19:04 | Santiago, mar. 9.
"¡Voy a gobernar hasta el último día!". La socialista Michelle Bachelet se ha apurado hasta el final para cerrar el ambicioso plan de reformas sociales que prometió al asumir hace cuatro años su segundo mandato, no exento de polémicas y críticas.
Obstinada y con un sentido del deber heredado de un padre militar, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), Bachelet ha tenido unas últimas semanas de infarto, entre viajes, inauguraciones y proyectos de ley, en un intento de dejar bien amarrada su revolución social.
Uno de sus últimos mensajes fue el envío al Parlamento esta semana de un proyecto de reforma de la Constitución, herencia todavía de la dictadura militar.
Y aunque sus posibilidades de prosperar son mínimas, la socialista cumplió de esta manera el compromiso asumido en el programa de gobierno con el que ganó la reelección en 2013 con un abrumador 62% de los votos.
"Tenemos que llevar a cabo reformas más profundas si de verdad queremos derrotar la desigualdad en nuestro país", dijo Bachelet al retornar a Chile en marzo de 2013 después de permanecer tres años a cargo de ONU-Mujeres en Nueva York.
Tiempos difíciles
Pero la implementación de su ambicioso programa, que incluyó una reforma educacional, una laboral y una tributaria, resultó mucho más complejo de lo que esperaba.
El escándalo de corrupción que protagonizó su hijo, Sebastián Dávalos, y su nuera, Natalia Compagnon, investigados por la justicia por tráfico de influencias y delitos tributarios, le hizo vivir su "annus horribilis".
"Han sido tiempos difíciles para mí y para mi familia, muy dolorosos, y que sin duda me ha afectado profundamente", reconoció la propia mandataria, con voz entrecortada, en un mensaje el 29 de enero de 2016, cuando su nuera fue imputada por delitos tributarios.
El caso derrumbó su popularidad tras dejar su primer gobierno (2006-2010) con más de 80% de adhesión. En agosto de 2016, su respaldo caía al nivel más bajo desde el retorno a la democracia (15%), menos de la mitad con el que el domingo entregará el gobierno, por segunda vez, al conservador Sebastián Piñera.
"A mí no me interesa mi nivel de popularidad, me interesa Chile", dijo varias veces la mandataria, refutando las cifras de adhesión que por primera vez le daban la espalda después de catapultarla a partir de una foto montada sobre un tanque del Ejército en 2002, cuando era ministra de Defensa, también la primera mujer que ocupó ese cargo en Chile.
El domingo pondrá fin a una época dorada para las mujeres en el poder en América Latina.
Canasta limpia
Recién un año después del escándalo, Bachelet volvió a sonreír en sus actividades públicas.
Más repuesta emocionalmente, puso énfasis en la implementación de su reforma estrella: la gratuidad en la educación que permitió que por primera vez en más de tres décadas los universitarios más pobres volvieran a estudiar gratis.
Puso todo su empeño en que se aprobara el que será uno de sus mayores legados: la despenalización del aborto en caso de riesgo de vida para la madre, inviabilidad fetal o violación, sacando a Chile del puñado de países donde no está permitida la interrupción terapéutica del embarazo.
Pero sus reformas no han satisfecho a casi nadie.
Antiguos aliados, como los estudiantes, calificaron de "insuficientes" los cambios, mientras que empresarios y expertos consideraron que las reformas laborales e impositiva resultaron "desprolijas".
"Tenía una gran oportunidad para pasar a la historia como una gran estadista en Chile, pero las prisas por introducir algunas reformas sin contar con los consensos políticos necesarios arruinaron su proyecto", dice a la AFP Carlos Malamud, analista del Instituto Real Elcano de Madrid.
Desde el gobierno, en cambio, el balance es de "canasta limpia".
"Podemos sentirnos satisfechos de lo que hemos hecho, yo lo estoy", dijo la mandataria al entregar su última cuenta pública ante el Congreso, en septiembre pasado.
"Siento que me voy por la puerta ancha y grande. Me siento orgullosa de lo que hemos hecho", reiteró esta semana en una entrevista en un canal de televisión.
Nacida en Santiago el 29 de septiembre de 1951, pediatra, separada y madre de tres hijos, le cerró tempranamente la puerta a un tercer mandato, aunque fiel a su estilo, aseguró que tampoco se quedará en casa "tejiendo", entre otras cosas porque no sabe.
"Siempre estaré apoyando las causas importantes; las causas de las mujeres, las causas de los niños, de la salud", aseguró en un aviso que no cierra totalmente la puerta al viejo proverbio de que no hay dos sin tres.
(FIN) AFP/MAE
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Publicado: 9/3/2018