Por Azucena RomaníLos golpes de la vida nos enseñan y nos cambian la visión de las cosas, sobre todo si implican sufrimiento por un hijo y eso fue lo que le pasó a Marleni Lima, quien hasta antes de que su niño necesitara un trasplante de hígado, no era partidaria de la
donación de órganos.
"Yo creía que no debíamos donar nuestros órganos, que debíamos quedarnos con ellos, pero ahora entendí que
es bueno dar a oportunidad a otras personas de seguir viviendo y de prolongar la vida de un ser querido. La ignorancia me hacía pensar diferente, ahora me he dado cuenta que estaba errada", dijo a la
Agencia Andina la madre, quien se ha comprometido a declarar en su DNI que
SÍ será donante.
La dolorosísima experiencia de haber visto sufrir a su hijo por tantos años, de haber llorado con su niño, de entristecerse por el bullying que le hacían en el colegio, operó un cambio en ella y la hizo entender este acto generoso en toda su dimensión.
"¿Mamá cuándo me van a quitar este hígado? recuerda Marleni con las lágrimas a punto de escapar, que Giovani le preguntaba todo ese tiempo que esperó por un hígado nuevo, que lo ayudara a superar el Síndrome de Alagille con el que nació, una rara enfermedad que da a una persona entre 100,000.
Inicialmente, el Síndrome no le causó mayores problemas, pero con el tiempo pintó de amarillo su piel y sus ojos por la bilis que su delicado hígado no podía expulsar normalmente y que lo hacían blanco de burlas y comentarios malévolos en su colegio.
"Hay que pedirle bastante a Diosito", le respondía ella a Giovani, el pequeño que vivía siempre con un halo de tristeza y al que su madre debía levantarle el ánimo y darle esperanzas cada día. "Después de la operación tu vida será tan normal como la de otros niños", lo alentaba.
A los cuatro meses de nacido sus ojos empezaron a tomar un color amarillento y luego poco a poco su piel. No soportaba la leche, más bien la vomitaba. Los doctores de Ica, su tierra natal, le decían que tenía ictericia pero el tiempo pasaba y fue derivado primero al Hospital Rebagliati y luego al Hospital Almenara. A los cuatro años Giovani ya tenía cirrosis leve y a los siete años era un paciente terminal y su única salida era el trasplante de hígado.
La llamada de la fortuna
Un martes por la noche, hace dos meses, el teléfono de Marleni timbró. Era la llamada tan anhelada por años; había un donante y ese hígado iba a ser para el primero en la lista de espera, es decir para Giovani, el mayor de sus hijos.
Al día siguiente su esposo llegó desde Ica a Lima con los donantes de sangre. Luego tres equipos de médicos hicieron su labor durante 12 horas y ya, al cumplir dos meses de trasplantado, los ojos de Giovani lucen como los de cualquiera y su piel está retomando su color original. Su nuevo hígado funciona muy bien.
El primogénito de la familia Mendoza Lima, hincha de Alianza Lima y amante de la sopa seca que prepara su mamá, tiene ahora otro semblante y muchos más motivos para seguir adelante. Quiere seguir siendo el primer puesto en su colegio, donde cursa el quinto grado de primaria y ser médico al igual que los profesionales que le salvaron la vida.
"Estoy muy agradecido con la persona que me donó su hígado
. Yo le pido a todos que donen sus órganos para salvar vidas", fue el escueto mensaje que dio Giovani, el niño que gracias a la solidaridad de la donación, vivirá para cumplir sus metas.
El método Split
El tiempo pasaba y había que hacer todo rápido pues un hígado extraído de un donante cadavérico solo sirve dentro de las 12 horas siguientes.
El órgano donado era muy grande y tuvo que dividirse mediante la técnica conocida como "Split", aplicada por segunda vez en el Almenara. La parte más pequeña fue para el niño y la más grande para una mujer afectada de cirrosis por hepatitis B, explicó el médico Martín Padilla, jefe del Servicio Clinico Quirúrgico de Apoyo al Trasplante del mencionado nosocomio.
El galeno detalló que el Síndrome de Alagille es una rara alteración genética que impide la excreción de la bilis, que al ser retenida se vuelve tóxica y con el tiempo produce inflamaciones y luego cirrosis. Según su experiencia, sin un hígado nuevo Giovani hubiera vivido solo un año más y en malas condiciones, pues no hay medicinas que pudieran aliviarlo.
Este raro síndrome genera cansancio, falta de apetito, coloración amarilla. Con el tiempo el paciente comienza a retener líquido en abdomen y piernas y desarrolla várices en el esófago que provocan vómitos de sangre.
Giovani empezará a hacer su vida normal; podrá retomar sus clases e, incluso, hacer deporte. Como todo trasplantado deberá tener chequeos periódicos y tomar inmunosupresores por toda su vida. Su única restricción será la comida cruda, prohibición que resulta insignificante ante la hermosa oportunidad de seguir viviendo gracias a la solidaridad humana.
Más en Andina:
(FIN) ART/ART
Video: Proeza médica: niño vive con medio hígado donado
Publicado: 17/9/2018