Sin embargo, estas muestras no se mantuvieron intactas, la mayor parte del material sufrió intensas transformaciones por contacto con el agua. De acuerdo con el estudio publicado en Nature Geoscience,“El asteroide originario de acumuló
hielo y polvo. Con el tiempo, ese hielo se derritió y el líquido resultante reaccionó con el polvo para formar lo que vemos hoy: una muestra que tiene un 80% de minerales que contienen agua”, declaró Tom Zega, de la Universidad de Arizona.
Los cambios no terminaron allí. Otro artículo, también en Nature Geoscience, encontró señales claras de meteorización espacial: cráteres microscópicos e “impact melts” (pequeñas salpicaduras de roca fundida) producidos por el bombardeo constante de micrometeoritos, además del efecto erosivo del viento solar.
“La erosión de la superficie está ocurriendo mucho más rápido de lo que la sabiduría convencional supondría, y el mecanismo de fusión por impacto parece ser dominante, al contrario de lo que pensábamos originalmente”, explicó Lindsay Keller, del Centro Espacial Johnson. Michelle Thompson (Universidad de Purdue) agregó que estos hallazgos permiten comprender mejor cómo se alteran los asteroides sin atmósfera como
Bennu.
En conjunto, estos tres estudios vuelven a
Bennu un verdadero “cápsula del tiempo”, pues conserva información clave sobre la formación del sistema solar y los procesos que precedieron la vida en la Tierra. El hallazgo de polvo interestelar, minerales acuosos y evidencia de erosión espacial refleja una historia fascinante y variada.
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