El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a la danza Los Unkakus, de las comunidades campesinas de Pacaje, Tantamaco-Ninahuisa y Ccatacancha, del distrito de Macusani, provincia de Carabaya, departamento de Puno, por ser una manifestación cultural que refleja la estrecha relación de la población con su historia y cultura local a través de narraciones orales.
Mediante una Resolución Viceministerial, publicada hoy en el Diario Oficial El Peruano, se establece que esta danza ancestral permite a los danzantes y a la comunidad reforzar y reproducir los lazos de identidad, por ser muestra de la unión permanente e inherente entre los seres humanos y la naturaleza, lo cual se refleja en el respeto del medio ambiente necesario para el desarrollo productivo local.
Existen múltiples versiones sobre el origen del término “unkaku” que da nombre a la danza. Unkaku sería un derivado del quechua unku, el que hace referencia a la prenda parecida a una túnica hecha de fibra de alpaca o de vicuña usada por los hombres que habitaron los Andes del Perú.
Asimismo, podría provenir del término “unkachuq”, denominación utilizada aún por los ancianos de las comunidades, donde “unka” significaría túnica o atuendo y “uq” o “chuq” que haría referencia a un tipo de encantamiento, lo que se traduce localmente como guerreros con trajes encantados.
Es así que, según la tradición oral local, el término “unkaku” se usa para llamar a personas antiguas y sabias, quienes según mitos locales, están dotadas de magia y son capaces de transformarse en animales tales como el puma, el cóndor o el águila, considerados sagrados dentro de la cosmovisión andina. De esta manera, la variedad de versiones del término “unkaku”, evidencia que es un concepto que engloba diversos aspectos de la cultura local, lo que contribuye en la constitución de la identidad del distrito de Macusani.
Según información oral recopilada en el expediente, los “unkakus” habrían tenido la misión de proteger los valles interandinos aledaños de los andes orientales de Puno, de invasiones de grupos que no integraban el dominio inca. Por ello, los “unkakus”, según consta en la tradición oral y algunos escritos, eran considerados vasallos o soldados del inca.
Además de guerreros, los unkakus fueron conocedores del Qhapaq Ñan, el sistema de caminos que sirvió para vincular los pueblos y ciudades más importantes del Tawantinsuyu.
Aquellos caminos, distribuidos también a lo largo de la actual provincia de Carabaya, evidenciarían los lazos de interacción social, económica y cultural entre los pobladores de la puna, ceja de selva y selva.
Este rol de protectores y guardianes atribuido a los “unkakus” es generalmente mencionado en la tradición oral y se evidencia en las actitudes beligerantes durante la ejecución del ritual que realizan los danzantes antes de la primera ejecución de la danza así como en la danza misma.
Actualmente, la danza Los Unkakus es ejecutada por los pobladores de las comunidades campesinas de Pacaje, Tantamaco-Ninahuisa y Ccatacancha, todas ellas ubicadas en el distrito de Macusani. Esta danza se realiza el 20 de enero, día central de la celebración de San Sebastián, santo que se relaciona con la benevolencia a la actividad agrícola, por lo cual es venerado en diversas localidades del territorio nacional; pero sobre todo se ejecuta durante la época de carnavales.
La comparsa de “Los unkakus” está compuesta por 30 varones aproximadamente y presenta cinco personajes: el jefe de danzantes denominado paña machula, que se ubica a la derecha de la comparsa y es el guía principal debido a que tiene mayor experiencia; el subjefe llamado lloque machula que se ubica a la izquierda; el jefe de los quellwas o capitán quellwa, jefe de los abanderados; el teniente o sayac quellwa, quien transporta la bandera blanca y anuncia la paz; el sargento quellwa, quien lleva la bandera peruana.
Los unkakus están acompañados de músicos, quienes están liderados por el jefe y director de la danza denominado “Paña órgano”; también se presenta el subjefe o subdirector llamado “lloque órgano”, el tambor de la derecha paña tambor y la izquierda lloque tambor. Hay alrededor de 10 músicos que tocan tambores y pinquillos, instrumentos de percusión y de viento, respectivamente.
Vestimenta
Los danzantes portan prendas cuya materia prima es la fibra de alpaca o la lana de oveja, las cuales son tejidas por los propios miembros de las comunidades. Esta característica es importante ya que destaca la actividad ganadera de las localidades, así como la labor de la transformación de la lana, actividades que representan la continuidad de conocimientos y saberes ancestrales de estas poblaciones, así como la división social de trabajo.
Esta danza presenta dos coreografías que son ejecutadas en diferentes espacios, una durante el ritual de las prendas de los danzantes y otra en las celebraciones del carnaval. El ritual es un momento sumamente importante porque las prendas son bendecidas, por lo que son consideradas sagradas.
