En marzo de 2018, el nombre de Sheyla Torres se sumó a la larga lista de feminicidios en el Perú. Desde entonces, su madre, Magaly Aguilar, sigue luchando para que su asesino, Romario Aco Rodríguez, cumpla una condena justa. Su grito de justicia no se quedó solo en las salas judiciales, sino que tomó forma en un colectivo que da voz a las víctimas, recuerda sus historias y exige un cambio profundo en una sociedad que aún permite que muchas mujeres sean silenciadas.
Este último jueves, fecha previa al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Magaly volvió a las calles para exigir a las autoridades mayores garantías de vida para las mujeres y justicia para las víctimas de feminicidio.
Junto a sus "hermanas" de la Asociación Madres Luchando por Justicia (AMALUJ), recorrió la avenida Túpac Amaru, en Carabayllo. Al frente de la marcha, y con la foto de Sheyla en las manos, alzó la voz una vez más para mantener viva la memoria de quienes ya no están.
Caso Sheyla Torres
"El asesinato de mi hija es una herida que nunca sanará y que cargaré hasta el último día de mi vida", comenta Magaly, con la voz quebrada al evocar la mañana de aquel fatídico día.
Sheyla Torres, de 19 años, fue violada y asesinada en su propia casa por su expareja, Romario Aco Rodríguez. El joven, de la misma edad, irrumpió por la ventana del departamento con un cuchillo de cocina, aprovechando que los demás miembros de la familia estaban en el trabajo o en el colegio. Desesperada, Sheyla corrió al baño, donde alcanzó a enviar mensajes a sus amigas y llamar a su madre para pedir ayuda.
A esa hora, la señora Magaly estaba dictando clases a sus alumnos de primaria, por lo que no alcanzó a contestar. Desde entonces, vive atormentada por la culpa. Aquel rayo de luz que la cegó mientras escribía en el pizarrón quedó grabado en su memoria, como un oscuro presagio de la tragedia que estaba ocurriendo.
Para Magaly, Romario actuó con total alevosía. Tras ingresar al departamento, apagó el teléfono fijo, subió el volumen del televisor y cerró todas las ventanas antes de atacarla brutalmente. Luego, se cambió de ropa y abandonó el lugar, llevándose el celular de su hija como si intentara borrar cualquier rastro.
“Sheyla era una chica muy divertida, cariñosa y estudiosa. Le gustaba formar parte de los scouts y bailar. Tenía la ilusión de traer vida al mundo, por eso estaba estudiando obstetricia en la universidad, pero todo eso se lo robaron. Ahora mi hija no está con nosotros, pero estoy yo, su madre, para defenderla”, destacó a la Agencia Andina.
Doblemente víctima
Magaly confiesa haber vivido en carne propia la insensibilidad y el machismo por parte de los operadores de justicia. "Recuerdo que había un policía en la entrada del departamento. Le dije que era mi casa, que necesitaba entrar porque estaba preocupada por mi hija. Pero él solo me gritó: no puede entrar, señora, su hija ya está muerta, no puede hacer nada. Me dieron la noticia de la peor manera posible”.
A pesar de las reiteradas violaciones y del cruel feminicidio, el Poder Judicial condenó a Romario a solo 15 años de prisión, debido a que la Fiscalía consideró como atenuantes la confesión del crimen y su edad al momento de cometerlo.
Según Magaly, al fiscal no le importó la brutalidad del asesinato ni la juventud de Sheyla, a quien se le había anulado su proyecto de vida. Además, indicó que la abogada del Centro de Emergencia Mujer (CEM), encargada del caso, ni siquiera estuvo presente en los momentos más importantes del proceso.
Para Magaly, su hija fue doblemente víctima: primero de su agresor y luego del sistema judicial. “No solo la mató Romario, también el Estado, al otorgar una condena que es una vergüenza”, subrayó con indignación.
La manifestación pacífica en Carabayllo incluyó la participación de estudiantes
Del duelo a la acción
En memoria de Sheyla y de todas las mujeres víctimas de violencia de género, Magaly fundó en 2019 la Asociación Madres Luchando por Justicia (AMALUJ). Este colectivo reúne a familias de diferentes regiones del Perú que comparten el mismo sufrimiento y la misma indignación frente a la impunidad.
Poco a poco, lo que comenzó como un grito de justicia para Sheyla, se convirtió en una red de apoyo y prevención para evitar que otras familias atravesaran el mismo dolor.
La asociación no solo lucha por sentencias más severas, sino también por educar a las nuevas generaciones. A través de charlas, talleres y clases gratuitas, buscan enseñar a niñas y niños sobre el autocuidado y la prevención de la violencia de género.
Magaly recuerda con una mezcla de dolor y orgullo cómo Sheyla siempre soñó con ayudar a otros. Esa esencia sigue viva en cada acción de AMALUJ, que no solo busca justicia para las víctimas, sino también un cambio estructural que permita a las mujeres vivir sin miedo.
La lucha que no termina
Hoy, AMALUJ cuenta con 42 familias que, como Magaly, han decidido transformar su duelo en una fuerza que desafía la indiferencia. Entre ellas se encuentran los familiares de
Kimberly Tapia y Katherine Gómez (víctima del venezolano Sergio Tarache, otras víctimas de feminicidio que marcaron fuertemente a la población peruana.
“Quiero justicia para todas las mujeres. Sé que las leyes de ese entonces no ampararon a mi hija y que una nueva ley tampoco me la regresará, pero al menos sé que otras familias de víctimas ya no pasarán por lo mismo que yo pasé”, recalcó.
Magaly sabe que esta herida nunca sanará completamente. Cada efeméride del asesinato de Sheyla es un recordatorio de la violencia que arrebató a su hija, pero también una reafirmación de su compromiso.
En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Magaly lanza un llamado: que nadie espere a ser tocado por una tragedia para actuar. Ella y las madres de AMALUJ continuarán alzando sus voces, porque, aunque sus hijas ya no estén, su legado sigue vivo en la lucha incansable de quienes se niegan a olvidar.
Urge Protocolo de Actuación Conjunta
Recientemente, la Red de Mujeres Organizadas de Carabayllo, donde está incluida AMALUJ, salió a la calles para alertar sobre el aumento de casos de violencia en el distrito y exigir urgentemente que se activen las políticas preventivas locales.
Según Nancy Tarazona, psicóloga social y especialista de Demus, de enero a setiembre de este año, los CEM de Carabayllo atendieron 612 casos de violencia, de las cuales el 90% son víctimas mujeres, la mayoría jóvenes madres de las zonas más empobrecidas del distrito.
“Una de las demandas más importantes es que se apruebe el Protocolo Bases de Actuación Conjunta, mediante ordenanza municipal y con presupuesto. Asimismo, pedimos que se inicie la construcción del Hogar de Refugio Temporal para lo cual ya se cuenta con un terreno desde hace dos gobiernos”, precisó.
Canales de ayuda
Si eres o conoces a alguien que ha sido víctima o está involucrada en situaciones de violencia, puedes comunicarte de forma gratuita con la Línea 100 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Este servicio cuenta con un equipo especializado que brinda información, orientación y soporte emocional.
Además, tienes la opción de escribir al
Chat 100, una herramienta implementada por el Programa Nacional Aurora para ofrecer atención y acompañamiento en línea.
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(FIN) SQH/RRC