La ciudad wari de Pikillaqta (o Piquillacta), en el valle del Cusco, era un ejemplo de orden y poder hasta que fue abandonada de manera abrupta hacia el año 900 d.C. y la razón permaneció como un enigma durante siglos. Un equipo internacional de investigadores, liderado por el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet), propone una nueva hipótesis: dos grandes sismos superficiales y un huaico en la región habrían sido la causa.
Hace más de mil años, sus calles formaban una cuadrícula perfecta, sus muros eran altos y simétricos, y desde sus terrazas se dominaban los valles agríolas que alimentaban al imperio Wari, una de las civilizaciones más desdarrolladas del antiguo Perú.
Los habitantes de Pikillaqta vivían bajo una organización estricta. No era una ciudad bulliciosa, sino un centro administrativo y ceremonial. Allí trabajaban funcionarios, sacerdotes y artesanos encargados de controlar el intercambio de productos, la administración del agua y las actividades religiosas.

Hacia el año 900 d.C., las puertas de Pikillaqta fueron selladas, sus calles quedaron vacías y ninguna otra ciudad wari ocupó su lugar. Los habitantes de la ciudad de Wari escucharon cómo el suelo crujía y los cerros se deslizaban hacia ellos. Trataron de resistir, amarraron sus muros, sellaron las puertas. Luego se marcharon. ¿Cuál fue el motivo del colapso?
Un misterio
Durante décadas, los arqueólogos propusieron distintas teorías. Desde conflictos internos, sequías, agotamiento de recursos hasta migraciones hacia otras regiones. Sin embargo, ninguna explicación encajaba por completo.
"Pikillaqta fue víctima de grandes terremotos y un flujo de escombros que sepultó parte de la ciudad", explicó el ingeniero Briant García, investigador principal.
La investigación, publicada en la revista Geoarchaeology, combina estudios de arqueología, geología, paleosismología y tecnología de drones para reconstruir los eventos que, según los autores, habrían provocado el colapso de este asentamiento wari.
¿Dónde se ubica?
Pikillaqta se levanta en una meseta al sureste del Cusco, en la intersección de las fallas geológicas Tambomachay y Pachatusan. Ambas son estructuras activas, capaces de generar sismos superficiales.
El equipo identificó que muchas de las paredes originales de Pikillaqta, aún en pie, presentan inclinaciones, grietas y deformaciones en una dirección dominante noroeste-sureste. Esa orientación coincide con la dirección del movimiento de las fallas locales, detalla el Ingemmet.
Para comprobarlo, los investigadores aplicaron la metodología de los efectos arqueológicos de terremotos (EAE), que analiza daños estructurales antiguos asociados a movimientos sísmicos. Registraron 149 deformaciones en muros originales, clasificadas en colapsos, inclinaciones, fracturas verticales y flexiones.
El patrón era claro. Los muros se habían desplazado siguiendo una misma dirección sin relación con la pendiente natural del terreno. Esa coherencia geométrica indicaba que las deformaciones no se debían al paso del tiempo ni a fallas constructivas, sino a movimientos bruscos del suelo.
Para completar el análisis de campo, el equipo utilizó drones y modelos digitales de elevación (DEM) con una resolución de hasta cinco centímetros. Estas imágenes permitieron reconstruir la topografía con gran detalle y detectar pequeñas variaciones en la superficie del sitio.
A partir de esa información se elavoraron mapas tridimencionales y de relieve que mostraron cómo la deformación de los muros estaba asociada al sacudimiento del suelo generado por la reactivación de las fallas geológicas cercanas. En conjunto, los datos apuntaban a un fuerte evento sísmico ocurrido durante la ocupación wari.
Tras el rastro del desastre
La segunda evidencia apareció en el suelo. En varios sectores de la ciudad, en especial la zona este de la ciudadela, los arqueólogos hallaron depósitos de tierra y piedras estratificados de hasta 2.5 metros de espesor, que en la publicación del Ingemmet se intgerpretó como depósitos de un flujo de detritos. Estos depósitos cubrían pisos y muros, lo que indicaba que el material había ingresado a la ciudad cuando aún estaba habitada.
Mediante análisis estratigráficos y topodráficos, los investigadores rastrearon el origen del flujo hasta el cerro Pukaccasa, ubicado al este del sitio. Su pendiente inestable y su composición arcillosa lo convierten en una fuente probable de deslizamientos inducidos por terremotos o lluvias intensas.
Dentro de esos sedimentos se encontraron tres muestras orgánicas: un fragmento de hueso de mamífero, trozos de carbón vegetal y cerámicas. Las tres fueron fechadas por radiocarbono entre 766 y 986 d.C., fechas que coinciden con el periodo de abandono de la ciudad y con la actividad sísmica de las fallas geológicas de Tambomachay y Pachatusan.
Dos terremotos y un huaico
Los estudios paleosismológicos previos, desarrollados por el Ingemmet, ponen en evidencia dos grandes sismos superficiales en la región: uno ocurrido entre 770 y 900 d.C., asociado a la falla Pachatusan, y otro entre 856 y 988 d.C., vinculado a la falla Tambomachay.
Ambos movimientos habrían tenido magnitudes estimadas de Mw 6.4 a 6.9, suficientes para causar daños graves en estructuras de piedra sin argamasa como las wari.
El nuevo estudio propone que esos dos terremotos, posiblemente separados por pocas décadas, afectaron directamente a Pikillaqta. El primero habría causado las deformaciones estructurales y el segundo, combinado con lluvias, habría desencadenado el flujo de lodo y escombros que ingresó al sitio.
El resultado fue devastador. Muros inclinados, habitaciones sepultadas y calles cubiertas de sedimentos. Las sogas de pispita que los habitantes usaron para reforzar las columnas (y que hoy pueden verse en los restos arqueológicos) son testigos de un intento fallido por reparar la ciudad. Poco después Pikillaqta fue abandonada.
Perspectiva distinta
El trabajo ofrece una perspectiva distinta sobre el colapso de las civilizaciones andinas. Hasta ahora, los estudios sobre los Wari se centraban en factores políticos o climáticos, como sequías prolongadas o pérdida de poder central. Este estudio introduce una variable poco explorada, procesos naturales o geológicos como causa directa del abandono de centros urbanos.
Los investigadores reconocen limitaciones: las fechas radiocarbónicas tienen márgenen amplios y no pueden demostrar causalidad absoluta entre los sismos y la salida de los habitantes. Sin embargo, la coincidencia temporal y espacial de los eventos sísmicos, los depósitos y las evidencias arqueológicas refuerza la hipótesis.
De confirmarse, Pikillaqta se convertiría en uno de los primeros casos documentados de destrucción urbana causada por terremotos en la historia precolombina de los Andes.