Este ritual se desarrolla anualmente la noche previa al día central de la celebración del carnaval en casa del alferado, quien dirige la ceremonia y es el encargado de organizar la celebración de los carnavales. Para este acto se utiliza coca, cigarros, alcohol, incienso, anisado, chicha, entre otros elementos que están presentes y son simbólicamente importantes en los rituales en los andes peruanos. Se realizan peticiones y oraciones para que los trajes e instrumentos musicales cumplan correctamente la función encomendada.
Danza
A este ritual también acuden los danzantes o unkakus, así como los “validos”, personas que ayudan a los alferados en diferentes labores como son la cocina, la despensa, los artefactos de ritual, la bendición de trajes, entre otros. Los validos ayudan al “paña machula” y al “lloque machula” en la colocación de cada prenda e instrumento musical en el lugar correspondiente, para iniciar la bendición del traje. Durante el ritual, al “unkaku” se le coloca cada prenda inmediatamente después de ser bendecida.
Este ritual consta de diversos movimientos. El “paña machula” y el “lloque machula” danzan direccionados a los cuatro puntos cardinales. Posteriormente todos los danzantes realizan el movimiento denominado “p’ajchi”, en el cual alzan los brazos y las manos girando sobre su propio eje. Este movimiento sirve como invocación a las divinidades sagradas denominadas “Apus” para que llueva y la producción sea fructífera.
El “p’ajchi” tiene como elemento central al weq’ontoy, planta que simboliza la espada del guerrero y sirve para atraer la lluvia, esta planta es agitada por el danzante con una mano. En la otra mano lleva la “sejoenka”, planta que también se considera que atrae la lluvia; el nombre estaría asociado a antepasados llamados sejes, que habitaron en zonas cercanas a la selva, lo cual sería una muestra del intercambio cultural con estas poblaciones amazónicas. El uso de ambas plantas sirve para solicitar la buena producción agrícola y ganadera, elementos claves para la sostenibilidad de la población.
El siguiente movimiento es el “yawar maqui”, donde los danzantes agachados realizan nuevamente movimientos con la planta weq’ontoy, agitándola de izquierda a derecha. Los danzantes se colocan de espaldas uno del otro y giran de derecha a izquierda.
Posteriormente, los “unkakus” realizan la limpia o expulsión de energías negativas frotando la “weq’ontoy” por la espalda y cuerpo del rival. Cabe señalar que esto haría referencia a las tradiciones de la población kallawaya, quienes eran reconocidos por sus conocimientos relacionados a la medicina y su poder de sanar. Otro movimiento es “penq’ocha” en el que se entrelazan los brazos derecho e izquierdo, donde el “unkaku” intenta representar su poderío y fuerza sobre el rival. El siguiente movimiento es el despide guerra, los danzantes juntan las plantas weq’ontoy y sejoenka en un solo puño y balancean su cuerpo de izquierda a derecha.
En este movimiento se entra en una etapa de éxtasis, en el que los “unkakus” están listos para escenificar la guerra donde hondean las “waracas”. “Qhaswa” es el movimiento donde se festeja el triunfo en la batalla. Según los ancianos, en el ritual también se realizaba el movimiento denominado chunchito, el cual simbolizaría a algunos personajes incas durante batallas en el Qhapaq Ñan.
Finalizado el ritual, los danzantes salen de la casa del alferado para hallar el “enkaychu”, figura con forma de cruz hecha de flores de sejoenka que evoca a un elemento de protección, el cual pertenece a la madre tierra, similar a los Apus, que transmite fuerza física y espiritual al unkaku.
Los músicos y quellwas acompañan a los unkakus. En este momento existe una triangulación importante de creencias o sincretismo. Por un lado, el uso de las flores como protectoras del unkaku que haría referencia al pueblo kallawaya, la relación entre elementos de la tierra como entidades divinas de la cosmovisión andina y la cruz como muestra de creencia adoptada durante la evangelización.
En cuanto a la ejecución de la danza en las celebraciones de carnaval, los danzantes se colocan en dos columnas representando dos bandos y ejecutando diversos movimientos, tales como el “qhaswa” y luego el “toro pujllay”; momento muy significativo donde los unkakus se transforman en cóndores. Es una transformación simbólica que no conlleva algún paso especial, cambio de indumentaria u ornamentos y es notoria por los movimientos que el danzante ejecuta.
