Estela Rojas Guillén, es quechuahablante y se enorgullece de que hoy se valore su lengua materna, cuando antes no podía hablarla en la escuela fiscal donde estudió. Trabaja en la subprefectura de Antabamba, Apurímac, y es conocida como la mejor conciliadora de parejas que enfrentan problemas de violencia.
Cuando don Cipriano le enseñó a su pequeña primogénita, que evitar problemas con los vecinos era lo mejor para vivir en paz, Estela aprendió desde entonces que la convivencia con armonía debía ser una forma de vida, y la conciliación se convirtió en una especie de conjuro contra las peleas y conflictos que fueron apareciendo en su camino.
Hace 40 años labora en la Subprefectura de Antabamba, en Apurímac. Llegó chiquilla, recuerda, feliz por ser experta en mecanografía, cuando nadie lo era en esa localidad, y haber obtenido el puesto de trabajo de secretaria por la velocidad de su escritura. Fue una versada en redactar cartas, memorándums, documentos y resoluciones de asignación de tenientes gobernadores, para que ningún trámite demorara.
Fue asumiendo responsabilidades conforme pasaron los años, por el incremento de ellas, pues Antabamba, provincia ubicada a cuatro horas de Abancay y a 3,650 metros sobre el nivel del mar, crecía en población, las actividades se complejizaron y fue necesario que el subprefecto, garantizara el cumplimiento de los derechos de su gente.
Armonía total
Una de las responsabilidades en la que se fue comprometiendo, sin proponérselo, fue la de atender los casos de violencia familiar. En las dos últimas décadas, Estela se ha convertido en el referente de conciliación entre parejas, pues antes de acudir a la fiscalía o al juzgado de Antabamba prefieren ir a la subprefectura porque allí encuentran solución y llegan a acuerdos, gracias a su orientación.
“Apoyo al subprefecto en los casos de violencia familiar, porque me gusta ayudar a las parejas, sobre todo jóvenes, pues por celos cometen errores, se ofenden y hasta se golpean. Trato de mediar lo más que puedo para que recuperen la armonía y no acudan al juzgado por no comprenderse. Busco que no contraten abogado y gasten su dinero, pero si hay resistencia de una de las partes, ya los derivo a la autoridad competente”, cuenta.
Antes de la pandemia, el incremento de parejas con problemas de violencia familiar era notorio, precisa, parece que hubiera disminuido en estos 15 meses, pero está segura de que, por el confinamiento, no se han acercado a buscarla.
Lo que no se ha detenido son sus otras actividades, como la de monitorear la entrega de alimentos del programa
Qali Warma a las escuelas públicas locales. Ni la helada, ni los 12 grados de temperatura que tiene su tierra natal la detienen. “Represento al subprefecto y tengo que velar por el cumplimiento de las políticas”, precisa.
Bicentenario
Estela recuerda a sus padres, campesinos quechuahablantes que le enseñaron también a tener orgullo de su lengua en épocas donde hablarlo merecía castigo. En la escuela fiscal donde estudió de niña, los profesores usaban el chicote por cada palabra que hablaba en quechua.
El tiempo ha transcurrido, y a ella le sorprende que cercana la
conmemoración del bicentenario, hoy se valore las lenguas originarias. “Por el bicentenario tenemos que retomar lo de nuestros ancestros: ama sua, ama llulla, ama quella, es una tarea como servidores públicos”.
Pero Estela también es dirigente campesina, ella lidera una organización de productores de quinua y forma parte de la junta del comité de regantes. Su capacidad conciliadora no desaparece. “Mi mayor logro es inculcar la reconciliación familiar y comunal. Me siento satisfecha", subraya.
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(FIN) DOP/SMS
Video: Estela Rojas, servidora pública que atiende casos de violencia familiar
Published: 7/22/2021