Existen pacientes afectados por enfermedades incurables. Cuando tienen este diagnóstico son trasladados a las áreas de cuidados paliativos en donde enfermeras especialmente entrenadas y pacientes los cuidan para que su tránsito hacia la muerte sea en paz y rodeado del cariño de su familia ¿Qué conversan con ellas? ¿Cuáles son sus deseos finales? En esta nota nos acercamos a algunas respuestas.
Liliana Muñoz Cabrejo trabaja hace más de 20 años en el programa de Control Hospitalario Especializado (Cophoes) del hospital Edgardo Rebagliati de EsSalud y es coordinadora de enfermería en cuidados paliativos.
Los cuidados paliativos son las atenciones curativas, psicológicas y hasta espirituales, remarca, que alivian el sufrimiento de las personas diagnosticadas con una enfermedad terminal. Es una labor que entraña mucho aprecio por la vida hasta el último episodio de ella.
“Cuando la persona sabe que va a morir porque tiene una enfermedad terminal, ella y su familia sufren. Se sienten vulnerables, y para superar ese trance, necesitan de personas preparadas para que su partida sea emocionalmente, lo menos dolorosa posible”, comenta a la agencia Andina.
Una maleta para el viaje
Los que más preguntan al inicio son los familiares porque no saben qué hacer para encarar esa situación, pero cuando el paciente, o la paciente, acepta la realidad, poco a poco va comunicándose con ella y aceptando su compañía.
La enfermera Liliana Muñoz acompaña a su pacientes en su tránsito hacia la muerte
Para sosegar su ansiedad, Liliana prefiere decirle que ese tránsito que hará hacia la muerte, será una especie de viaje en la que, en vez de cargar objetos de limpieza personal o ropas, se llevarán “una maletita de recuerdos, del amor de su familia y de perdón”, cuenta.
A Liliana le causa mucha satisfacción acompañarlos en esa ruta, y resalta que en plena pandemia el servicio de cuidados paliativos del Cophoes no se detuvo sino que continuó vía virtual. "Una señora me dijo cómo quisiera tenerte frente a mí para poder abrazarte”.
En ese momento tuvo un instante de lucidez, recuerda, y se dio cuenta de que, así como existen enfermeras que reciben a los bebés que llegan a nuestro mundo, los abrigan y protegen, así también, otras tienen en sus manos acoger al paciente que está agonizando y fallece. “Dios me provee de amor y paciencia. Me siento una persona escogida”.
Conversaciones y confidencias
Según la situación de “los pacientitos”, refiere con cariño, las visitas que realiza pueden ser diarias, semanales, quincenales o mensuales, y en cada encuentro se va estableciendo una relación profunda y humana. Y lo que comparte con cada uno, más que conversaciones, son confesiones.
Ella recuerda especialmente una que la conmovió. Una señora joven, cuyas hermanas la cuidaban y la hija viajaba mucho por su trabajo, le pidió que la ayudara a morir. “No me sorprendió lo que me dijo, muchos me expresan ese deseo cuando no toleran el dolor físico. Apretó mi mano, y me dijo que lo que tenía era un dolor en el alma”.
Los pacientes, hombres o mujeres, les confían a las enfermeras sus vivencias más personales para encontrar sosiego.
Lo que ocurría con la mujer era que tenía problemas con su hija, su indiferencia le atravesaba el corazón; y su esposo se había ido de la casa. “Le pregunté si se sentía culpable. Volvió a coger mi mano. Decidí conversar con su hija. Logré que rompieran el hielo, se reconciliaron y se perdonaron”, recuerda con un profundo suspiro.
Existen otros casos. Hay padres o madres que se quejan de sus hijos porque no se acercan a visitarlos y otros que le cuentan sus “pecadillos”. Un hombre mayor, por ejemplo, le confesó que tenía otro compromiso y tenía miedo de que su esposa se enterara porque no sabía cómo iba a reaccionar.