En este momento aparece un personaje que es jalado hacia el ruedo por un grupo de jóvenes y que representa a un toro que intenta cornear en repetidas oportunidades a los danzantes convertidos en cóndores, produciendo un momento de regocijo y diversión entre la población asistente. Luego que se le da muerte simbólica al personaje del toro, el alferado reparte sus partes, tanto entre las personas como entre los “unkakus” transformados en cóndores. El cuerpo del toro muerto está representado por una figura hecha de ceniza de tallo de cañihua, al que llaman oficial, el cual es desmembrado por el alferado. La aparición del cóndor y el toro como animales antagónicos, representa la relación de subordinación de los indígenas por los españoles; la posterior muerte del toro representaría la victoria del pueblo y el retorno de la paz.
El movimiento principal de la danza es el hondeo de las waracas, donde los danzantes representan una guerra simbólica entre los hijos del sol y los hijos de la luna. Los danzantes balancean la cintura y el cuerpo de derecha a izquierda, en movimientos repetitivos. Según la tradición oral, este movimiento significa curación y medicina, aludiendo nuevamente a las tradiciones del pueblo kallawaya, los unkakus alejan todo lo malo del cuerpo llevando consigo la planta weq’ontoy. Los quellwas se ubican en medio de las columnas de los unkakus y ondean las banderas blancas.
La vestimenta que utilizan los unkakus tiene como prenda principal la unkarina o unku que es el traje tradicional de bayeta de lana de oveja, alpaca o llama, una túnica que contiene fi guras bordadas de constelaciones, serpientes y otros símbolos, predominando el sol y la luna como divinidades protectoras y proveedoras; un pantalón y camisa de bayeta de lana de oveja generalmente de color negro; una chalina de lana de oveja que sirve para amarrar la unkarina.
En la cabeza llevan el wanq’oyllo, prenda de tipo pasamontaña que protege al unkaku del sol y del frío. La espalda es cubierta por una manta de fibra de alpaca llamada “q’epiña” que sirve para guardar la honda y las flores que se utilizan durante el ritual.
En los pies portan medias de lana de oveja, así como calzado de cuero de llama o alpaca llamado “polq’o”. Como instrumento de ataque durante el acto de lucha utilizan la waraca u honda, estas miden entre 3 y 4 metros para el lloque machula y entre 5 y 6 metros para el “paña machula”.
El papel de los unkakus el día central del carnaval, ya que llevan ofrendas a los Apus (nevados de Allinqhapaq, Chichiqhapaq, el Apu Qarway el Apu Gregorio) para tener su bendición y se propicie la lluvia. En la Municipalidad Provincial de Carabaya se recepciona a los unkakus de las comunidades de Pacaje, Tantamaco-Ninahuisa y Ccatacancha, cada uno hace entrega de sus ofrendas.
Este es un momento importante ya que Carabaya se vuelve el punto de encuentro de las comunidades campesinas que componen el distrito, afianzando los lazos de identidad y memoria colectiva de la población.
La transmisión de los conocimientos relacionados a la música y la danza se da de forma directa a través de su ejecución cada año, gracias al compromiso y entusiasmo de sus portadores. Su transmisión de generación en generación es posible también gracias a la ejecución de la danza en distintos espacios como en el ritual, en las celebraciones de carnaval, así como en desfiles y concursos, tal como el concurso de danzas autóctonas de la Festividad de la Virgen de la Candelaria de Puno.
Del mismo modo, diversas organizaciones continúan practicando y ejecutando la danza, tales como la Asociación Cultural Unkakos de Macusani (ACUM) y el Club Antorcha Carabaina.
La danza Los Unkakus es una expresión cultural que integra y reproduce la tradición oral y la mitología que subyace en el origen de los unkakus, seres mitad humanos y mitad animales, lo cual le confiere un valor cultural particular a los elementos que componen la danza. Los ritos y ofrendas relacionados a la bendición de las prendas son también manifestaciones de cómo este patrimonio cultural inmaterial tiene un alto componente simbólico que puede adaptarse y reflejar los cambios sociales y culturales que atraviesan las poblaciones.
Asimismo, contiene características religiosas y simbólicas, lo cual muestra la unión de distintas culturas y fortalece la identidad de la población que logra perdurar en el tiempo gracias al esfuerzo y compromiso de la comunidad.
La Resolución Viceministerial encargar a la Dirección de Patrimonio Inmaterial en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años de un informe detallado sobre el estado de la expresión declarada, de modo que el registro institucional pueda ser actualizado en cuanto a los cambios producidos en la manifestación, los riesgos que pudiesen surgir en su vigencia, y otros aspectos relevantes, a efectos de realizar el seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso.
La norma lleva la firma del viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Luis Felipe Villacorta Ostolaza.
(FIN) LZD/MAO