Gran cantidad de piezas arqueológicas e históricas se exhiben a diario en diversos museos del país. A pesar del cuidado que reciben, no están exentas del daño que provocan diversos factores como la humedad, luz, contaminación, moho e insectos. Por ello, un grupo de investigadores busca desarrollar una sustancia hecha de tarwi que prevendría el daño causado a estos bienes culturales.
“La materia orgánica, normalmente, es degradada por insectos y microorganismos. Sin embargo, en el caso del patrimonio cultural, es necesario identificar las especies particulares que afectan las colecciones para poder desarrollar estrategias de protección contra las plagas”, explica Juan Carlos Rodríguez, director del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (
UTEC).
La aplicación de insecticidas o fumigantes directamente sobre las piezas no es una buena práctica, asegura, ya que puede deteriorar el bien cultural y afectar la salud del personal de manejo de colecciones en los
museos.
En ese sentido, el Museo Pachacamac, el Ministerio de Cultura, la UTEC y Tarwicorp (empresa que comercializa productos basados en tarwi) trabajan en el uso de extractos de tarwi, planta andina tradicionalmente usada en la repelencia de insectos, para desarrollar sustancias seguras que protejan las piezas culturales.
¿Cómo el tarwi puede ayudar a la protección de piezas culturales?
Entre los metabolitos secundarios presentes en el tarwi se destacan los compuestos llamados alcaloides. A pesar de que aún se debate el rol de los alcaloides en las plantas, se estima que sirven de protección frente a insectos y agentes patológicos. Estos compuestos, que se encuentran presentes en los extractos y efluentes, podrían utilizarse como repelentes sostenibles, baratos y no tóxicos.
Así, los
investigadores han preparado extractos con agentes activos que se incorporarán en soportes poliméricos con el objetivo de crear películas protectoras que permitan proteger las piezas almacenadas en museos del ataque de plagas, sin afectar la estructura física interna ni los colores de algunos objetos.
“Un extracto de tarwi con altos niveles de alcaloides puede tener un efecto de repelencia y anti alimentación en varios insectos que atacan colecciones orgánicas”, señala Diana Carolina Parada, investigadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio.
Además de no tener efectos secundarios que suelen presentarse sobre la salud humana al manipular o estar en contacto frecuente con insecticidas convencionales, se plantea su incorporación en matrices poliméricas, lo cual evitaría su aplicación directa en las piezas, previniendo posibles daños por reacciones químicas entre el repelente y el material original.
Efecto repelente de la planta andina
Por eso, después de identificar y elaborar un glosario de plagas de colecciones a nivel local con miras a un glosario nacional, los investigadores han comprobado el efecto repelente de extractos obtenidos de hojas y semillas de las
plantas de tarwi sobre
termitas y escarabajos que atacan los mates arqueológicos y otras piezas orgánicas, mediante la evaluación del comportamiento de estos insectos en condiciones controladas.
Asimismo, se espera que a fines de 2021, se cuente con los resultados finales de la investigación para pasar a la etapa de evaluación de aplicabilidad del repelente en proximidad de los bienes culturales. Así, en el futuro, podría probarse su efectividad en otros insectos alrededor del país y del mundo.
“Nuestro objetivo es encontrar estrategias para proteger el patrimonio a través de la comprensión de los mecanismos de deterioro y del seguimiento y control de las condiciones de almacenamiento. Gracias al Centro, hemos reunido un equipo de trabajo multidisciplinario -que incluye entomólogos, biólogos, conservadores e ingenieros químicos- con el objetivo común de ofrecer soluciones tecnológicas responsables para preservar el patrimonio orgánico en museos de Lima”, afirma Parada.
Este proyecto, financiado por Concytec y el Banco Mundial, cuenta con la participación de un equipo multidisciplinario de investigadores integrado por Angélica Isa, Diana Carolina Parada y Eliana Quispitupac; así como los estudiantes Marilyn Palomino y Piero Cuayla.
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Published: 10/26/2021