El árbol de la quina simboliza al reino vegetal y a la riqueza natural en el Escudo Nacional del Perú. Se trata de una especie forestal oriunda de nuestro país que cobró fama mundial por las propiedades farmacológicas y medicinales presentes, sobre todo, en su corteza, y que ayudaron a salvar muchas vidas frente a enfermedades epidémicas como la malaria.
El árbol de la quina perteneciente al género Cinchona de la familia Rubiácea. Se localiza de manera silvestre en la ecorregión de la ceja de selva, que va desde los 500 metros hasta poco más de los 2,000 metros sobre el nivel del mar.
Puede llegar a crecer hasta 24 metros y su tronco puede alcanzar los 60 centímetros de diámetro. Sus hojas son pecioladas, opuestas, lanceoladas u ovaladas, mientras que sus flores son pedunculadas de cáliz tubular.
Origen de su nombre común
El nombre de Cinchona o Chinchona con el que fue bautizado al árbol de la quina responde, según una tradición, a que gracias a la quinina se curó la condesa de Chinchón, esposa del virrey del Perú, Luis Jerónimo de Cabrera y Bobadilla, conde de Chinchón, quien gobernó de 1629 a 1639.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, los naturalistas europeos Carlos Linneo y Alexander Von Humboldt realizaron estudios botánicos de varias especies y variedades del árbol de la quina.
Propiedades medicinales
La corteza del árbol de la quina posee diversos alcaloides naturales, entre los que destaca la quinina, que tiene propiedades antipiréticas (disminuye la fiebre), antipalúdicas y analgésicas, por lo que fue utilizada desde tiempos prehispánicos para tratar eficazmente enfermedades como la malaria o paludismo.
Otro alcaloide derivado de este árbol es la quinidina, que se utiliza en el tratamiento de la frecuencia cardíaca anormal y otros trastornos del ritmo cardíaco, dado que influye en una mejor resistencia del corazón. Además de los alcaloides, la quinina posee principios astringentes, por su alta concentración de taninos, por lo que ayuda en la medicina tradicional para cicatrizar heridas y úlceras.
Las virtudes del árbol de la quina fueron reconocidas en Europa recién en 1631, cuando fue llevada por el jesuita Alonso Messía Venegas a la ciudad de Roma, enviado por el primer farmacéutico del Colegio Máximo de San Pablo de Lima, el jesuita italiano Agustino Salumbrino, quien había observado en el Perú su uso para tratar la fiebre.
Otros valores del árbol de la quina
Además de sus propiedades farmacológicas y medicinales, el árbol de la quina posee valores ambientales y forestales, dado que contribuye a la mitigación de gases de efecto invernadero y regula el ciclo hidrológico y climático, lo que permite la preservación de cabeceras de cuenca, además de recuperar los ecosistemas de montaña.
También tiene un importante valor económico, lo que permite un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, pues ofrece una madera de excelente calidad para la ebanistería, la construcción de viviendas, postes para linderos, entre otros productos maderables.
Reforestación
El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), a través de Agro Rural, está desarrollando un ambicioso plan de repoblamiento del árbol de la quina en 10 departamentos del país. El objetivo es reforestar 145 hectáreas hasta el año 2022.
Este plan de acción de repoblamiento de la quina comprende una inversión total de más de 3.7 millones de soles para un periodo de tres años, hasta el 2022.
Mejora genética
Por su parte, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) ha desarrollado 6,000 nuevos plantones de árbol de la quina que, por su alta calidad genética, poseen resistencia a plagas y contienen adecuadas cantidades de quinina.
La producción de estas variedades se realizó en el banco de germoplasma que posee el INIA en la región Cajamarca, la cual concentra 100 accesiones que vienen siendo materia de investigaciones con el fin de desarrollar tecnologías que permitían la conservación y reforestación de la especie.
Estos nuevos plantones, que provienen de árboles semilleros, fueron desarrollados bajo técnicas agronómicas y fitosanitarias que cumplen con los estándares de calidad. Muestran tolerancia a diversas plagas y enfermedades, buena adaptabilidad a ciertos climas y tienen un desarrollo óptimo hasta de 18 metros de altura, lo que permite una buena producción de la quinina.
Actualmente han sido distribuidos a viveros ubicados en las regiones Cajamarca, Lima y Lambayeque como parte del proceso de estudio de adaptabilidad a diversas condiciones climatológicas.
En forma paralela, el INIA -como parte del Plan Bicentenario del Perú rumbo al 2021- trabaja en la producción genética de 20,000 plantones adicionales con la finalidad de preservar la especie. Serán instalados en áreas para recuperación y forestación a nivel nacional como parques, centros educativos, hectáreas de cultivos, entre otros.
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