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César Aranguri: “Decidí ser médico al ver cómo sanaron a mi madre”

Conoce la conmovedora historia de un doctor con gran corazón que triunfa en los Estados Unidos

ANDINA/Difusión

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07:10 | Lima, jul. 26.

Por Cecilia Fernández Sivori

Procurar salud y bienestar es una tarea noble que convierte en muchos casos a los médicos en ángeles en la tierra. Y así lo entendió el doctor César Aranguri, una eminencia en la medicina en Estados Unidos con especialización en cardiología, manejo de marcapasos y desfribiladores, entre otros dispositivos cardíacos, que hoy devuelve la fe a quienes tienen la salud quebrada.


Cuando era niño, con apenas 10 años, vio cómo su madre estuvo a punto de perder la vida y cómo se recuperó en manos de un médico. Eso lo hizo decidir ser el profesional solidario de la medicina que es hoy.
  
“Mi mamá se puso muy muy mala al punto que mis tías decían que a lo mejor podía pasar algo grave. Al día siguiente la vi y era otra persona, sin dolor. Me impresionó tanto que dije: ‘Tengo que ser doctor’. Ese momento no lo olvido”, nos revela sobre el porqué decidió ser médico.


Los años pasaron y el Perú en 1975 vivía tiempos convulsos. A sus 17 años, sus padres decidieron enviarlo a estudiar fuera, a seguir su vocación. El doctor Aranguri flashea ese momento en el juzgado cuando sus progenitores firmaban los permisos para que viajara a México a estudiar medicina siendo aún menor de edad.

“Hoy lo entiendo, pero fue una imagen que no se me olvida nunca. Cuando tuve a mis hijos lo entendí. Se consideró que era lo mejor, pero siempre viví extrañando a la familia, el país”, dice sobre esa necesidad de volver al terruño; hoy como parte de una misión médica solidaria.

“Siempre quise volver, pero no fue posible. Uno siempre tiene ese vacío, ese huequito. No logré conseguir hacer la residencia porque la universidad no tenía convenio, luego fueron los años de servicio social y así fue pasando el tiempo. De México me fui a Costa Rica y luego a Estados Unidos, donde desarrollé una carrera larga”, explica.




Estados Unidos se convirtió así en su nuevo hogar, en 1992; ya casado y con hijos, poco a poco pudo regresar periódicamente al Perú a visitar a sus padres, a aquellos que con el esfuerzo diario permitieron que él pudiera estudiar en el extranjero.

Una nueva vida

“Mi papá fue mecánico y chofer; mi mamá vendía ropa. Ellos tenían claro que el estudio era la mejor herencia. Para mí fue un golpe durísimo cuando partieron. Aunque uno diga que uno sabe lo que se viene, uno no está nunca preparado. Felizmente, ellos conocieron a sus nietos y me vieron convertido en médico”, reflexiona.

Sin embargo, el profundo amor por su tierra no lo alejó del país; por el contrario, tras participar en misiones médicas en otros países llegaría la oportunidad de hacerlo en su propio Perú y desde el 2006 como director de la Misión Médica y Humanitaria Ayacucho.

“Ya son 21 años viniendo. Las señoras que van me hacen recordar a mi familia; es como si viera a mis tías. Siempre he sentido esa emoción, saber que uno contribuye y regresa a su lugar de origen para el bienestar de su población”, reflexiona.



“Cuando voy a la Plaza de Armas de Huamanga me acuerdo cuando de niño paseaba; mi mamá era de Vischongo, que está a 8 horas. Para mí, ver a la gente con sus sombreros, polleras, me trae tan buenos recuerdos, me llena el corazón”.

Un corazón que hoy no solo alberga amor hacia los suyos, sino también a todo aquel que necesite. La vida le ha permitido inyectarle esa solidaridad a sus hijos con el ejemplo.

“Me acompañan a estas misiones desde niños. Primero como traductores porque en casa hablábamos siempre en español y, luego, en otras tareas. Ahora, ya como médicos, ya que ambos abrazaron esta carrera”, dice.




Orgulloso, el doctor Aranguri nos expresa su sentir: “Me falta pellejo, no quepo de orgullo. Me siento agradecido con mi esposa porque ha sabido apoyar y proveer guía para que ellos estén bien encaminados. Cuando uno hace especialidad, hay turnos de hasta 26 horas corridas y solo quieres dormir. Muchas veces estuve ausente porque estaba de guardia y ella cubrió esas funciones; siempre haciéndoles saber que era parte de la profesión”.

Así nos habla de la importancia medular de su compañera de vida para este éxito familiar. “Nunca oí una queja; el paciente está primero, me decía. Eternamente agradecido con ella. Ha participado en estos 21 años en la parte social en 15 misiones acompañándonos”.

–Y si volviera a 1975, ¿recorrería de nuevo todo este camino?

–Sin duda alguna, la vida me ha ofrecido oportunidades tremendas. He tenido éxitos, he enfrentado retos y situaciones complejas, pero cuando pongo todo en la balanza no me puedo quejar de la manera en que la vida me ha tratado. Soy una persona de mucha fe y pienso que es una bendición tener la oportunidad de estar donde estoy.

–La fe es lo único que a veces nos sostiene

–Dentro de la adversidad, uno recuerda esa fe que te mantiene y que te hace saber que no estás solo.

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(FIN) CFS/CFS

Publicado: 26/7/2024