Una reciente investigación puso al descubierto la enorme cantidad de pesticidas que puede llegar a tener la cáscara de una piña, lo cual ha despertado la búsqueda de métodos que reduzcan los componentes químicos albergados en los alimentos que forman parte de nuestra canasta básica familiar.
“El Perú es un país pionero en el manejo integrado de plagas. Es un concepto que nace hace unos 50 años en el Valle de Cañete, con el algodón, y que se maneja muy bien en la agroexportación, pero lamentablemente, por falta de capacitación y transferencia tecnológica, eso no ocurre siempre en la agricultura familiar (que es la que abastece los mercados del país)”.
¿Quién es el responsable?
Para el docente, la responsabilidad de este problema de salud pública, es compartida.
“Como sociedad somos todos los responsables de lo que está sucediendo, porque tanto el ministerio, las universidades, los institutos, como el Senasa y el INIA son instituciones que tienen alternativas biológicas (para este problema). Pueden hacer un control biológico (de plagas) con microorganismos, hongos o un manejo integrado. Recurrir a los pesticidas debe ser la última opción. Es así como se maneja la exportación”.
En su experiencia como ingeniero, ha podido ver cultivos que superaban cinco a diez veces la dosis permitida de productos químicos sobre alimentos.
“Esto ocurre porque (muchos agricultores) piensan que es mejor así y que más rápido matarán la plaga. Además lo hacen por miedo. A veces en una semana o a tres días de la cosecha, por ejemplo en verano, una plaga te puede destrozar todo el campo. Ellos lo hacen para salvar su su inversión”.
A esto se suma que muchos agricultores desconocen que existen pesticidas inocuos o menos dañinos, que existen un
denominado control cultural, por ejemplo, a través de trampas, o el uso de feromonas para los insectos, como se hace para controlar la mosca de la fruta, estrategias que son bastante económicas.
“Por ejemplo, el Senasa tiene varios controladores biológicos que los provee a la población; sin embargo, tal vez no hay una difusión correcta de estos productos y los agricultores piensan que la única alternativa son los pesticidas”.
¿Cómo limpiar los productos?
El ingeniero Cántaro explicó que hay dos grupos de plaguicidas que pueden ser peligrosos: de contacto y sistémico.
Los de contacto son los que, por ejemplo, se emplean en el control de plagas de la piña. Se echan en la parte externa de la fruta para impedir que las larvas ingresen a la pulpa y termine pudriéndola. Mientras que los sistémicos sí penetran la fruta, es decir, pasan por la flor y finalmente al fruto.
En todos los casos, el experto sugiere primero lavar muy bien los productos. Las papas u otros alimentos que estén bajo tierra, como la zanahoria y el nabo, pueden lavarse con un cepillo y bajo un chorro de agua. Las hortalizas deben lavarse hoja por hoja y desechar las exteriores que podrían estar más sucias.
Si los productos han sido roceados con plaguicidas de contacto, bastará con quitarles la cáscara para desechar la parte contaminada. Lamentablemente, los agroquímicos sistémicos no se eliminan ni siquiera con el pelado del fruto, advirtió.
¿Cuáles son los productos con mayor riesgo?
“Los tomates utilizan bastantes pesticidas. Es una planta atacada por muchas plagas, muchas enfermedades. También están las hortalizas de hoja, como la lechuga, la espinaca, el apio, la cebollita china, donde se han encontrado residuos de fungicidas para controlar hongos”.
La papa también es bastante atacada, indicó el experto, y si se utilizara un fungicida sistémico entrará al tubérculo. El mayor daño está cuando se aplica muy cerca la cosecha.
Héctor Cántaro advirtió que si vemos una fruta o verdura muy bonita, casi perfecta, podría tener pesticidas en su composición.