La Primavera de Yaqueline Calderón queda en la esquina de Lirios y 23 de Septiembre. El Centro de Salud Primavera, en el distrito de El Agustino, es, desde hace una década, su segundo hogar. Donde la enfermera limeña de 36 años es responsable del área de inmunizaciones de este centro, adjunto a la Diris Lima Este.
Para la vacunación contra el covid-19, que se inició con la llegada de los lotes de vacunas, la coordinadora general de la Red Integrada de Salud (RIS Santa Anita) convocó a Yaqueline y a las demás responsables de la inmunización de los niños, adultos y adultos mayores de los centros de salud de El Agustino y Santa Anita. Ellas, a su vez, se encargan de conformar las brigadas de vacunación.
“Mi función es convocar al personal de mi centro que va a participar. Un día antes de salir, el grupo de trabajadores alistamos los materiales que necesitaremos para la vacunación, la cadena de frío, los termos, las jeringas”, cuenta la enfermera que ha trabajado en campañas de vacunación de prevención de diversas enfermedades. Es un apostolado. Porque desde que se inició la Semana de Vacunación de las Américas 2021 casi no han tenido un fin de semana libre. Es el reto de su profesión.
Yaqueline ha trabajado en distintas campañas de vacunación
Para evitar los tumultos, las brigadas de vacunación no trabajan en la modalidad de ‘puerta a puerta’, sino en los puntos de vacunación. A Yaqueline Calderón y su equipo les toca el cuartel Barbones, en El Agustino, donde se puede inmunizar a decenas de personas en un ambiente amplio, seguro y cumpliendo con el distanciamiento social.
Las 13 brigadas de la RIS Santa Anita empiezan su labor a las 7 de la mañana, avanzan para cumplir con las metas de vacunación y terminan la jornada 12 horas después.
Cuando solicitan brigadas, Yaqueline es una de las que siempre está disponible para cumplir con la misión. “Como siempre digo, nuestras brigadas están muy comprometidas. En esta eventualidad de la pandemia, sacrificamos a nuestras familias. No hemos parado. Como inmunizadoras, somos la columna vertebral de la vacunación contra el covid-19”. Acota que el trabajo de las brigadas no significa descuidar la inmunización en su propio centro de salud, donde siempre hay una enfermera a cargo.
Yaqueline es madre de familia. Cada día se desplaza desde su casa, en San Juan de Lurigancho, hasta El Agustino. Su hijo, de 5 años, sabe la norma: no puede correr a abrazar a mamá hasta que ella cumpla con los protocolos y se desinfecte adecuadamente. Él se siente orgulloso de ella: desde pequeño cuenta a los cuatro vientos que su mamá es enfermera. Cuando ella lo autoriza, recién puede colgarse de su cuello con un “te amo, mamá”.
Evito que se rompa la cadena de frío
Trece de sus 34 años de servicio en el Ministerio de Salud (Minsa), Flor Zamudio ha trabajado en cadenas de frío de la Diris Lima Este.
Por su indumentaria, todos los de su área parecen esquimales. En términos técnicos, su equipo –que integran cuatro químico-farmacéuticos y dos técnicos en enfermería– se dedica a la conservación, mantenimiento y manipulación de los productos inmunobiológicos. En buen romance, permiten que la vacuna llegue oportuna a cada lugar y se garantice su calidad.
La jefa de cadena de frío explica que para recibir las vacunas contra el nuevo coronavirus las cámaras están en un adecuado rango, con una temperatura entre los 2 y 8 grados centígrados.
“Mi función es no permitir que se rompa la cadena de frío y entregar vacunas con calidad y garantía para que se puedan mantener durante todo el reparto y administración a los usuarios”, apunta.
Antes de las 5 de la mañana, Flor Zamudio ya está en su centro de labores alistando las cajas térmicas controladas que se entregarán a los equipos de vacunación, que llegan en camionetas y empezarán su trabajo unos sesenta minutos después. Explica que, de acuerdo con la nómina, se entregan las cajas, dependiendo de los puntos de vacunación para cada día.
“Nuestro reto es que las vacunas lleguen oportunamente a todos”, comenta Zamudio. Lamenta la mala información que se difunde y que personas que escucharon al vecino o vieron un meme contra las vacunas lo repiten. “La gente les cree y para nosotros un poquito difícil cambiar ese pensamiento, pero nos da gusto cuando llegamos a los puestos de vacunación y encontramos a las personas esperando para ser inmunizadas. Nos reconforta como profesionales y nos da esperanza”.
