El equipo técnico del INIA cuenta con el apoyo del ingeniero Héctor Vásquez Pérez, titular de la Dirección de Desarrollo Tecnológico Agrario; el ingeniero Abraham Villantoy Palomino, especialista en protección vegetal de la Estación Experimental Canaán de Ayacucho; la especialista Rosa Cabrera, del área de Recursos Genéticos para el apoyo en el ámbito de la propagación clonal; y la ingeniera Cris Vargas, especialista en frutales.
(FIN) LZD/MAO