En España e Italia, los países más golpeados, pero también en Francia se multiplican las residencias de mayores diezmadas por el coronavirus, en una Europa de población envejecida instalada en el centro de la pandemia.
"Cuando el virus entra en estos lugares, inevitablemente se vuelve una masacre, como desafortunadamente está ocurriendo en diferentes partes de Italia", advirtió el fin de semana pasado la Spi-CGIL, sección de pensionistas del principal sindicato italiano.
Quince muertos se registraron en un establecimiento en Gandino, cerca de Bérgamo, en una de las zonas más afectadas en Italia, anunció su director sanitario, Fulvio Menghini.
"Las residencias de ancianos son verdaderas bombas de relojería, albergando a 500.000 personas mayores en condiciones frágiles con riesgo de ser infectadas", señaló la Spi-CGIL. Italia posee la población más envejecida del mundo por detrás de Japón.
Lo que podría explicar en parte que dicho país detente la cifra más alta en el mundo de muertos por COVID-19, más de 6.000 según el último balance divulgado el lunes.
Un escenario similar tiene lugar en España, segundo país más tocado en Europa, donde "el ejército en algunas visitas (a residencias) ha podido ver a ancianos absolutamente abandonados, cuando no muertos en sus camas", deploró el lunes la ministra de Defensa, Margarita Robles.
La fiscalía española abrió de inmediato una investigación, al igual que ya hizo la semana pasada tras conocerse que 19 ancianos murieron en una residencia en Madrid. En total, decenas de muertes se han registrado en varias residencias en todo el país.
En Francia, la epidemia "podría provocar más de 100.000 muertes en caso de una generalización que no nos atrevemos a imaginar", advirtió una de las principales federaciones del sector de las residencias de mayores, en una carta dirigida al Ministerio de Sanidad.
Los casos se multiplican en los Vosgos (este), donde veinte residentes de un establecimiento de jubilados murieron "en posible relación con el COVID-19", anunciaron el lunes las autoridades.
Visitas prohibidas
Para evitar una hecatombe, el gobierno español envió al ejército a desinfectar las residencias y puso los establecimientos privados bajo control de las regiones.
Varios países han prohibido o drásticamente limitado las visitas, como en Italia, España, Francia y Luxemburgo, pero también en otros puntos de Europa central, así como los Estados bálticos.
"Es muy duro para las familias no saber lo que pasa allí dentro", admite Pauline, docente francesa que no quiso dar su apellido y cuya madre, que no puede hablar por teléfono, se encuentra hospitalizada en un establecimiento parisino donde se detectó el coronavirus.
Una situación más angustiante aún ya que la falta de material de protección en estos lugares muy vulnerables, un hecho denunciado en muchos países, "aumenta el riesgo de contagio", según la Spi-CGIL.
La situación real en las residencias sigue siendo difícil de conocer, ya que los tests escasean. En Francia, se limitan en términos generales a los "tres primeros enfermos en estructuras colectivas de personas vulnerables", indicó el Ministerio de Sanidad a la AFP.
España, que está importando centenares de miles de tests de detección, garantizó el lunes que las residencias de mayores serán la prioridad.
Videollamadas
Menos estricto que sus vecinos europeos, Gran Bretaña, ha pedido también a estos albergues disminuir las visitas "al mínimo", aunque llamando a considerar "el efecto beneficioso del contacto con la familia y los amigos".
Para que las personas mayores pueden mantener el contacto con sus allegados, el personal se esmera en facilitar las comunicaciones.
En Murcia, sureste de España, los enfermeros del establecimiento Ballesol Altorreal, con tapabocas y guantes, prestan sus teléfonos a los residentes para hacer videollamadas con sus familiares.
En un video que difundió la propia residencia, una señora intenta tranquilizar a su interlocutor al teléfono: "¿Qué coronavirus? Yo no tengo el coronavirus".