“Los pacientes se van involucrando con nosotras, nos vamos volviendo sus amigas, confidentes, hasta asesoras administrativas. No solo tenemos un vínculo curativo con ellos, llegamos a sus vidas para llenar sus vacíos. Esa oportunidad tenemos”.
La familia
El principal mensaje que les da Liliana a sus pacientes es que ella está allí para acompañarlos para aliviarles su dolor físico, pero también de sus problemas para que gocen de su entorno familiar.
Esta enfermera que ya mostraba vocación desde niña sostiene que la participación de la familia es clave y vital. Por eso se le prepara primero, antes que al paciente porque muchas veces su actitud es la de “esperar” su muerte. Entienden que allí donde ya no hay nada que hacer a nivel curativo, aparece la medicina paliativa.
Liliana visita a doña Olguita acompañada de su colega Flor Amaya para cuidar a su paciente con mucho esmero.
Los hijos, hijas, esposo, esposa, nietos, amigos, quienes sean los responsables de velar por la salud del paciente aprenden a cambiarle pañales, a asearlos, a ejercitar sus músculos y huesos, alimentarlos a prodigar ternura para que su familiar deje de existir dignamente.
“Siempre les recuerdo que boquita hablando, manito haciendo, que tienen que contarle por qué se le da determinado cuidado. Los familiares aprenden a realizar esas actividades cuando no estamos nosotras. Hasta nebulizan si se requiere”.
Un equipo unido
Jorge, Rosa y Martín son hijos de Olguita López Cárdenas Vda. de Gómez, una nonagenaria que tiene cáncer al riñón, y además ha padecido varios accidentes cerebro vasculares (ACV). Ha perdido su capacidad de hablar, duerme mucho, pero se comunica con ellos con gestos, palabras breves, sonrisas y expresiones de buen humor de forma esporádica. Está consciente de lo que ocurre a su alrededor, coinciden.
Rosa, Jorge y Martín, son hijos de doña Olguita y reciben las indicaciones de Liliana en cada visita.
Jorge recuerda que cuando le dieron el alta en el Hospital Edgardo Rebagliti, luego de superar otro ACV y una fuerte neumonía que contrajo, el comentario del médico fue poco alentador. Para Rosa, fue un anuncio inesperado, pero que debía enfrentarlo como le enseñó su mamá. Lo mismo le ocurrió a Martín, no fue sencillo aceptarlo, hasta que entendió que si algo merecía su progenitora a partir de ese momento era su entrega y cariño.
La vida de estos tres hermanos ha tenido un giro de 180 grados. Han adecuado su vida cotidiana y la casa a las necesidades de su mamá, doña Olguita, una maestra que al parecer compartió con ellos lo mejor de sus sentimientos. Se han organizado por turnos, han aprendido a tener paciencia, tolerancia, a ver su cuerpo desnudo, a prepararle su comidita, a enfrentar unidos esta conmovedora realidad.
“Con el equipo de Cophoes hemos aprendido lo inimaginable, a evitar que le salgan escaras, colocar inyecciones o que se deshidrate. Solo queremos que mamá tenga un tránsito bonito y abrigado hacia el final de su vida. Cada día que tenemos con ella es un regalito de Dios”, comparte Martín.
Entre el 2020-2021, el Cophoes del Hospital Edgardo Reblagliati continuó su labor y llegó a superar las 100,000 atenciones gracias al trabajo denodado de enfermeras, asistentas sociales, psicólogos, nutricionistas, especialistas en terapia física y rehabilitación.
“Nosotros no solo les administramos un tratamiento al paciente, también los ayudamos a gestionar sus emociones, a que aprendan a despedirse y escriban con las mejores palabras el último capítulo de su biografía”, afirma Liliana con tranquilidad.
Más en Andina:
(FIN) SMS/RRC
JRA
Video: Vocación y amor: enfermera acompaña así a pacientes terminales
Published: 4/25/2022