El servicio Juguemos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) fortaleció las capacidades de autoprotección y cuidado de 2,330 niños, niñas y adolescentes (NNA) de las comunidades indígenas amazónicas y de las islas aledañas del lago Titicaca, región Puno.
El MIMP resaltó que este
servicio se brindó a través de las sesiones virtuales (forma remota) y forma parte de las plataformas itinerantes de acción social (PIAS) que se desarrollan en comunidades indígenas amazónicas y del lago Titicaca.
Esta intervención comprendió también el reforzamiento de competencias parentales de 1,248 padres, madres y adultos cuidadores para el uso de pautas de crianza positiva que favorecen el cuidado y protección de NNA de las comunidades visitadas.
“El servicio Juguemos en las PIAS promueven las capacidades de autoprotección de las niñas, niños y adolescentes que viven en las comunidades de las cuencas de los ríos Napo, Putumayo I (Bajo Putumayo), Putumayo II (Alto Putumayo) y Morona (Loreto) así como en las islas y comunidades colindantes al lago Titicaca (Puno). Todo ello a través del juego, un derecho fundamental para garantizar su desarrollo integral”, afirmó la directora de Niñas, Niños y Adolescentes, María del Carmen Santiago Bailetti.
Explicó que el juego es considerado un medio de bienestar para la niñez pues ayuda a superar el estrés en momentos difíciles: su impacto se puede ver en la recuperación de la salud mental. También es clave para la prevención de situaciones de violencia en el hogar y una estrategia para fomentar las relaciones armoniosas en la familia
“También hemos capacitado a 251 autoridades y líderes comunitarios para la activación del sistema de protección comunitaria en material de infancia y adolescencia en 28 comunidades de las cuencas del Napo, Putumayo y Morona en Loreto; así como en las Islas Iscaya, Caana y el distrito de Lloquesani- Muelle Cariquita en Puno”, agregó.
El servicio Juguemos del MIMP comprende sesiones educativas y lúdicas para estimular el desarrollo cognitivo, emocional y social de niñas, niños y adolescentes entre los 6 y 12 años. También mejora sus vínculos positivos y el conocimiento de sus derechos fundamentales.
“Permite que las niñas, niñas y adolescentes identifiquen sus recursos y posibilidades individuales para superar adversidades. En el juego ensayan alternativas de respuesta y disminuyen la posibilidad de reproducir patrones violentos”, puntualizó.