Por Karina Garay RojasLas mentiras blancas o piadosas que se les dice a los niños para hacerlos sentir bien o se les pide trasmitir a otros adultos, para liberarlos de alguna responsabilidad, pueden tener consecuencias adversas en la construcción de su personalidad.
Así lo manifestó Guilermo Ladd, jefe del área de adultos del Instituto Nacional de Salud Mental, durante el programa Saludable Mente de Andina canal on line, donde indicó que mentir es un recurso humano para sobrevivir, pero que no todas las mentiras son inofensivas, sobre todo cuando se les dice a menores.
“Es muy difícil distinguir el límite de lo que es una mentira y lo que no lo es. Sin embargo, hay que decir que esta es parte consecutiva del ser humano.
Todos los seres humanos mentimos y el que dice que no lo hace, miente”, señaló.
Por lo general las personas mienten para obtener un beneficio o para limitar el daño que pueden tener debido a una determinada conducta. Sin embargo, también lo hacen para proteger o agradar.
Cuidado con los halagos
“Si destaco en mis hijos solo sus cosas buenas y no señalo sus defectos o, por el contrario, tapo o escondo sus errores, estoy creando un entorno engañoso para el niño, narcisista, lo cual es peligroso en el largo plazo”, refirió.
Quienes solo alaban a sus hijos o les dicen
mentiras sobre su supuesta superioridad frente a otros menores pueden generarles una distorsión de su propia percepción.
Igual de dañinas son las palabras que magnifican sus errores y malas conductas y las colocan como características de una persona ganadora.
“Es fundamental delimitar la conducta inapropiada que pueden tener nuestros hijos. El desarrollo de una personalidad se da en función de nuestros genes y nuestro entorno. Si este no es nutritivo para enriquecernos, pero tampoco para ponernos límites, ese niño crecerá sintiendo que puede hacer lo que quiera. Esa es la fórmula para se desarrolle un psicópata”, anotó.
“Dile que no estoy”
Por otro lado, el psiquiatra advirtió que los padres que se excusan con
mentiras, las cuales además deben se trasmitidas por sus hijos, como "dile que no estoy", cometen un grave error.
Con estos actos evidencian su inmadurez y empujan a los menores a pensar que mentir es importante y uno debe hacerlo porque así funciona el mundo y cuando sean adultos deben trasmitir esto a sus hijos.
“Los grandes mentirosos se forman en casa. Es el entorno más cercano donde se les obliga a mentir. Eso es negligencia. Permitir que eso ocurra genera un daño tremendo en el
yo moral del niño”, advirtió el psiquiatra.
Dijo que los padres y madres que realmente aman a sus hijos no deben obligarlos a mentir y, por el contrario, deben confrontarlos si los descubren mintiendo.
“Si un niño no es confrontado ¿qué lección saca? A este no le intereso. Allí se revela el estilo de crianza y el niño se va a adaptar a ese estilo”.
Para el experto, cuando los menores mienten de manera recurrente y en la familia no hay costumbre de hacerlo, se debe buscar apoyo profesional.
“Si hay mentiras recurrentes hay que buscar ayuda. Los menores podrían estar padeciendo depresiones infantiles, ansiedades, trastornos obsesivos compulsivos, abuso sexual. Todo eso puede estar presente cuando un niño miente. Si hay una presencia reiterada de mentiras debemos buscar la explicación de esto, porque no es normal”, recomendó.
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(FIN) KGR/RRC
Published: 10/3/2019