Benigno Sánchez Llanos es coordinador de la Dirección de Evaluación y Certificación de Educación Básica y Técnico Productiva del Sineace. Su responsabilidad es certificar a pequeños productores rurales del país para que logren movilidad laboral y educativa. Evaluar sus desempeños, que son el resultado de muchos años de actividad.
Es hijo de Lunahuaná, del anexo de San Jerónimo, lugar que no ha dejado de visitar, pues es una manera de agradecer al campo y a sus padres, originarios de esta zona también, por su pasión a la economía de las familias rurales, micro y pequeñas empresarias, olvidadas durante décadas, pero hoy ocupan un sitial en el mercado gracias a que ya se valora su herencia cultural y ancestral. Benigno Sánchez Llanos lo certifica.
Formado como economista en las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Benigno actualmente es uno de los dos coordinadores de la Dirección de Evaluación y Certificación de Educación Básica y Técnico Productiva del
Sineace (Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa).
Cuatro años tiene trabajando en esta área, pero desde hace seis meses es responsable de un equipo de 10 profesionales que deben garantizar y validar la certificación a miles de micro y pequeños empresarios agropecuarios, por la forma de hilar, de regar los cultivos, elaborar quesos o criar vacunos.
“Nosotros supervisamos a entidades certificadoras como el Ministerio de Cultura, Senati, Universidad Agraria y
Agrorural. Vemos su proceso, los criterios de evaluación que diseñan, el protocolo de aplicación que usarán, las entrevistas que realizarán en cada lugar. Los años de actividad y el desempeño son los que se valoran”, explica.
Esas prácticas –dice– tienen valor económico y cultural. Durante décadas, esos hombres y mujeres del ande y la Amazonía se mantuvieron en el círculo de pobreza que marcó sus vidas, porque no se apreciaron sus destrezas. Certificarlos les posibilita un ascenso social, laboral y educativo importante.
“
Acceden a crédito, terminan de estudiar la secundaria, pues en muchos casos no lo hicieron, y cambian su visión de la vida. Ya se certificaron más de 100 yachachik porque manejan el riego tecnificado y a más de 400
asháninkas expertos productores de plantones de café y cacao”. Para él, la exclusión de las poblaciones que viven en los 4,000 metros sobre el nivel del mar o las cercanas a los ríos de nuestra selva, es el desafío que deben vencer.
Memorias del futuro
El color turquesa del río Cañete y los enormes camarones que sacaba de sus aguas cuando era un niño, se conservan en su memoria. Son una especie de ancla de su presente. Benigno sabe que no puede detenerse, se siente comprometido y busca que cada vez sean más los peruanos que oficialicen sus conocimientos empíricos.
Por eso, él y su equipo impulsan la certificación para personas que atienden a las mujeres que son
víctimas de violencia. En estos momentos están en plena elaboración de un protocolo básico para que sea certificada esa experiencia. “Queremos establecer un estándar de calidad para la mejora del perfil ocupacional”.
“Estamos desarrollando una cultura de la calidad, y es difícil, muy complejo. La gente tiene que saber que el productor o micro empresario puede obtener un certificado que le permitirá ascender laboral y educativamente”, puntualiza.
Hoja de vida
Es licenciado en Economía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 1986.
Actualmente estudia Maestría en Gestión Pública en la UNMSM.
En Japón llevó un curso de pequeños y micro empresarios.
Antes de ingresar a laborar en Sineace, trabajó durante diez años como gerente de Desarrollo Económico en el Consorcio de ONG de Pequeñas y Micro Empresas.
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(FIN) DOP/ SMS
Publicado: 8/11/2017