La labor de Flor Zamudio no conoce hora final. Deben de esperar hasta las 7, 8, 9 o 10 de la noche, hasta que retornen los equipos desde los puntos de vacunación. Debe hacer el consolidado del día y preparar los equipos para el día siguiente. “Es un trabajo muy sacrificado, pero nos reconforta saber que es por el bien de la comunidad. Es nuestra mística”. Enfatiza: “Trabajamos a conciencia”.
La señora Zamudio tiene tres hijos, de 34, 32 y su “bebé”, de 30. Todos orgullosos de su labor, pero ninguno le siguió los pasos en el campo de la salud. Su esposo también es enfermero y comprende su vocación. Las veces que se ha dado alguna variación en la cadena de frío, ella ha tenido que salir disparada a ver qué pasa. Sucedió cuando, por ejemplo, se fue la energía eléctrica. Si bien inmediatamente funciona el grupo electrógeno, todo debe ser exacto.
Flor Samudio es especialista en cadena de frio vacunas del DIRIS Lima Este adulto mayor
Para la especialista, es importante la inversión del Estado en cadenas de frío. Es una inversión indispensable, aunque parece invisible.
Mamá Meche
A Mercedes Olórtegui, la enfermería, literalmente, le cambió la vida. Por una década trabajó como secretaria ejecutiva. Cuando su mamá se enfermó de cirrosis, se impactó con el trabajo humanitario de las enfermeras y se propuso un nuevo reto: estudiar enfermería.
Y desde hace dos décadas trabaja en el puesto de salud de Matazango, en el distrito de La Molina, donde se encarga de las inmunizaciones. Es de las primeras en llegar a su puesto de salud porque debe ver la cadena de frío, revisar la temperatura para proceder al descongelado de las vacunas y, hoy con la nueva pandemia, inicia el día con los niños citados con antelación, con horarios diferenciados, para que reciban sus vacunas.
Mercedes Olórtegui es la única enfermera asistencial presencial de este puesto de salud del Minsa porque su colega está embarazada y ahora efectúa labores remotas. Debe hacer el control de los niños menores de 5 años, pesarlos, tallarlos, vacunarlos. Si el niño sale con patología de anemia, lo deriva al médico y da charlas a las madres sobre alimentación complementaria.
“Atendemos y vacunamos a las personas de manera integral, desde que nacen hasta adultos mayores”, resume. Si antes de la pandemia veían la vacunación de influenza, difteria y tétanos, desde febrero la preocupación principal del Minsa es la inmunización frente al covid-19.
La enfermera de 58 años es casada y tiene tres hijos que ya son adultos. La vocación por la salud la ve en la mayor de sus seis nietas, me cuenta.
El año pasado dio positivo al covid-19. Fue un caso asintomático y mantuvo la cuarentena. Pero se negó al pedido de su familia de solicitar un descanso laboral. Para ella, el deber es primero.
Tenemos miedo al covid-19, pero soy especialista en salud pública; eso nos da tranquilidad
En el puesto de salud de Matazango muchos de sus compañeros la llaman “mamá Meche”, ya que ha sacado a varios profesionales que se iniciaron como técnicos. “Los apoyamos para que puedan crecer, y no se queden porque tienen que llegar a ser profesionales. Así les digo: tienen que crecer”, dice mamá Meche, que, dando el ejemplo, pronto empezará su maestría en Administración de Salud.
En estos años de carrera, mamá Meche cumple sus guardias comunitarias y trabaja en su descanso o feriados si el servicio así lo requiere.
Dice que se debe reeducar a todo el mundo, no solo a los pobres, también a las clases medias y altas. Cuando le toca vacunar contra el covid-19 en el Centro del Adulto Mayor de La Molina, muchas personas, sin importar el nivel socioeconómico o profesional, llegaban sin leer y hacían problemas sobre la vacuna. Entonces, deben explicarles con paciencia, darles el número de lote, el registro sanitario.
“Debemos concienciarlos porque sino dirán que la vacuna no es vacuna. Tenemos miedo también al covid-19, pero soy enfermera, soy especialista en salud pública y estoy bien empapada sobre las enfermedades, investigamos y trabajamos con todas las medidas de prevención, eso nos da tranquilidad para seguir trabajando. Y estaré aquí esperando mi tiempo. Ahora, el país me necesita”.
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