20:44 | Trujillo, jul. 6.
Por: Luis PuellA don Alejandro Liberio Fernández Rebaza se le escucha agitado. Necesita tomar largas bocanadas de aire para seguir hablando, camina lento, pero hoy nada impedirá que cumpla con su misión: visitar a uno de sus alumnos del quinto de secundaria del colegio Andrés Avelino Cáceres, en el distrito de Cachicadán, donde trabaja como docente desde hace 30 años.
Desde el inicio de la emergencia por el coronavirus, en marzo, el profesor Fernández no ha tenido contacto con el adolescente de 17 años, quien vive en el caserío de Quillupampa, distrito de Angasmarca, a ocho horas de Cachicadán, en la provincia andina de Santiago de Chuco, región La Libertad.
Por esa razón, y en coordinación con las autoridades de Angasmarca, hoy don Alejandro decidió caminar. Buscaría a su aprendiz en el Día del Maestro para impartirle conocimientos, pues este año no ha tenido oportunidad de compartir con él una sola clase por causa de la pandemia del covid-19.
Pero no ha sido desinterés. La falta de un equipo celular o una laptop y la escasa cobertura de internet impidieron que el menor siguiera aprendiendo. “Es un buen estudiante y deseo que termine el colegio porque ya le falta poco, no sería justo que no lo logre por estas circunstancias”, comenta el maestro.
Alejandro Fernández tiene 52 años –treinta de ellos como docente– y es uno de los muchos maestros que han tenido que reinventarse para seguir enseñando. Precisamente, uno de los problemas que debe enfrentar es la ubicación de sus estudiantes, sobre todo de aquellos que viven en la zona rural de Cachicadán.
Además –confiesa–, antes de la suspensión de clases no tenía mucho conocimiento sobre el manejo de la tecnología. Por eso, el menor de sus cuatro hijos tuvo que enseñarle, sobre la marcha, el uso del WhatsApp, a enviar videos y fotos, el manejo de las páginas web y la descarga de archivos.
“Aquí tenemos mala cobertura de internet y, a veces, se dificulta la enseñanza porque la retroalimentación no se realiza como quisiéramos; pero tenemos la voluntad de seguir adelante”, asegura Fernández. “Si tuviéremos ya las laptops que prometió el Gobierno, sería mucho mejor. Pero contamos con el apoyo de la mayoría de los padres de familia y eso es importante”, narra.
Fernández enseña matemática, pero, debido a las circunstancias, dicta también el curso de Educación por el Trabajo, en el cual vuelca su experiencia de veinte años en el taller de artesanías. Con sus alumnos, elabora souvenirs con iconografía diversa que luego venden para generarse algunos ingresos.
A tiempo completo
Otro docente que debió reinventarse es Raymundo David Esquivel Vásquez, quien enseña el nivel primario en la Institución Educativa N°80270 Virgen de la Natividad, en el distrito de Carabamba, provincia de Julcán.
Cada fin de semana, Esquivel se despedía de su familia en Trujillo para emprender un viaje de tres horas hasta Carabamba y cumplir su labor. Sin embargo, tras el inicio de la emergencia, se quedó en la capital de La Libertad y no pudo regresar a su colegio.
Don Raymundo está agradecido de que sus alumnos cuenten con energía eléctrica, un televisor y un teléfono celular. De esa manera, ellos pueden seguir el programa Aprendo en Casa y él, desde su hogar, brindarles retroalimentación respecto a los conocimientos que van adquiriendo.
El docente dice que ha establecido horarios para realizar la retroalimentación; pero, en realidad, él se adapta a las circunstancias porque muchos alumnos ayudan a sus padres en el cuidado de sus hermanos menores; y otros, en las chacras. En consecuencia, en muchos casos sus alumnos disponen de horarios diferentes para cumplir con sus deberes escolares.
Además, Raymundo Esquivel afirma que tener hijos en edad escolar lo obliga a ser profesor las 24 horas del día. Además de cumplir con sus alumnos, también refuerza a sus hijos de 11 y 14 años, quienes también utilizan plataformas digitales para seguir aprendiendo.
“No pierdo la esperanza que la educación del país mejore, aunque creo que esto va a tomar mucho tiempo aún; pero espero que no quede solo en palabras”, afirma.
Docente hospitalaria
La pandemia del coronavirus también ha modificado las rutinas de Patricia Loayza Urbano, profesora del programa Docente Hospitalario que impulsa Fundación Telefónica. Su misión es impartir conocimientos a los niños y adolescentes que se encuentran hospitalizados por algún problema de salud.
Desde hace 18 meses, Patricia trabaja como docente en el área de hospitalización de pediatría del Hospital Belén de Trujillo, donde se habilitó un aula para que entre 100 y 115 niños puedan recibir los conocimientos requeridos, mediante actividades lúdicas, pequeños experimentos y otros recursos pedagógicos.
De esa manera, los alumnos que no pueden ir a clases reciben el conocimiento en el hospital y, así, cuando se recuperen, volverán a las aulas sin problemas.
Loayza asegura que su experiencia como polidocente le ha ayudado a elaborar el conocimiento que ahora aplica con menores de edades diferentes.
En tiempos de pandemia, Patricia ha pasado también por momentos difíciles. Por ejemplo, vio perder la batalla contra la enfermedad a algunos de sus estudiantes, lo cual significó un duro golpe emocional. Con todo, ha sabido reponerse, aplacar su tristeza y consolar a los padres de los fallecidos y a sus compañeros que vivieron trances similares.
Por la pandemia, las actividades en el área de hospitalización quedaron suspendidas y Patricia ahora se dedica a diseñar clases virtuales en arte, letras, matemática, ciencias y comunicación para escolares de 13 a 15 años. Además, fomenta la creatividad en niñas y niños, al hacerlos participar en sesiones para que se conviertan en reporteros ciudadanos y al repasar la historia del país con memes.
Sin duda, cada uno de los maestros del país ha tenido que reinventarse para continuar formando a las nuevas generaciones de peruanos, quienes de aquí a unos años decidirán el rumbo del país. Aún hay mucho por hacer, sobre todo en las zonas más podres, donde las limitaciones tecnológicas son más grandes.
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(FIN) LPZ/CCH
Publicado: 6/7/2020