De niña siempre quiso ser profesional y en la enfermería encontró esa fuerza inspiradora para su trabajo. A pesar de los momentos dolorosos generados por la pandemia, conserva intacta su vocación al servir con esmero a los pacientes que llegan al área de emergencia del hospital Dos de Mayo.
El 4 de agosto del 2021, Bertha Beatriz Boza Bustios lloró como nunca lo había hecho en su vida. Ese día fue el primer aniversario de la partida de su esposo, el padre de sus hijos, su compañero y cómplice por más de cuatro décadas. Falleció de covid-19 el año anterior. Ella, la mejor enfermera del área de emergencia de hospital Dos de Mayo, no pudo evitar su partida.
Renegó de Dios. ¿Por qué, Dios mío, me haces esto? Si yo lucho por salvar a la gente, soy buena, no soy pecadora, se decía. “Me sentí impotente, culpable, mejor lo hubiera atendido en la casa, me repetía. Dentro de mí estaba como muerta. Pero tuve que detener mi llanto por mis hijos, no podía quebrarme y volví a recuperar mis fuerzas”, manifiesta.
Pero no pudo. Bertha no solo perdió a su marido. El virus mortal se llevó a su hermana, cuñados, suegra y otros miembros de su familia. Hasta ese momento, Bety, como le dicen de cariño sus compañeras, había sido una de las enfermeras que en los primeros meses de la emergencia sanitaria estuvo en la primera línea de batalla, a pesar de ser hipertensa.
En los cuatro meses previos al fallecimiento de su esposo, no dejó de trabajar en el hospital ni de atender a los pacientes con covid-19, ni de rendirse ante la enfermedad, que también la afectó.
Pero después de aquel 4 de agosto del 2020, se instalaron la pena y la soledad en su corazón, y al mes de los hechos, solicitó permiso para no trabajar por sufrir una comorbilidad. Ya no quiso ser más fuerte y se entregó al dolor de la pérdida del ser más querido que tenía.
Vocación recuperada
Después de haber vivido su luto y recuperado la calma durante un año y nueve meses, ha retomado sus oficios desde abril de este año. De nuevo trabaja en el área de Emergencia del histórico hospital Dos de Mayo, callado testigo de su crecimiento profesional.
Labora en el servicio de triaje en donde su función es seleccionar y clasificar a los pacientes que van llegando, para encontrar una solución médica a sus dolores abdominales, cálculos renales o vesiculares y hasta cefaleas, que cada vez son más frecuentes en las mujeres.
Esta enfermera, orgullosa de ser afrodescendiente y amante de la nueva ola, dispone quiénes deben ingresar para ser atendidos, de acuerdo al grado de dependencia que tengan. Ha regresado a su rutina con vigor: hace guardias diurnas y nocturnas durante cuatro días y descansa tres.
En este tiempo hizo las paces con la tristeza, pero también con su vida. Con su madre, que murió cuando ella tenía 13 años; con su familia chiclayana que la acogió con cortesía al inicio, pero la fue desprotegiendo después y con su adolescencia rebelde, gracias a la cual viajó a Lima a los 17 años para hacer realidad su sueño de ser una profesional. No se equivocó.
Ahora, después de tantas ausencias, Bertha aprecia el día a día, a su familia, ya sabe que la existencia hay que disfrutarla porque no se sabe que pasará mañana. Valora su trabajo más que nunca y sería otra vez enfermera si volviera a nacer. El darse por entero al cuidado de los enfermos confirma que esa es su razón de ser, pero esta vez con una certeza que no tenía antes: su bienestar también es importante.
Gracias a su capacidad de resiliencia y amor a su profesión Bertha Boza Bustios superó momentos difíciles.
“Después de todo lo que he vivido, me he dado cuenta de que las enfermeras vamos más allá. No solo damos tratamiento, también tranquilidad espiritual y emocional. Nuestra labor tiene que ser reconocida y valorada porque somos de la primera línea de batalla”.
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(FIN) DOP/ SMS
Publicado: 22/8/2022