Las mujeres que sufren o sufrieron algún tipo de violencia o vivieron una situación aterradora en la que se puso en peligro su vida o integridad física padecen con mayor frecuencia de cuadros de ataques de pánico, ansiedad y depresión.
Así lo señaló Itala Ureta, coach y directora de la ONG Mujer Asertiva, que trabaja en la prevención de la violencia contra la mujer. Ella sostiene que la mayoría de mujeres que vive o ha presenciado una situación en la que se puso en riesgo su vida padece del trastorno de estrés postraumático.
"Si no es tratado de manera profesional puede incapacitarlas para el normal desarrollo de sus actividades y, lo que es peor, destruye su autoestima, porque empiezan a tener una visión catastrófica del mundo y de ellas mismas, ya que no se sienten capaces de hacerle frente a los desafíos básicos que se les presentan en la vida”, dijo.
Este trastorno en general lo padecen las personas que fueron a la guerra; sin embargo, señaló Ureta, también lo sufren mujeres de muchos países de la región, como el nuestro, donde vivimos en una constante violencia y abusos como consecuencia de la manera de pensar equivocada de algunos varones que actúan con superioridad y control frente a la mujer.
Añadió que, por su parte, la mujer es muy permisiva y/o sumisa y le cuesta poner límites por falta de una adecuada autoestima o amor propio.
“Las consecuencias de la destrucción de la autoestima por episodios de violencia, alteran el pensamiento y el estado de ánimo, y pueden desencadenar en depresión, tristeza, ansiedad, miedo y mucha angustia".
En ese sentido, Ureta dijo que si bien hay penas y medidas de sanción para aquellas personas que ejercen la violencia contra la mujer, faltan políticas públicas que apunten a acciones de prevención para fortalecer su autoestima de la mujer desde la niñez.
Finalmente precisó algunas señales de baja autoestima:
- No poner límites frente al abuso, le cuesta decir que NO.
- No decidir lo que es bueno para sí misma.
- No tomar decisiones por su propia cuenta.
- No elegir lo que desea.
- Le cuesta trabajo pedir ayuda porque cree que puede resolverlo todo.
- Tiene incapacidad de disfrute, se vuelve perfeccionista.
- Le cuesta trabajo asumir responsabilidades por falta de madurez.
- Le cuesta trabajo establecer relaciones de pareja.
- Se queda congelada ante diversas situaciones, no sabe cómo actuar o qué decir.
- No busca su crecimiento personal.