Por María FernándezEllos realizan sus prácticas preprofesionales en la única escuela bilingüe de Lima. Ahí se enseña a los niños a expresarse en shipibo-konibo. Ellos son la primera promoción de maestros que se forman para luego educar en su lengua y así evitar que desaparezca.
“Bekanwe” o bienvenido, es la primera palabra en shipibo-konibo que se lee cuando uno ingresa a la institución educativa intercultural bilingüe Comunidad Shipiba, ubicada en el distrito del Rímac.
Hasta ese distrito tradicional de Lima fue trasladada la pequeña escuela, luego del voraz incendio de noviembre del 2016, que arrasó con casi todo en la
zona de Cantagallo.
Desde entonces han pasado 3 años. Y ahora ya no solo estudian niños de la comunidad, también asisten de las zonas aledañas, pequeños afroperuanos e incluso venezolanos. En total, son 234 niños, de inicial y primaria, que reciben clases en shipibo-konibo y castellano.
Yoyo ati riki raroshama
Enseñarles no es nada fácil, estos “pequeños terremotos” hacen de las suyas en estas aulas llenas de color, paisajes de nuestra selva y mensajes como: Yoyo ati riki raroshama que en castellano significa “Leer es divertido”.
Algunos caminan, otros saltan, conversan o, simplemente, juegan. Su atención vuelve a la clase cuando habla Max Nars Bardales: el joven de 21 años tiene a su cargo el curso de Personal Social en el segundo grado de primaria.
Max es de Ucayali y forma parte del grupo de becarios del
programa Beca 18, en la modalidad EIB, la cual está dirigida para quienes quieren estudiar la carrera de Educación, pero especializados en una lengua originaria, como quechua, aimara, shipibo-konibo u otro.
EIB de calidad
Lo que busca la beca es promover una
educación intercultural bilingüe de calidad, formando una nueva generación de docentes capaces de contribuir al desarrollo de sus comunidades.
En total son 18 becarios del décimo ciclo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) que apoyan en las labores educativas de los 12 maestros del colegio Comunidad Shipiba.
Para Doris Muñoz Sánchez, directora encargada de esta escuela en el Rímac, una de las principales debilidades que existe es que hay más profesores hispanohablantes que shipibos.
“Les agradecemos y pido a esta nueva generación que nos ayuden. No queremos que desaparezca nuestra lengua y tampoco esta escuela. Próximamente, ellos van a ser maestros y necesitamos que sean mejores profesionales”, señala Doris, una maestra que vive por 45 años en la comunidad shipiba.
Bilingüe desde el vientre
Max Nars Bardales se enteró de la beca cuando vivía en su natal Iparía (Ucayali). Con la ayuda de sus padres, se preparó y postuló. Todavía recuerda los miedos que tenía porque si bien nació bilingüe, dejó de hablar shipibo-konibo durante su niñez y adolescencia, ya que estudió en Pucallpa en colegios donde solo se hablaba el castellano. El único lugar donde podía practicarlo era en casa, con sus padres, y casi a escondidas, porque llegó un momento en que sintió vergüenza.
“Cuando estaba en el colegio la socialización era solo en castellano, no había niños que hablaran mi lengua materna. Solo en el hogar mi papá y mamá me hablaban 100% shipibo”, recuerda Max, mientras sus pequeños alumnos revolotean en el patio porque es hora del recreo.
Una historia parecida vivió Pilar Samicay Rengifo Vásquez, becaria de 26 años y también nacida en Ucayali. Para ella su principal tarea es revitalizar la lengua que heredó; que los estudiantes sigan aprendiendo y no se deje de hablar su valioso idioma. Dice que, ni bien acabe sus estudios regresará a su región, para ser maestra y enseñar en shipibo-konibo en sus comunidades. Es su reto.
Una clase en shipibo
Tres veces por semana, Pilar y Max trabajan de la mano con el tutor de la clase, Silas Soto Sánchez. Con ayuda de algunos gráficos y dinámicas, hacen más entretenido el curso.
Para los jóvenes becarios, los niños tienen mucho talento, pero son los padres los que muchas veces no quieren que sus hijos desarrollen su lengua de herencia.
“Está comprobado que hablar y pensar en dos idiomas te activa las neuronas, y eso está bien”, explica Max, quien durante este año de prácticas ha descubierto que mostrar a sus alumnos lo que es la cultura, los bailes, los consejos, los diseños, la comida, la música, renuevan las ganas de ellos en aprender, participar y hacer.
Max está a punto de egresar en diciembre y será parte de la primera promoción en esta
modalidad EIB. “Nosotros apuntamos al diálogo de saberes, vemos qué semejanzas y diferencias tenemos con otras culturas. Toda la clase se da en los dos idiomas, shipibo y castellano, pero las indicaciones sí se dan solo en shipibo como, por ejemplo: levántate, siéntate, dame tu cuaderno, para que se socialicen con el idioma”.
El próximo año, muchos becarios viajarán a Ucayali para trabajar con sus comunidades. A la vez, quieren seguir formándose y alcanzar un grado de maestría o doctorado, para lo que solicitan el financiamiento del Ministerio de Educación.
“Queremos contribuir a la formación de los docentes que están en nuestras comunidades y ser un aliado del Minedu. Somos nosotros los jóvenes los que vamos a quedar”, dice Max.
Cifra
1,671 Becarios de EIB hubo en el 2018. De ellos, 1,042 son mujeres.
Video: Cantagallo: Becarios enseñan a niños shipibo-konibo en su propio idioma
Publicado: 24/10/2019